Estamos ya en vacaciones y podemos observar más a nuestros hijos. El estudio en niños y adolescentes del trastorno de ansiedad es una cuenta pendiente que muchos investigadores tienen al respecto, pero que no por ello deberíamos seguir en la línea de investigación a nivel de prevención de futuras patologías que, posteriormente, en los adultos se pudiesen repetir. Muchos niños y adolescentes que tienen un comportamiento perturbador hacia los demás por problemas que tienen ya interiorizados y que hay que desvelar desde la más tierna infancia mostrarían ciertos indicadores de estudio. Es una buena forma de prevención para futuras conductas. Es importante destacar que, a pesar de la carga genética humana, siempre hay variables ambientales implicadas tanto en los miedos como en la ansiedad. Es vital por tanto, descubrir la relación entre las conductas de escape de muchos niños y adolescentes y la forma de enfrentarse a las situaciones nuevas en la vida relacionadas con la inhibición conductual por otra parte, que es la evidencia que todos tenemos. En cuanto a las variables ambientales, en el caso de los problemas de ansiedad y miedo, los procesos de aprendizaje como el condicionamiento, la labor de la familia, concretamente de los padres, y la transmisión de elementos negativos es determinante. Los niños y adolescentes experimentan estos fenómenos y experiencias negativas a determinados estímulos y situaciones al haber percibido estos miedos reaccionando con ansiedad y aprendiendo la relación causa-efecto de forma incorrecta, a través de los medios de comunicación, internet u otras personas. La gran excitación que les producen el bombardeo constante de juguetes, dibujos, tecnología, actividades, películas, resulta lamentable. Los padres a veces nos sentimos desbordados por la alta actividad que presentan algunos cuadros. No es más que la ansiedad que nos transmiten nuestros propios hijos. El desarrollo de la ansiedad en niños y adolescentes es un compendio de circunstancias que confluyen en un punto clave en nuestros hijos y que germina en problemas futuros. Pero no solo es eso, posteriormente padecen trastornos de la conducta y de la personalidad cuando se sienten culpables por no entender qué les está pasando. El ejercicio de responsabilidad corresponde a los padres y educadores siempre. Debemos saber regular qué les estamos ofreciendo a nuestros hijos. La canalización de lo que les damos y fomentar el diálogo entre nosotros sería el primer paso a seguir.
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