Los árboles tienen en sus troncos la memoria del tiempo. Sabemos que los anillos de sus troncos van guardando el testimonio del paso de los años, pero no simplemente de forma cuantitativa, sino que es posible reconocer las cualidades de su tiempo vital. La dendrocronología permite saber la época de crecimiento de un determinado tronco en aquellas zonas en las que los expertos han establecido las características temporales que en algunos casos llegan a los quinientos años. De esta forma restos de madera encontrados en un yacimiento `pueden dar información sobre el momento en que fueron utilizados. Como fueron los inviernos, que clima resistieron en cada momento en el paso de los años.
En el Parque de Gasset se talan estos días grandes árboles que han sido testigos de la historia de los cien años de vida de este espacio de la ciudad. Algunos de ellos huecos en su interior que resistían con la pequeña vida que les suministraba los apenas diez centímetros de su corteza exterior. Tempus fugit que escribió Virgilio: “Pero huye entre tanto, huye irreparablemente el tiempo” y después han repetido en diferentes versiones numerosos autores reclamando el Carpe Diem de Horacio como voluntad de aprovechar el tiempo presente que se nos escapa con rapidez de las manos.
El tiempo envejece deprisa era el título de la novela de Tabuchi que tomaba de la expresión presocrática atribuida a Critias: “persiguiendo la sombra, el tiempo envejece deprisa”. Pero las máquinas no entienden de filosofía y talan los grandes árboles del Parque de Gasset, unos enfermos y otros con una salud envidiable. La imagen de los espacios de césped con los abundantes troncos que quedan de la tala es toda una instalación de arte del paisaje (land-art). Pero ni siquiera eso nos deja el tiempo de las máquinas y los espacios destruidos. Otras máquinas consiguen arrancar esos trozos de troncos, memoria de la historia de un espacio verde de la ciudad para convertirlo en zona plana como si el tiempo no hubiera existido en ese lugar. En algunas zonas del espacio verde queda algún grueso tronco antiguo como escultura de su presencia que durante décadas nos proporcionó la sombra y la protección contra las altas temperaturas de nuestro verano. Pero el tiempo envejece deprisa y ahora preferimos eliminar los rastros de nuestro pasado.