Los Países Bajos que denominamos en muchos casos Holanda son un país singular. Una amplia fachada al mar de la que le separa una línea de dunas detrás de las cuales se sitúan los polders, terrenos ganados al mar y que están por debajo de su nivel.
Un país con cerca de 17 millones de habitantes y una densidad de población de casi 400 habitantes por Kilómetro cuadrado. Una renta per cápita alta y una actividad económica basada esencialmente en el comercio que representa el 80% de su producto interior bruto. Una población cuyo empleo esencial se localiza en el sector servicios (80%) con un 17% del sector industrial y apenas un 3% del sector agrícola.
Ciudades que han desarrollado proyectos de urbanismo y arquitectura de especial interés. Con escalas mediana desde los 760.000 habitantes de Ámsterdam los 600.000 de Rotterdam o los cerca de 500.000 de La Haya cuidan de manera especial el trazado de sus ciudades y su arquitectura en la que conviven los elementos tradicionales con la más radical modernidad. Sus ciudades históricas como Delft son un buen ejemplo de conservación estricta del patrimonio en convivencia con desarrollos modernos, con nuevas áreas de investigación y educación.
Su densidad de población hace que el trasporte esencial sea el ferrocarril que cubre de forma eficiente y económica todas las posibles comunicaciones entre ciudades. Ello unido a la bicicleta con ciudades preparadas para ello, con intercambiadores en las estaciones de ferrocarril y con una cultura de su utilización que abarca desde los niños a las personas mayores.
Un país con un nivel cultural envidiable, que aprecia sus museos, sus espacios de celebraciones comunes, de actividades musicales y teatrales. Bibliotecas que dan envidia en sus modernas concepciones que superan los almacenes de libros de otras ciudades europeas y se convierten en lugares de encuentro, de acceso a la información y el conocimiento. Diecisiete universidades en ciudades de diferentes escalas con especializaciones y cualificaciones singulares, pero con un nivel de investigación y dotación de infraestructuras y equipos envidiables.
Una diversidad cultural y de ideas que comprende un complejo abanico reflejado en las últimas elecciones generales. Desde la derecha más radical que expresa sus ideas xenófobas a los planteamientos más abiertos y actuales. Y ello en la convivencia y el respeto, sin necesidad de acudir a los ámbitos judiciales para resolver las diferencias. Y sobre todo en una capacidad de convertir en hechos las ideas. La experiencia de un grupo residencial para refugiados sirios en Ámsterdam en el que se promueve la convivencia de refugiados sirios con holandeses puede ser un buen modelo real de esta voluntad.
El resultado de unas elecciones, con esas papeletas gigantes para evitar la posible injerencia soviética en los resultados, es una muestra de la diversidad amplia de los ciudadanos. Una manifestación que, tradicionalmente, se ha concretado en gobiernos de coalición en los que cada uno sabe que podrá incidir en una parte de sus programas y proyectos cediendo a las ideas de los demás en aras de una posible convivencia y progreso.
Un país complejo, lleno de sugerencias y de contradicciones, pero un excelente laboratorio para tratar de experimentar los nuevos caminos que la sociedad actual nos va demandando. Hace ya años, un grupo de la Universidad de Castilla-La Mancha viajábamos a Maastricht para aprender de sus experiencias para la creación de la Facultad de Medicina de Albacete. Cada país tiene sus peculiaridades, pero es bueno aprender de los éxitos y los errores de los demás. Es saludable viajar más para abrir las mentes y aprender de otras experiencias.