Seguro que cualquiera de nosotros en estas fechas estivales, al terminar nuestro período de descanso, hemos experimentado gratamente una desconexión de la actividad diaria y no hemos pensado que tal día debíamos incorporarnos para volver a empezar. Sin embargo, hay personas que se caracterizan por la extrema preocupación por la actividad laboral de la cual no llegan nunca a desconectarse, incluso en vacaciones. El adicto al trabajo es un trabajador que dedica gran parte del tiempo a las actividades laborales con consecuencias negativas a nivel familiar, social, personal y de ocio, conscientemente enganchado más allá de lo que razonablemente se espera de él. Esta actitud parece que le produce gran satisfacción, pero no es así. Hay factores de riesgo que tienen siempre en cuenta, como por ejemplo: Las presiones económicas familiares, el temor a perder el trabajo, la enorme competitividad que existe en el campo laboral, en donde es más valorado el que lo deja todo por el trabajo por encima del horario establecido, la fuerte necesidad de conseguir el éxito necesario, la incapacidad ante el jefe de decir no ante cualquier demanda, por complicada que sea, temor a la autoridad, la falta de organización que permite la acumulación y sobresaturación del trabajo, el ambiente familiar problemático que hace que la persona siempre esté trabajando y fuera de casa, la ambición de poder, dinero o prestigio, ideas equivocadas acerca de lo que el hombre es necesario y tiene que hacer, masculinidad hegemónica sobre la mujer, si no trabajas eres inferior, incapacidad para establecer prioridades, la falta de afectos personales, vida personal, la educación familiar que impone a los hombres aportar el sustento a la familia, la propia presión de la sociedad para que los hijos sean independientes. En general las demandas denominadas retadoras y las demandas obstáculos, que podrían tener efectos positivos sobre el desempeño y motivación laboral, pueden convertirse en potenciadoras de la adicción al trabajo. En general, las personas adictas al trabajo tienen un perfil de personalidad determinado como la necesidad de reconocimiento social, son perfeccionistas y obsesivos, anhelan tener poder sea como sea, son personas muy preocupadas por todo, incapaces de desconectarse, y son muy exigentes y competitivos. No hay nada más que decir. Sufren por todo, tienen mal carácter cuando las cosas no son como quieren ellos y desperdician el tiempo encima de una mesa aunque no tengan nada que hacer. Siempre hay alguno que reconoce su falta de empatía con la familia y la sociedad, y deben tratar sus ansiedades y problemas cotidianos. Tan malo es una cosa como la contraria. Siempre el trabajo nos dignifica y en esta época el que trabaja es un privilegiado, pero nunca lleguemos al plano de lo enfermizo.
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