Todos sabemos que enamorarse es algo parecido a un estado emocional generado por una intensa alegría que experimentamos cuando somos capaces de sintonizar con otra persona en todas las facetas que nos podamos imaginar en ese momento. Un estado fisiológico que se inicia dentro de un proceso que arranca en la corteza cerebral, continúa transmitiéndose a través del sistema endocrino y convertido posteriormente en una respuesta fisiológica y emocional. Es por lo tanto, un proceso bioquímico y fisiológico. Los científicos y expertos en la conducta postulan que la actitud personal que se produce viene determinada por la acción de unas determinadas sustancias químicas, generando unos síntomas que todos hemos experimentado en alguna que otra ocasión. Mariposas en el estómago, aumento de la capacidad muscular, incremento del ritmo cardíaco, presión en el pecho, transpiración y sudoración descontrolada a veces, insomnio, excitación, enrojecimiento, sentimiento de bienestar o malestar dependiendo de las sensaciones y también ansiedad. Este cóctel no dura para siempre. El organismo se hace resistente a los efectos de los llamados neurotransmisores y el loco enamoramiento, va desvaneciéndose poco a poco hasta que desaparece. El cerebro no podría tampoco aguantar la presión a la que está siendo sometido. Este proceso tan complejo, en el que nos llama la atención el aspecto de otra persona, el físico y algunas veces, la dimensión más intelectual, es muy subjetivo, y tiene carácter natural, no se puede buscar y menos controlar. Está relacionado con el córtex orbitofrontal, el cingulado anterior y la corteza insular, estructuras que correlacionan entre ellas. Es importante al menos, destacar que hay aspectos externos como la cultura, y por supuesto la propia sociedad, que nos condiciona nuestra manera de entender las relaciones, dado que existen códigos de señales que todos aprendemos sin tener conciencia de ello. Las bases del efecto enamoramiento, se pueden establecer a partir de las llamadas estructuras líbicas. Muchos mamíferos somos capaces de sintonizar con la mente de otros individuos y así recibir determinados estímulos sin más y de manera intuitiva. La conexión se establece a través de la mirada, estrechando lazos y preservando la supervivencia de la especie. Esta programación biogenética está predeterminada en las especies que conformamos el planeta, racionales y no racionales. Por eso, los seres que parecemos racionales, celebramos el día de San Valentín, una tradición que arranca en el siglo XX de tradición anglosajona que se ha convertido en el intercambio comercial y fecha de consumo irracional. Por eso, el amor no es una idea, es algo verdaderamente material. Entenderemos que las llamadas feromonas, sustancias químicas secretadas por muchos animales racionales e irracionales responsables de la llamada química de la atracción personal, ya han pasado a un segundo plano. Es mejor no enamorarse, si estamos en crisis y nos quedamos en lo más superficial y solo un día al año!
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