Un giro inesperado, a veces, nos puede ayudar afrontar los problemas y nos podría generar muy buenos resultados. En el caso que nos ocupa, debemos tener claro que las relaciones que mantenemos muchos padres con nuestros hijos son relaciones viciadas y mal reconducidas. Algunas veces, modificar un comportamiento conflictivo pasa por un pequeño cambio a la hora de afrontar el problema por el flanco de los padres. El cambio de estrategia es una forma de utilizar el factor sorpresa y, de esta manera, obtendremos una definición positiva de lo que queremos. En el caso de la adolescencia, qué pasa cuando se niegan a obedecer en general, a comer, dormir, etc… conductas o comportamientos difíciles en el colegio y no hacen caso de las normas establecidas por la sociedad… Los padres nos sentimos culpables e intentamos por todos los medios corregir estas actitudes. Pero hay que tener en cuenta que cuánto más insistamos en corregir ciertos problemas que nos preocupan de ellos, a veces, más se agravan. La ansiedad es una mala consejera y los profesionales debemos aportar alternativas estratégicas para este tipo de momentos tan delicados. Los niños lo que hacen es utilizar actitudes para desviar la atención de su auténtico malestar a través del desafío, insulto o el simple pasotismo, no respondiendo ante las recomendaciones de los padres o educadores. Cuando insistimos en conductas que no quieren llevar a cabo nuestros hijos, lo que en realidad estamos haciendo es reforzar aquello que ellos quieren que se produzca. La insistencia no nos lleva al cambio de actitud. Si actuamos en otro frente, despertaremos la iniciativa por parte de ellos sin tener que hacer tanto esfuerzo para reconducir la situación que queremos modificar. Teniendo claro que el exceso de vehemencia y la constante repetición de lo que se debe hacer, resuena en la psicología de nuestros hijos como un canto de sirenas. El efecto de la palabra es inexistente y no genera un buen ambiente. A la vuelta de la esquina, la conducta que queremos modificar se mantendrá de la misma manera en el tiempo. Ahora bien, los niños se muestran muy receptivos cuando notan un cambio en las relaciones con los padres. Un dato importante: La participación de los padres influye mucho en su manera de ser hoy en día, dado que nos demandan más tiempo para pasar con ellos y eso, pocas veces, se cumple. Al niño hay que transmitirle un mensaje muy claro: seguridad, autonomía y una actitud positiva ante los problemas. Las conductas de observación por parte de los progenitores, el diálogo y el ejercicio de ser padres y no ser amigos de ellos nos facilitará el poder conocerlos mucho mejor. Los padres tenemos que aprender a ser fuertes a la hora de tomar decisiones y saber mantenernos en nuestro sitio, fundamental es aprender a decir que no!. Los hijos son capaces de obedecer si se les ordena bien y nunca con tiranía o agresividad. Es importante hablarles con mucha claridad para luego, ese mensaje ser llevado a cabo por su propio bien. Siempre hay un nuevo reto que debemos ofrecer a nuestros hijos para poder superarlos diariamente. Es una ruptura del círculo vicioso entre nosotros y nuestros hijos. Siempre viene bien el llamado factor sorpresa.
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