Tanto en la alimentación como en la cultura del ocio, no está mal ocuparnos un poco de estos días de después y los buenos propósitos para este nuevo año. El asunto que nos ocupa esta mañana es de capital importancia. Más de la mitad de la población en nuestro país, en este período de tiempo lleva a cabo una reducción importante en la ingesta normal de alimentos, sobre todo, mujeres. Claro, los excesos de las Navidades…
El sexo femenino siempre se ha caracterizado por regla general, de ocuparse de la línea, y es una realidad, en este momento, también el hombre se ha subido al barco de la moda y la estética personal.
Pero si nos atenemos a las cifras de personas con problemas e irregularidades en la alimentación, es decir, personas que padecen trastornos relacionados con este tema, las cifras de enfermos afectados por este mal van en aumento día tras día.
Nuestras consultas profesionales están repletas de personas que padecen trastornos de la alimentación y se ven atrapadas en un mundo oscuro y lleno de fantasmas, que en algunos casos, se llegan a materializar de forma directa.
La sociedad contribuye poco a que cada vez más personas sientan que sus cuerpos son imperfectos, que tengan que hacer dietas sacrificadas por lucir siluetas más esbeltas y espigadas.
La edad más proclive para padecer estos problemas de alimentación se puede establecer en la propia adolescencia… una parte evolutiva de nuestra vida que nos cuesta admitir, en la que los cambios establecidos dentro de la realidad personal de cada uno de ellos es más tenaz que la fuerza de la razón.
De esta forma, llegamos a muchas conclusiones importantes… la primera de ellas es que debemos luchar contra aquello que pueda facilitar la aparición de estos problemas en nuestros hijos.
La forma más directa de facilitar esa labor es generar políticas desde arriba que puedan cambiar el cambio de actitud de muchos intereses que se generan perjudicando terriblemente a nuestros hijos.