El ser humano persigue siempre una meta. Buscar la estabilidad y la salud duradera es un buen pilar en dónde apoyarse el ser humano. Desde que nacemos, nos educan para ello, para el supuesto estado de bienestar. Aunque en la época en la que estamos esto es complicado.
Tener trabajo fijo es una variable imprescindible en los tiempos que corren, además de una pareja estable, por supuesto, unos amigos a los que recurrir, un hogar al que regresar y, sobre todo, buena salud.
Sin embargo, las novedades o la tentación de introducirlas siempre están ahí. Algunas veces, somos nosotros quienes provocamos los cambios con nuestros comportamientos o decisiones, otras, por el contrario, son los acontecimientos los que nos obligan a dar un giro de timón y adaptarnos a situaciones nuevas.
No obstante, los cambios tentadores y esperados, inesperados o inquietantes, a veces son necesarios y provocan en nosotros muchos cambios mejorando nuestro crecimiento personal. En nuestra actitud ante determinado tipo de circunstancias y sobre todo, ante la propia vida, es donde radica nuestra verdadera libertad siempre entre comillas.
Somos libres para elegir cómo queremos sentirnos y qué ritmo queremos darnos para ser más pro-activos, tomando conciencia de lo que hacemos y pensamos. Tener también claro lo que queremos y cuál es nuestra meta a la que queremos dirigirnos es muy importante.
Tenemos plena libertad siempre, y repito, entre comillas, para vencer nuestros fantasmas y miedos a los que enfrentarnos. Cuando los psicólogos nos invitan a reflexionar sobre los cuatro pilares sobre los que se sustenta nuestra existencia, vida interior, vida laboral, vida social y relaciones, nos recuerdan la importancia de vivir con plenitud siempre en estas facetas de la vida y nos dan las claves para reconocer e introducir las innovaciones necesarias que mejoren nuestras circunstancias en cada uno de esos aspectos.
Sólo desde la posición de la actitud reflexiva, podremos saber cómo nos sentimos y qué es lo que queremos hacer con nuestra vida, y desde ahí, andar con paso firme y constante.
Evidentemente, cuando se intenta tener una vida interior plena, estamos bien con nosotros mismos y con los demás; por el contrario, quienes no cultivan su interior, se limitan a reaccionar de manera automática e impulsiva a los estímulos que reciben, es mucho más perjudicial de lo que creemos.
Más perjudicial incluso es la vida interior mal entendida, conformada por sentimientos de culpabilidad que minan la autoestima y son propios de los que están a disgusto con ellos mismos, y eso se nota.
Ante estos imprevistos, siempre hay que buscar una buena disposición personal, reaccionando a veces, de forma intuitiva buscando la supervivencia. Esos recursos psicológicos de los que todos disponemos, pueden servirnos para plantearnos alternativas de vida mucho más interesantes.
Voluntad, esfuerzo y capacidad de trabajo siempre son valores que nos ayudarán a ser más felices, nunca ser los mejores o buscar un supuesto bienestar aparente lleno de ese vacío existencial que no nos beneficia.