Los “scratches” son los arañazos que se producen en los muebles o en el suelo al arrastrar algo sobre su superficie. Los DJ hacen scratches cuando juegan a mover el plato del disco haciendo que se produzcan sonidos acelerados o retardados sobre la música. La palabra “escrache” dice la Wilkipedia “es el nombre dado en la Argentina, Uruguay y España a un tipo de manifestación pacífica en la que un grupo de activistas de Derechos Humanos se dirige al domicilio o lugar de trabajo de alguien a quien se quiere denunciar. Se trata de un método de protesta basado en la acción directa que tiene como fin que los reclamos se hagan conocidos a la opinión pública.
La palabra nació en su uso político en 1995 en la Argentina…A partir de marzo del 2013 este término está siendo empleado -repentina y masivamente- en España, por los medios de comunicación, para definir las protestas de acción directa de la Plataforma de Afectados por la Hipoteca”.
Una protesta que quiere hacer llegar sus opiniones a aquellos que tienen la capacidad política de decidir. No me parece un procedimiento adecuado por cuanto tiene consecuencias sobre personas que no deben recibir la presión de los grupos de opinión. Familiares de los afectados, vecinos de los políticos acaban siendo parte de estas manifestaciones. Sin embargo conviene aclarar en este principio que una cosa es el escrache llevado al domicilio del responsable político y otra la manifestación en la sede de un Partido o en la actividad política de cualquier dirigente. Creo que son cosas radicalmente distintas y no deberían aplicarse los criterios de análisis a los dos tipos de actuaciones. Pero sobre todo quisiera comentar cómo estas actuaciones tienen otras lecturas posibles.
La primera de ellas es la reacción totalmente excesiva y desproporcionada desde el poder establecido. Identificar y multar a un grupo de personas que se manifiestan delante de la casa de un político con los despliegues policiales que hemos visto en muchos medios es una muestra de abuso de la autoridad que desde el ejercicio de lo común se debe llevar a cabo. Otro tema es que, a la vista de un proceso que puede tener consecuencias no deseadas y en la voluntad de controlarlo, se puedan establecer normativas, ordenanzas o regulaciones formales que establezcan controles para el ejercicio de esta actividad de manifestación de opiniones y criterios. Porque las manifestaciones que se han producido son manifestaciones en las que los participantes exponen sus opiniones y lanzan sus proclamas. Distinta es la posible agresión o coacción física, las acciones sobre sus propiedades que ya están reguladas legalmente como acciones contra las que la autoridad puede y debe actuar.
Decir que una manifestación ante la sede de un partido político se debe desarrollar a 300 metros supondría que en Ciudad Real, por ejemplo, la protesta ante las sedes del Partido Popular o del PSOE deberían realizarse desde la fachada posterior de la catedral o desde la Plaza de San Francisco por ejemplo. Supongo que los vecinos de la zona sufrirán con estupor la manifestación ante los partidos políticos que se celebra en esos insólitos lugares. Controlemos el desarrollo de la vida en libertad y seguridad de nuestros ciudadanos, también de nuestros diputados y responsables políticos pero con medios proporcionados y sin que ello suponga despliegues policiales y controles o represiones sobre los demás ciudadanos. Porque decir que los escraches son nazismo puro eso sí que es rayarse y rallarnos a todos (scratch), ejercer la agresión y la coacción desde el poder establecido.
Porque la segunda reflexión que me sugiere esta situación es la distancia que se ha establecido y se quiere mantener entre los políticos y los ciudadanos. Nuestros diputados no son accesibles para que los ciudadanos les puedan hacer llegar sus opiniones y sus problemas. Dice el Ministro del Interior que no podemos coartar su capacidad libre de decisión. Pero tampoco les podemos hacer llegar nuestras opiniones de ninguna manera. En muchos casos ni los conocemos ni sabemos que piensan sobre determinados temas. En diversos medios se repite la imagen de un diputado (que resulta ser el Consejero de Educación de Castilla-La Mancha) comiendo en la estación de Atocha e increpado por una serie de ciudadanos. Los diputados de los partidos, obedientemente, respetarán las propuestas de sus partidos pero sin disponer de la posibilidad de escuchar y ponderar los problemas de sus votantes y las posibles soluciones que ellos plantean a sus problemas.
Probablemente si existieran mecanismos de acercamiento y diálogo, como lo hay en muchos países en los que la circunscripción electoral obliga al diputado a establecer unas relaciones directas y frecuentes con sus votantes, algunas de estas actuaciones no tendrían lugar. Y probablemente muchas de las decisiones de nuestros responsables obedecerían más a los intereses comunes que a los grupos de presión que sí tienen acceso a sus señorías. Resulta mucho más inteligente y eficaz la actitud del diputado popular navarro Josa Cruz Pérez de ponerse a dialogar con el grupo de personas que se acercan a él que insultarlos o acusarlos ante las fuerzas de orden público.
Vivimos tiempos complicados, tiempos en los que las decisiones de nuestros gobernantes están produciendo situaciones dramáticas para muchas familias. También deberían comprender las reacciones enérgicas de algunos de ellos que están en situaciones límites. Si en lugar de decisiones de ejercicio del poder de forma autoritaria y alejada se potenciara la participación y el diálogo, las situaciones se entenderían mejor y probablemente también se decidirían de otra manera.