La Universidad de Castilla-La Mancha ha comenzado, un año más, sus actividades en los diferentes campus de la región. Una institución que, aunque muchos siguen sin entenderlo, es fundamental para el desarrollo regional por múltiples razones: porque representa la posibilidad de muchos jóvenes castellano manchegos de acceder a la formación universitaria, porque puede y debe ser un instrumento de desarrollo empresarial aunando investigación y desarrollo (eso es emprendimiento de verdad) y porque está suponiendo una renovación de la realidad social y cultural del conjunto de los castellano manchegos.
Pero para muchos, una institución independiente, plural y crítica representa más un peligro que una oportunidad. Sorprende escuchar las visiones que tienen de la Universidad muchos de nuestros actuales dirigentes políticos o tertulianos de las más diferentes procedencias. Han querido extender una sombra de pesimismo sobre la institución universitaria que se hace patente en muchos aspectos.
La inauguración del curso académico el pasado 25 de septiembre ha sido una muestra de la situación en la que vive esta institución. El consejero y la alcaldesa entrando a escondidas en el Paraninfo de la Universidad por miedo a la gente que pudiera echarles en cara sus actuaciones. Siempre las autoridades han desfilado en el recorrido que los académicos realizan desde el Rectorado hasta el Paraninfo para iniciar el acto académico. Ahora tienen que hacerlo a escondidas por la puerta de atrás sin participar en el acto y con el miedo a la sociedad para la que gobiernan.
Un paraninfo con más del 70% de las sillas vacías en una sensación de abandono hacia la institución por parte de todos sus estamentos. Muchos de los asistentes lo hacían por respeto institucional o por relaciones con algunas de las personas que intervenían en el acto. Tres de los sindicatos de la Universidad habían pedido la no asistencia al mismo y la imagen de la sala vacía es casi tan provocadora como los gritos del grupo de personas que quisieron manifestar su repulsa al Consejero presente en el acto. Las actuaciones de la Consejería de Educación son capaces de suscitar todo menos entusiasmo. Las continuas decisiones de suprimir o reducir de forma considerable las becas, la subida de tasas, la supresión de plazas de profesorado pueden conseguir muchas cosas pero sobre todo están incidiendo de forma negativa en la calidad de la educación y la investigación en Castilla-La Mancha.
Un acto con discursos en los que la diplomacia académica e institucional dejaba entrever las posiciones de la Consejería de seguir aplicando los recortes a la institución, demandas de financiación suficiente para la misma y reclamación del reconocimiento de sus valores en esta sociedad y justamente en estos momentos de crisis reclamados por las autoridades académicas. Pero palabras no sólo diplomáticas sino imbuidas por ese miedo que suscita una forma de ejercer el poder que no escucha las opiniones y demandas de la sociedad y que no es capaz de establecer un diálogo real y constructivo que defina prioridades y fije elementos esenciales a mantener y potenciar.
Y una valoración posterior al acto en la que cada cual puede hacer las lecturas que considere oportunas pero que no se puede utilizar de forma tan antidemocrática con las valoraciones que se hacen de los comportamientos que cada persona ejercemos libremente. Algunos quieren apropiarse de las actuaciones y opiniones de los demás de una manera que es cualquier cosa menos respetuosa de los modos democráticos y de diálogo. Un grupo de personas, en su perfecto derecho, manifestaron sus opiniones contrarias a la presencia del Consejero, muchos (de esa mayoría silenciosa que reclama el presidente del gobierno) no asistimos al acto porque nos parece intolerable el comportamiento de nuestro gobierno autonómico con la Universidad. Pero hay algunos para quienes cualquiera de estos planteamientos les parecerán siempre malos. Y la forma de discrepar es atacar a personas o demonizar comportamientos de los que pensamos de manera diferente.
Lo cierto es que hemos iniciado un triste curso, con un clima en el que las carencias económicas de la Universidad han reducido a mínimos su actividad, en que el ambiente político de nuestros gobernantes que tienen que entrar por la puerta trasera a los actos y las manifestaciones posteriores de sus portavoces se alejan de los valores de una democracia plural y crítica de los que la Universidad debería ser ejemplo.