Las ciudades cambian y especialmente su tejido residencial se va modificando y renovando. Los nuevos planes urbanísticos introducen nuevos aprovechamientos en los solares y ello lleva a inversiones de nueva construcción demoliendo los antiguos edificios. Procesos como la gentrificación llevan al extremo este proceso generando plusvalías y expulsando a los antiguos propietarios. En Ciudad Real, los planes urbanísticos de la segunda mitad del siglo XX introducen nuevas alineaciones, alturas mucho mayores y, en aras de la modernidad, se produce una renovación intensiva de la trama urbana y de sus edificios. Por ello resulta especialmente interesante encontrar las viviendas resistentes a este proceso, los edificios residenciales, en muchos casos unifamiliares, que han resistido este cambio.
El filósofo Gaston Bachelard tiene un libro maravilloso sobre la casa, La poética del espacio. Y entre otras cosas dice: “Porque la casa es nuestro rincón del mundo. Es, se ha dicho con frecuencia, nuestro primer universo. Es realmente un cosmos. Un cosmos en toda la acepción del término. Vista íntimamente, la vivienda más humilde ¿no es la más bella? Los escritores de la “habitación humilde” evocan a menudo ese elemento de la poética del espacio. Pero dicha evocación peca de sucinta. Como tienen poco que describir en la humilde vivienda, no permanecen mucho en ella. Caracterizan la habitación humilde en su actualidad, sin vivir realmente su calidad primitiva, calidad que pertenece a todos, ricos o pobres, si aceptan soñar”. Recorro, sin querer ser exhaustivo, algunas de las viviendas resistentes de Ciudad Real.
Entorno de la catedral
Curiosamente algunos de estos ejemplos se encuentran en el entorno del templo catedralicio. Viviendas de siglos anteriores que han resistido el paso de los años. La primera de ellas, que el Catastro de Hacienda fecha en 1885, es la situada en la calle Prado 12.
Una vivienda que se sitúa frente a la ventana del camarín de la Virgen del Prado y que tiene en su margen derecho la presencia de la casa de Cultura proyectada por Fisac con quien convive amablemente en ese respeto de las alturas construidas. Una vivienda en esquina con las soluciones clásicas en su composición. Dos plantas, una vivienda en cada planta, con una superficie total de 587 metros cuadrados que da una idea de la generosidad de sus dependencias propias de ese momento final del siglo XIX en una posición privilegiada de la ciudad.
Frente a esta vivienda, en la calle Camarín número 1 otra vivienda que resiste incluso los empujes del solar que la rodea por todo su perímetro con voluntad de levantar nuevas construcciones. Una vivienda de 1920 con dos plantas y 325 metros cuadrados, propiedad familiar que se resiste a su desaparición. Soluciones clásicas en sus fachadas con ventanas en la planta baja y balcones en la superior.
También en el entorno de la catedral, pero en la calle Reyes la casa de los Ayala con su fachada de composición clásica con dos plantas y más de novecientos metros cuadrados de superficie hoy conservada y mantenida en uso. Una composición clásica con puerta de acceso en uno de sus extremos que sobresale ligeramente de la alineación de los nuevos edificios colindantes, pero que mantiene una línea de fachada consolidada por el edificio situado a su derecha y la casa Hernán Pérez del Pulgar. Grandes ventanas con rejas en la planta inferior y balcones en la superior definen un alzado regular que tiene el equilibrio clásico de las composiciones que parecen mantenerse con el paso de los años. Según el Catastro de Hacienda la casa es de 1930. Tres viviendas que tienen el privilegio de una zona central de la ciudad próximas al volumen catedralicio y al respiro de los jardines del Prado en su proximidad.
Morería, Bernardo Balbuena y Ciruela
En la calle Morería número 11 otra casa de 1920 recientemente rehabilitada, con dos viviendas que suman más de quinientos metros cuadrados de superficie y un gran solar que deja un espacio libre en su parte posterior con cerca de 540 metros cuadrados. Una vivienda con fachada sobria enfoscada y pintada que mantiene la dignidad de lo residencial construido con calidad y austeridad.
La casa de la calle Bernardo Balbuena 6 tiene dos plantas con un importante frente de fachada que según el Catastro es la más reciente de las que comentamos, una vivienda de 1956 con 370 metros cuadrados de superficie. Una fachada próxima a los quince metros permite una composición clásica y generosa de balcones y ventanas. Junto a ello un amplio espacio interior libre completa los más de trescientos metros cuadrados de solar de que dispone esta construcción.
En la calle Ciruela 26, en esa subida desde el Pilar a la antigua estación, en su parte final, viviendas de dos plantas que mantienen sus fachadas con cuidado exquisito. Un edificio de dos plantas con más de cuatrocientos metros cuadrados construidos para dos viviendas de dimensiones similares.
Las fachadas de ladrillo visto
En la plaza del Carmen 1, una vivienda de 1910 de dos plantas realizada en ladrillo visto que es un modelo de arquitectura residencial similar a otros edificios que se levantan en las primeras décadas del siglo XX en la ciudad. Edificios como el hotel Alfonso XX o el Banco de España o edificios residenciales como los de la calle Feria 1 y calle Feria esquina Mercado Viejo 6 o el de la calle conde de la Cañada resuelven sus fachadas con el ladrillo visto aplantillado. Una solución que quiere garantizar la permanencia de sus edificaciones con el uso de un material que permite decoraciones con sus elementos sencillos.
En la calle esquina Mercado Viejo un edificio, declarado Bien de Interés Cultural, con su planta baja como espacio comercial de diferentes usos a lo largo del tiempo. Un edificio de tres plantas con más de trescientos metros cuadrados de superficie, construido en 1920. En este caso las fachadas de ladrillo visto se combinan con zonas realizadas en ladrillo vidriado y una solución de esquina que introduce elementos formales de composición singulares.
Permanencias y resistencias
Son sólo ejemplos de permanencia, de espacios residenciales que se conservan y llegan ya a cumplir siglos de existencia. Son propiedades transmitidas y apreciadas generación tras generación. Edificios que nos hablan desde lo cotidiano, desde la vivienda y desde los usos residenciales de la ciudad de principios del siglo XX. Edificios estimados por sus propietarios y que resisten los embates de la especulación, del aprovechamiento lucrativo con la voluntad de ser residencias conservadas por la familia y que representan la voluntad de mantener sus espacios residenciales, convirtiéndose también en hitos y referencias de un pasado ya secular.
Bachelard decía: En esas condiciones, si nos preguntaran cuál es el beneficio más precioso de la casa, diríamos: la casa alberga el ensueño, la casa protege al soñador, la casa nos permite soñar en paz. No son únicamente los pensamientos; y las experiencias los que sancionan los valores humanos. Al ensueño le pertenecen valores que marcan al hombre en su profundidad. El ensueño tiene incluso un privilegio de autovalorización. Goza directamente de su ser. Entonces, los lugares donde se ha vivido el ensueño se. restituyen por ellos mismos en un nuevo ensueño. Porque los recuerdos de las antiguas moradas se reviven como ensueños, las moradas del pasado son en nosotros imperecederas.