Francisco J. Otero
Almagro
No están todos los que pueden ser, pero sí son los que están. El Festival de Teatro Clásico de Almagro echa el cierre a la 39ª edición, un año marcado por la conmemoración del IV Centenario de las muertes de Miguel de Cervantes y William Shakespeare, además de por el órdago de su directora, Natalia Menéndez, que dice que sigue sólo si se aumenta el presupuesto. De esto último, habrá tiempo para hablar, pues las cartas están repartidas, aunque todavía no se conozca la identidad de algunos de los jugadores. Hasta que no haya gobierno así será y conviene dejarlo para más adelante. De lo primero, sin embargo, hay mucho de lo que discutir. Los acontecimientos como centenarios, aniversarios y demás, provocan espectáculos concebidos “ad hoc” para los mismos. No es una circunstancia abominable “per se”, pero tampoco el mejor punto de partida en la creación artística.
De cualquier manera, esta edición del Festival ha reportado un puñado más que aceptable de buenas obras y una, al menos, magnífica. Hamlet de Miguel del Arco e Israel Elejalde, sin duda, se coloca a la cabeza de las propuestas festivaleras. Una obra, por cierto, que venía ya bien rodada. Y es que la falta de muchos estrenos ha sido una de las críticas más habituales escuchadas en los corrillos. Lo malo de no tenerlos es que se pierde la magia del inicio. Lo bueno, es que, habitualmente, los espectáculos están más afinados.
El Festival ha abierto sus puertas, también, a lo menos comercial. De la India llegó un Kijote Katakhali curioso y Ana Zamora presentó Nao de Amores, otra de sus investigaciones prebarrocas.
La apuesta por la danza y la música ha vuelto a salir bien y se atisba un camino por el que transitar en el futuro, aunque no será sencillo el encaje de espectáculos no teatrales.
Nos hemos atrevido a escoger diez obras. Es una elección como otra cualquiera. Cada una por una cosa, todas han hecho disfrutar a la mayoría de los que las vieron.
La Celestina
COMPAÑÍA
La Abadía
POR QUÉ HAY QUE VERLA
Se esperaba aún más de esta producción, pero la interpretación de José Luis Gómez y todo el trabajo que se percibe detrás es más que suficiente.
Kijote Kathakali
COMPAÑÍA
Margi
POR QUÉ HAY QUE VERLA
Había que verla porque es difícil que se vuelva a tener la oportunidad de disfrutar del exotismo del teatro Kathakali. Una fusión para reflexionar.
Malvados de oro
COMPAÑÍA
Apata Teatro
POR QUÉ HAY QUE VERLA
La visión panorámica que nos ofreció Daniel Albaladejo en el Patio de Fúcares sobre el mal en el teatro barroco dejó un ratro más amargo que la hiel.
Cervantina
COMPAÑÍA
Ron Lalá
POR QUÉ HAY QUE VERLA
El estilo y el lenguaje de Ron Lalá de nuevo puesto al servicio de la libertad cervantina. Libertad lúdica, pedagógica y necesaria, con una sonrisa.
Hamlet
COMPAÑÍA
Kamikaze Producciones
POR QUÉ HAY QUE VERLA
No hay muchas dudas de que la visión de Miguel del Arco es lo más valioso que ha pasado esta edición por el Festival, dejándonos un gran sabor de boca. Destaca Israel Elejalde, un actor que se entrega en cada proyecto y casi siempre co magníficos resultados. Una gran experiencia a pesar de las tres horas de duración en el caluroso AUREA.
La villana de Getafe
COMPAÑÍA
Joven Compañía Nacional
POR QUÉ HAY QUE VERLA
Está La villana…, pero podría estar Pedro de Urdemalas. Los jóvenes vienen pisando fuerte, sin complejos y con imaginación.
Ricardo III
COMPAÑÍA
Noviembre
POR QUÉ HAY QUE VERLA
Un placer encontrarse con un personaje de la inútil crueldad del Ricardo III, interpretado sabiamente por Arturo Querejeta.
Shakespare’s villians
COMPAÑÍA
Steven Berkoff
POR QUÉ HAY QUE VERLA
A pesar del calor de ese fin de semana y que a Berkoff se le notan los años, la clase del británico sobre la maldad es para recordarla.
Las Cervantas
COMPAÑÍA
DD&Company y EscénaTe
POR QUÉ HAY QUE VERLA
Quizás el ejemplo más siginificativo de la especial atención que esta edición del Festival ha prestado a la mujer que clama por la Justicia.
El alcalde de Zalamea
COMPAÑÍA
Compañía Nacional de Teatro Clásico.
POR QUÉ HAY QUE VERLA
Es la Compañía y es, sobre todo, Carmelo Gómez en su regreso al teatro. Gran actuación.
Un OFF de mucho nivel
La Veleta es ya un clásico lugar de peregrinación en la segunda parte del Festival, cuando el Off le toma el relevo al Barroco Infantil. Lo más arriesgado y en ocasiones lo más valioso, se puede encontrar allí.
Esta edición ha rayado a gran altura. No ha habido, bien es cierto, una obra asombrosa, una de esas como el Julio César de Baracco hace ya cuatro años , por poner un ejemplo, pero el público ha disfrutado, con algunas excepciones, de propuestas refrescantes, inteligentes y ambiciosas.
Al final, el jurado se decidió por Perra Vida, versión y dirección de El Casamiento engañoso de Cervantes que llevó a cabo Ángel Padilla, revitalizando el clásico. “Con una escenografía sencilla, pretendidamente pobre, pero eficaz, el montaje consigue reproducir, en cierta manera, esa visión épica del western, donde la inmensidad del vacío permite que los hombres curtidos y solitarios proyecten en el paisaje sus demonios”, decía nuestro crítico entonces.
Junto a Perra Vida, el Jurado otorgó dos menciones especiales: una para Iliria y otra para Verona.
Quijotesco Infantil
No fue la mejor edición del Barroco Infantil, una de los tesoros que no todo el mundo ha descubierto del Festival. En esta sección se han visto, otros años, joyas como Pulgarcito o El bosque de Grimm. En esta ocasión, la ganadora resultó ser, no sin cierta sorpresa para los espectadores habituales, Quijote, el vértigo de Sancho, una propuesta estéticamente muy atractiva, pero a la que le falló la conexión con la mayor parte del público infantil que acudió a la primera representación, pero no con el jurado, que se emocionó ante las aventuras de un Quijote y Sancho sin palabras pero con mucha imaginación.
Lo cierto es que no era fácil decidir, porque las obras presentadas tuvieron todas un nivel parecido, un notable digamos. Prueba de ello es que se concedieron nada menos que tres menciones especiales a Don Quijote en la patera, Y los sueños, sueños son y ¿Qué con Quique Quinto?.
El Barroco Infantil prosigue su consolidación en el Festival de Almagro. Ha cumplido ya cinco años y todo apunta a que seguirá haciendo las delicias de niños y no tan niños.