José Luis Gil, para muchos el presidente de la comunidad de ‘Aquí no hay quién viva’ y ‘La que se avecina’, encarna en el Espacio Miguel Narros del Festival de Almagro a Cyrano de Bergerac en una producción que concentra de manera fluida, contándolo “en toda su extensión”, el texto de Edmond Rostand con todo el poder y belleza de la palabra. “Irónico, pretencioso y casi odioso”, Cyrano pasa a ser el ser humano más tierno y romántico, con “el mundo interior más inmenso que se conoce fruto de un amor que no se atreve a desvelar a su destinataria”, indica Gil, para quien se trata de “uno de los personajes Top Ten” que un actor siempre quiere hacer sobre el escenario. Fabuloso con la espada y el verso, Cyrano cree, por un complejo físico, que no está a la altura del amor que siente, sufre de amor, se acomoda en la desgracia, e incluso tiene su parcela de infelicidad-felicidad escribiendo “de su pasión amada sin necesidad de más”.
Pregunta.- ¿Cyrano es superlativo?
Respuesta.- Lo es su nariz…, y bueno él en su conjunto también en su arrogancia e incluso si me apuras en su forma de vivir el amor, siempre en el buen sentido.
P.- ¿También en la forma de manejar el lenguaje?
R.- Es un poeta tremendamente culto y lo utiliza a veces en defensa propia. No permite que nadie haga bromas soeces, fáciles o bajas de nivel sobre su nariz, e incluso indica cómo se puede ser hiriente de manera irónica y brillante a la hora de hacer broma de algo que puede parecer muy curioso e incluso feo.
P.- ¿Es muy exigente?
R.- Sí, es arrogante, muy buen espadachín, un gran cadete y al que no le cuadra directamente le reta a un duelo. No tiene ningún problema, va ‘sobrao’.
P.- Para ser casi un superhéroe su apéndice le traiciona.
R.- No es que le traicione. Es una cuestión que se refleja quizás más hoy en día, donde hay más culto al cuerpo. Él hace de tener la nariz grande un problema y tiene miedo a que, siendo tan brillante, sea objeto de burla por un defecto. Tiene vergüenza al rechazo y el ridículo y no se atreve a expresar su amor. Le da tanto miedo que prefiere la incertidumbre o la posibilidad de que en algún momento pueda ser, aunque sea fantaseando, que el hecho de dar lugar a que se produzca el rechazo frontal que es algo que no puede soportar. Prefiere vivirlo a su manera, en la soledad, escribiendo su amor en las cartas y poemas, que no deja de ser una manera de vivir el amor.
P.- ¿Actualmente iría a una clínica de estética a retocarse la nariz?
R.- Posiblemente recurriera a ello o quizás no, asumiría perfectamente que él es así aunque eso implicara no poder disfrutar de ciertas cosas de la vida porque se autocensura en eso. No creo que se llegara a operar. Es arrogante, no presumido, viste de cadete, de forma cómoda y no le preocupa demasiado, aunque eso sí, presume mucho del penacho de su sombrero porque es peculiar, es el suyo, para que se le vea, no por presunción, sino para que se advierta de que ‘Cuidado, viene Cyrano’.
P.- En la mente de muchos, está Gerard Depardieu. ¿Qué diferencias hay entre su Cyrano y el tuyo?
R.- Hay tantos Cyranos como actores que lo interpreten. Depardieu hizo un Cyrano estupendo, con todos los recursos que ofrece el cine, y José Ferrer hizo otro Cyrano maravilloso por el que le dieron un Oscar cuando llevaba interpretándolo en Broadway mucho tiempo. Cyrano tiene mucho del actor que lo interpreta y cómo decide meterse en esa piel. En el caso de Depardieu, es como ir desarbolado por la vida pero muy seguro de sí mismo, con una parte romántica, que está tan bien escrita, más desarrollada en lo que él ofrecía con su corpulencia.
Ineludible esa parte arrogante, de sobrado entre comillas, en mi caso me siento más identificado con el Cyrano que sufre el amor por Roxana porque considero que el amor te mueve, es el motor del mundo y las personas. Todo es distinto cuando estás enamorado y es lo que te hace hacer cosas que no harías de ninguna otra manera.
P.- Un Cyrano herido y conmovido…
R.- Muy viviendo su amor tanto en la sombra como a través de un segundo personaje porque es una manera de vivirlo de una manera más cercana, haciendo que a través de otro sea productivo lo que escribe, lo que le permite estar más cerca de ese amor.
Tras la parte menos afable del personaje de la arrogancia y prepotencia, una fachada con la que se protege a sí mismo y se protege muy bien porque tiene muchos recursos, Cyrano tiene un mundo interno donde todo lo esconde, con el trasfondo del pesar de no poder ni siquiera atreverse a decir lo que siente por ella.
P.- ¿Tiene un componente quijotesco?
R.- Creo que Edmond Rostand hace sus pequeños homenajes a la novela de Cervantes, una obra que admiraba, y Cyrano, cuando al final hace una confesión sobre lo que ha sido su vida, se convierte un poco en Don Quijote, en lugar de peleare contra los molinos de viento, retando a la luna con una espada imaginaria.
P.- Como Enrique Pastor, presidente de la comunidad, ¿qué normas aplicarías en el mundo?
R.- Cuando algo no se entiende o no termina de entenderse, hay que estudiar la situación y aplicar el sentido común. Y eso suele funcionar bastante bien. Muchas veces se llega no por lo que uno quiera hacer, porque a veces no lo tienes muy claro, sino por todo lo que no quieres hacer. Vas descartando y por lo menos estás convencido de que no te embarcas en lo que a priori no quieres hacer.
P.- Por su parte, Cyrano transmite la entrega incondicional al amor
R.- En eso Enrique Pastor es muy Cyrano. Siempre es partidario del buen rollo, que todo sea amable y la cordialidad. Lo que pasa es que en ese edificio es imposible.
P.- ¿Y cómo ves al Rancio?
R.- Ni como Enrique Pastor, ni como José Luis Gil ni como Cyrano de Bergerac se puede entender un personaje como el Recio que tiene todo lo políticamente incorrecto en todos los sentidos en un solo personaje: homófobo, xenófobo, machista,… Lo tiene todo, lo que pasa es que ahí está la habilidad tanto de los guionistas como del maravilloso actor que es Jordi Sánchez de hacerlo simpático. Hacen tal caricatura y parodia que incluso hacen reír a los propios aludidos, les sacan una carcajada y la gente es muy agradecida.