No tienen nada que ver y hay cuatro siglos de distancia entre ellas, pero son dos revoluciones, la luterana y la soviética, que supusieron una ruptura con un legado vigente actualmente y que dividieron el mundo en dos. Lutero con su reforma propicia partir de 1517 una ruptura en la cristiandad medieval que se divide entre católicos y protestantes y Lenin, a principios del siglo XX, impulsa una alternativa al liberalismo que se estaba gestando en occidente, indicó Pedro Rojas, profesor de Filosofía de la Facultad de Letras.
Lenin y Lutero fueron dos hombres que “aprovecharon las circunstancias y también las crearon para generar dos grandes revoluciones”, agregó Karina Trilles, vicedecana de Letras, Facultad organizadora, junto a la Biblioteca Pública del Estado, de las Jornadas ‘Mundos rotos: La Revolución de Lutero y la Revolución Rusa’.
Historiadores, historiadores del arte, músicos, filósofos y artistas participaron en este encuentro multidisciplinar sobre ambas revoluciones que influyeron decididamente en el mundo ya que “hay un antes y un después de Lutero”, al igual que ocurre con la Revolución Rusa de 1917.
Sobre las condiciones históricas y radicales cambios que generó la revolución luterana, cómo Lutero y la imprenta “se beneficiaron mutuamente” y cómo influyeron las transformaciones en ámbitos como la música, se habló el lunes en Letras en la primera jornada del encuentro, mientras que la segunda estuvo dedicada a la revolución rusa. Pese a ser muy diferentes, Trilles citó algunos aspectos en común como que las clases dirigentes no dieron mucha importancia al principio ni a Lutero ni a Lenin, quienes, así mismo, manejaron “magníficamente” la propaganda. Lutero llegó a vender seis millones de ejemplares de sus obras en aquella época y popularizó los panfletos que ridiculizaban a la Iglesia Católica, recordó Trilles, que también destacó cómo Lenin potenció el arte e hizo del cine el medio de expresión de la masa, lo que le llevó a decir que si ambos viviesen en la actualidad “serían youtubers porque manejaban magníficamente los medios de difusión”.
Teoría y revolución
Por su parte, Rojas disertó en su intervención en la Biblioteca sobre los fundamentos teóricos en la obra de Marx y sus sucesores para idear la revolución y llevarla a cabo, así como los conflictos, problemas y tensiones al interpretar la teoría y propiciar en la práctica la revolucionaria transformación de la sociedad.
Rojas expuso que la obra de Marx permite muchas interpretaciones diferentes e incluso contradictorias entre sí, lo cual es una riqueza y a la vez una complicación. Riqueza porque permite que personas de mentalidad y orientaciones intelectuales y prácticas diferentes encuentren en el marxismo un techo en el que acogerse; y también es una dificultad teórica porque no son fáciles de conciliar estas interpretaciones diversas e incluso contradictorias de la obra de Marx.
Según indicó, la interpretación de Lenin sesga el marxismo en una dirección muy concreta hacia un cierto activismo, no tanto como una teoría científica que es lo que pretende Marx, sino como una teoría práctica de la revolución. Por su parte, Stalin, que “no es un teórico”, lo que hace es organizar una dictadura de partido único que estaba un poco iniciada con Lenin, pero que él lleva hasta el último extremo, “a unos niveles casi de paranoia con las purgas que hace al eliminar prácticamente al 80 por ciento de los dirigentes del partido”.
A su entender, entre lo más relevante de los cien años desde la Revolución Rusa, está “esa especie de atractivo, encanto y seducción que ha ejercido durante todo el siglo XX la revolución rusa y el comunismo” que se conserva, pese a “muchos desmentidos históricos”, hasta casi el mismo momento del desmoronamiento de la Unión Soviética.
A pesar de que las purgas de Stalin se conocieron relativamente pronto y lo que se sabía que pasaba en la Unión Soviética, “siguió alimentándose esa especie de mito que ha encandilado a generaciones enteras de europeos” y que sedujo a intelectuales, escritores y pensadores durante muchos años.
La mujer en el constructivismo ruso
Así mismo, la jornada sobre la Revolución Rusa contó, entre otros participantes, con la profesora de Historia del Arte, Alicia Díez de Baldeón, que destacó el activo papel que desempeñó la mujer a través del arte en el objetivo de construir un mundo nuevo después de la revolución. “No hay otra vanguardia con tanta presencia de la mujer como la del constructivismo soviético”, apreció Díez de Baldeón, que resaltó que la implicación de la población femenina fue “muy activa” con partiticipación en todos los niveles. Desde la arquitectura, pintura y escultura, hasta construir tipografías, portadas de libros, textos para revistas, poesía y, sobre todo, diseñan todos los elementos cotidianos con un propósito de producción de llevar el arte a todas partes. Este relevante papel femenino, siendo la mujer “uno más” en la creación, duró desde el período previo a la revolución del 17 hasta bien entrados los años 20, “más o menos con la llegada de Stalin”, con quien se volvió al realismo social y se diluyó la actividad artística de la mujer.