En una desternillante velada abierta de par en par al ingenio, el humorista aragonés Miki Nadal desgranó el viernes por la noche en el Teatro Municipal Quijano sus propuestas para elaborar una enciclopedia virtual, la ‘Mikipedia’, repleta de evidentes conocimientos que, pese a su cotidianeidad, no aparecen en los manuales.
Empezó con el fuego, algo que, dijo, siempre tiene dentro su suegra, de manera que en todas las estaciones despide el mismo calor, lo que suele venir acompañado de llama-da al yerno que cuando llega siente la presencia de unos gases que le hacen que todo durante mucho tiempo le sepa a repollo. También recreó el descubrimiento del fuego en la prehistoria, apuntando la teoría de que en aquella época se hablaba o gruñía andando para atrás mientras que se pensaba sin decir esta boca es mía caminando hacia adelante; reparó en la antediluviana atracción de las mujeres por los bomberos, aunque descubrió que es ante los uniformes; y propuso que los extintores sean de otro color, como verde fosforito, para no equivocarse en medio de las llamas con otro objeto ardiendo al rojo vivo y que se pongan en letras más grandes las indicaciones sobre su uso, instrucciones que, por regla general, se suelen obviar curiosamente en casi todo excepto cuando se viaja en aviones low cost, donde cada advertencia se graba como si fueran las últimas palabras que se fueran a escuchar en la vida.
No faltaron en sus argumentaciones curiosidades del cine como que al disparar balas con silenciador la víctima no se queje o que al que se le dispara caiga hacia atrás si está enfrente, en el mismo plano, mientras que si está subido a cualquier altura se desplome hacia adelante. El hallazgo de la penicilina por Fleming y el invento de la rueda para el transporte dieron también mucho juego en sus humorísticas deliberaciones a Nadal, que indicó cómo cambian las ruedas de prensa si el que responde lo hace a través de un plasma y describió los diferentes comportamientos de hombres y mujeres en las ruedas de reconocimiento y ante el hándicap de cambiar una rueda pinchada.
Entre otras propuestas, Nadal planteó, a su vez, una nueva definición para el bricolaje para aquellos que quieren ser ‘manitas’ sin mirarse las ‘manazas’ y optan por ahorrar con una ‘obra’ que les termina resultando más cara que si la encargasen a un profesional; escenificó la fragilidad de un aficionado ante la terminología precisa de, por ejemplo, un ferretero; e hizo una descriptiva relación tanto de las herramientas inútiles que se van atesorando como de la brutalidad al tratar de realizar determinados apaños, lo que conlleva que personas como él lleven puestas tantas inyecciones antitetánicas, sin reparar en las de recuerdo, que podrían meterse y bracear en una bañera de cuchillas oxidadas sin perecer.
Los inventos que a la postre sirven en bastantes casos para otras cosas como las bolas de remolque de los automóviles que algunos emplean para que otros se lo piensen a la hora de aparcar cerca, su irreverencia ante lo light que hace pagar lo mismo por menos, por casi nada o por nada, y su desapego a deportes que obligan a correr para llegar al mismo lado, como las maratones con la salida y meta situadas en el mismo sitio, o que proponen cargar con un enorme peso para dejarlo en el mismo lugar, como ocurre en el levantamiento tradicional de piedras vasco, salieron a relucir también, junto a otras cuestiones, en su irónica diatriba para lograr una mayor verosimilitud, a su juicio, en el saber enciclopédico. Un conocimiento y sus formas de transmisión que se desplazan y llegan a través de múltiples programas, juegos y funciones de las redes sociales y la comunicación, cuyos nombres enlazó como letra con la música de ‘Pescador de hombres’ para finalizar un espectáculo que divirtió, a veces con risas irrefrenables, al público ciudarrealeño.