Los nombres en el mismo cartel de Juan Echanove y Gerardo Vera ya dan una idea del espectáculo total, Sueños, que se va a poder ver sobre las tablas de la Antigua Universidad Reancentista (AUREA) y, aunque se trata de un maravilloso puzle que se va componiendo ante los ojos de los espectadores, lo cierto es que al final se echa de menos una pieza clave que habría hecho que el montaje no quedara algo incompleto.
Y esa pieza hay que buscarla en el propio texto -complejísimo y de escasa teatralidad ya en origen- que provoca que en muchas ocasiones le sea imposible al espectador seguir esta obra dialéctica y así podría apreciar en los continuos movimientos que se observan en las sillas del patio de butacas -más elevado del que habitualmente hay por la incomodidad que las caracteriza-.
Vera hace increíbles esfuerzos por poner en escena esta obra que conjuga desde la feroz crítica social de Quevedo a su época -y que en sus principales defectos no dista tanto de la nuestra- hasta la poesía que le hizo famoso, pasando por un retrato de la última época de su vida y un sinfín de alegorías, inconexas en la mayoría de las ocasiones lo que tampoco contribuye a que sea fácil seguir la narrativa de la obra.
Sin embargo, la mayoría del público termina olvidando este aspecto que no acaba de ser redondo en una propuesta como Sueños gracias al talento sublime que sobre las tablas demuestra el actor Juan Echanove, quien está apoyado por un buen elenco de actores que deja imágenes en la retina como la despedida de Quevedo de Aminta (Lucía Quintana) o la mordacidad y el histrionismo del Diablo (Óscar de la Fuente).
Sin embargo, el brutal trabajo que pone sobre la tablas Echanove -físico e intelectual- ya sólo justificaría en sí misma no perderse este montaje en el que desarrolla uno de sus mejores papeles y que le sirve para corroborar -porque ya está más que demostrado- por qué es uno de los grandes de la escena española.
Fantasmas y obsesiones de sus sueños
La historia se inicia con un Francisco de Quevedo, físicamente muy afectado, que está recluido en un sanatorio -que podría parecer mental pero que queda abierta también la posibilidad con una gran piscina central a que sea de reposo- desde el que repasa su texto Sueños.
Y precisamente es desde ese texto desde el que le abordarán los fantasmas y obsesiones que rondan por su mente, haciendo un triple viaje: el onírico a través de sus sueños que protagoniza un infierno blanco plagado de seres surgidos de la locura y de los pecados capitales de la época; el de las alegorías poéticas de su obra; y el de los últimos momentos de su vida.
Saltos en el tiempo, en los planos o en las realidades que se ven sobre el escenario pueden confundir por momentos al espectador, si bien la belleza de lo que se ve sobre el escenario -con una plasticidad estética sublime gracias al uso de distintos códigos y lenguejes como las proyecciones o la danza-, y la intensidad que imprime Echanove -que se contagia por toda la escena- hacen que Sueños sea una propuesta escénica que merezca ser vista y, sobre todo, disfrutada y paladeada: Porque no acaba en el escenario, el espectador se lleva a casa más de una reflexión a su término.
Esta coproducción de la Compañía Nacional de Teatro Clásico (CNTC), La Llave Maestra y Traspasos Kultur, basada en “Los sueños” de Francisco Quevedo”, se representará hasta este domingo en la Antigua Universidad Renacentista de Almagro hasta este domingo por lo que, si queda alguna entrada, es un montaje que merece la pena ver, aunque sólo sea para disfrutar del talento en todo su esplendor de Echanove con la dirección de Vera.