Ramón Ruiz
El Festival Internacional de Teatro Clásico de Almagro es sinónimo de calidad escénica y un año más la programación ha vuelto a cumplir con el objetivo de acercar a este rincón manchego algunas de las más lúcidas miradas a los clásicos del panorama nacional e internacional.
En esta 39 edición ha pesado más el cerebro que el corazón. Se ha echado algo en falta la brillantez emotiva que, en ediciones recientes, estuvo mucho más presente. Pero lo que ha se ha perdido de entraña se ha ganado en reflexión y pensamiento crítico. Hemos tenido más ideas que lágrimas.
El principal foco de esta interrogación escénica ha estado en Cervantes. Su vida y su obra han sido continuamente revisitadas, desde todas las perspectivas. En este viaje por el universo cervantino nos hemos topado dos libérrimos guías: Ron Lalá y Micomicón. También rapeando nos adentramos en su obra y el manco ha estado detrás de los ganadores del Barroco Infantil y el Almagro OFF. Este extenso recorrido por la obra de Cervantes, nos ha permitido constatar la libertad que habita en su obra y también la vigencia de su crítica mirada sobre una España actual que conserva alarmantes similitudes con la del siglo XVII.
Otro eje de reflexión de esta edición ha sido la naturaleza del mal. Mucho se hablado en escenarios y ruedas de prensa sobre los malvados. Steven Berkoff abrió la puerta con sus Shakespeare Villan’s y posteriormente Daniel Albadalejo continuó con Malvados de oro. También en este ámbito podemos enmarcar dos de las mejores interpretaciones del Festival. La de Arturo Querejeta con el despiadado Ricardo III, y la de Israel Elejalde del atormentado Hamlet, un magistral montaje que ha sido la “ballena blanca” de esta edición.
Los escenarios del festival también han servido para ayudarnos a repensar nuestra relación con lo femenino. La programación nos ha ofrecido propuestas muy interesantes en torno a las vivencias internas y externas de las mujeres. Las Cervantas, Rosaura o Las harpías de Madrid son tres ejemplos, muy diferentes, de este repensar la relación entre géneros. También en este ámbito, el espejo de los clásicos, resulta muy enriquecedor para tomar conciencia de lo que sucede hoy en día.
En cualquier caso, estas líneas generales están repletas de excepciones y a lo largo de 25 días hemos tenido todo tipo de momentos. Por eso, un año más, acabamos el festival agotados, pero con las alforjas del espíritu a rebosar de experiencias, ideas y emociones.