- “Algunas personas no enloquecen nunca. Qué vida verdaderamente horrible deben de tener.”
Los aficionados de Valdepeñas FS no son ese tipo de personas. Los aficionados de Valdepeñas FS suelen enloquecer. Y ser felices. A veces las dos cosas a la vez. Porque su locura es felicidad. Porque para ellos, los días de partido son días alegres. Especiales, si son fuera de casa. El día de Rivas fue así, especial. Y muchas cosas más. Aquel partido dejó huella, como la película a la que sigues dándole vueltas días después de haberla visto.
En Rivas, la gente de Valdepeñas fue mayoría. El Parque Sureste sonó a Virgen de la Cabeza. Los tambores de Rivas parecieron pequeñas hormigas ruidosas. La idea de pasar una bonita tarde de fútbol sala se desvaneció pronto. Duró cinco minutos, lo que tardó en llegar el 1-0. A partir de ese momento pasaron muchas cosas, pero que en realidad siempre fue la misma. Sufrimiento. La afición de Valdepeñas se pasó toda la condenada tarde sufriendo. Siempre con el lastre del marcador en contra. Siempre con una incómoda sensación de desasosiego. Siempre con calor y ruido en aquella pequeña caja de resonancia que era el pabellón. Siempre con el partido instalado en altos niveles de intensidad, de velocidad, sin apenas pausa. No faltaron momentos delicados, con forma de dos postes y una expulsión. Expulsión que lo desencadenó todo. Dos minutos de inferioridad para Valdepeñas, que fueron como estar en un maldito corredor de la muerte esperando el momento de la ejecución. Y el juego de cinco. Valdepeñas lo usó con la seguridad que da saber hacer algo bien. Con paciencia, amasando la jugada, sabiendo esperar el momento adecuado. Y llegó. Llegó en dos ocasiones. Y cuando por fin acabó el partido, la gente fue feliz. Enloqueció y fue feliz. La angustia de esa tarde, el que por momentos no hubiera fuerzas ni para seguir nervioso, recordó mucho a lo vivido el fin de semana de Elche.
Elche. Precisamente Elche. Ese es el rival de este sábado. No sería del todo cierto decir, que la temporada de Elche está siendo decepcionante. En septiembre, ya fue sospechoso de ser uno de los equipos que no iba a estar arriba. Y eso fue porque comenzó la temporada con muchos cambios y algunas incógnitas por despejar. La primera, en el banquillo. Ya no estaba Jordi Durán. Su segundo, Pablo Conejero, ocupó su lugar. Pero comenzar la temporada desde el principio, tomar decisiones y asumir en primera persona sus consecuencias, no era lo mismo que ser delegado de campo, ni lo mismo que dirigir al equipo juvenil, ni siquiera ser interino en Primera División por unos cuantos partidos. La segunda incógnita, en la pista. Se fueron cuatro jugadores importantes. Cristian Rubio, Adrián, Manu García y Juanito. Jugadores de los que más minutos habían jugado. Jugadores que sumaban casi la mitad de los goles que Elche había marcado. Y los fichajes no parecían mejorar a los que se fueron. Salvo Josema, pívot de goles y experiencia. Este sí que lo mejora, y mucho. Pese a todo, seguramente nadie esperaba que a estas alturas de campeonato, solo la diferencia de goles fuera la que evite que Elche ocupe puestos de descenso.
Pero ese Elche no es el mismo que va a jugar en Valdepeñas. La diferencia está en Carlos Sánchez. Desde noviembre su nuevo entrenador. Un tipo, que desde hace años forma parte del paisaje humano del fútbol sala nacional. Como jugador, marcó el gol que hizo campeón de Europa de Clubes a Talavera. Aquella fue la primera copa de Europa que ganó Joan Linares. Como entrenador, en Primera y en Segunda, solía llevar a sus equipos al playoff por el título, a la Copa o al playoff de ascenso. Un tipo con las ideas muy claras, al que le gusta “defender arriba”, exigente con el jugador y buen motivador. Carlos Sánchez todavía se siente jugador. Por eso siempre le ilusiona tener la oportunidad de entrenar, porque para él “es lo más parecido a ser jugador, que es lo que realmente me gusta”. A Carlos Sánchez le gusta transformar los problemas en oportunidades. Y Elche tiene muchos problemas.
Valdepeñas haría mal en mirar a Elche pensando que, poco a poco, se le están hundiendo los pies en el descenso. Que solo ha ganado dos partidos. Que estuvo sin ganar nueve seguidos. Que marca pocos goles. Porque si frente a ti, tienes un equipo con Rafa Fernández, Jesús García, Rubi, Juanjo, Kiwi, Óscar Ruiz, Josema y Cristian Cárdenas, no puedes pararte a pensar cuál es su lugar en la clasificación. Tampoco debería pararse a pensar Valdepeñas que es el líder. Porque todavía no es el momento. Porque puede llegar a confundir. Porque en esta temporada, ningún líder lo fue más de dos jornadas. Mejor que eso, sería jugar impregnado del espíritu de una foto. Una de las de Aurelio. Una de las que sacuden el alma con solo mirarla. La del 2-2 en el primer partido del playoff con Elche. La de la estrategia de banda y juego de 5. La de la vaselina a un gigante. La del grito de Mimi y la camiseta roja de Nacho Pedraza. La de Kike reuniendo en un grito la tensión acumulada de todo el Virgen de la Cabeza. Esa foto es el camino. En este partido y en todos los que quedan. Ojalá que todo salga bien.
