“Por cierto, antes de que te vayas, a ver si encuentro la carta de Miguel Muñoz y te la enseño”. Un minuto después, José López Carreño aparece con dos hojas escritas con tinta casi violeta, con una letra de las de entonces, cuando la caligrafía estaba a la altura de la ortografía y los ordenadores no uniformaban el cómo se escribe. Del qué no es este el reportaje. Miguel Muñoz, aquel hombre con una flor en el culo, según el presidente de la Federación Española de Fútbol, Pablo Porta (“Mejor tener eso que otra cosa”, le respondió Muñoz), el hombre de las tres copas de Europa como jugador, el de las dos como entrenador de su Madrid, el seleccionador del 12-1, le escribía a José López Cava, a Jolopca, el corresponsal de Manzanares por excelencia, el hombre de Marca en la provincia, el representante de jugadores, para decirle que estaba muy bien en el Celta, que su objetivo era seguir progresando. Al año siguiente, con Jolopca del brazo y Pahiño a su vera, Miguel Muñoz recalaba en el Madrid.
José López Carreño (19/08/1959), Jolopca dos palitos, el hijo de Jolopca, es así. Atesora una ingente cantidad de maravillas, en su casa y en su memoria, a las que trata con cariño pero sin reverencia. Y lo mismo te enseña la carta de Miguel Muñoz que el primer libro de fútbol que se publicó en España, siempre con la sonrisa del que disfruta con lo que hace, sin obligaciones, como cuando coleccionas cromos en la infancia, algo que Jolopca intenta seguir haciendo, “pero es que no hay manera de encontrar con quién cambiar”.
Sin duda, gran parte de la culpa la tiene su padre, el ambiente en el que creció, rodeado, en Manzanares, de periódicos y fútbol por todas partes. “Como todos, empecé a jugar al fútbol, pero era muy malo”, confiesa Pepe López. Quizás dando patadas no fuera el mejor, pero el fútbol ha conformado gran parte de su vida, una pasión alentada por los datos, los números, los libros, los pines, los banderines o los pósters, quizás la manera más pura de vivir este deporte. “Me entretengo por las tardes”, explica a su manera Jolopca, cuyo entretenimiento no es cualquier cosa, no es como el que echa la partida en el bar o hace puzles. El entretenimiento de Jolopca lo ha llevado, entre otras cosas, a ser el tesorero de Cihefe, el Centro de Investigaciones de Historia y Estadística del Fútbol Español, un club a la manera de los ingleses, de esos que ponen el foco donde de verdad merece la pena: en las pasiones, las aficiones, y no en el trabajo, donde la gente realiza mecánicamente sus funciones mientras sueña con lo que hará cuando acabe su jornada laboral. “Me buscaron, pero tuve que hacer hasta un discurso”, como si fuera la RAE.
Es el tesorero en gran medida porque Jolopca dos palitos, Pepe, se gana la vida en un banco, donde lleva trabajando desde que cumplió los 18 años, primero en Manzanares, desde hace bastante tiempo en Ciudad Real. Al principio, alternaba el trabajo con las crónicas para la agencia Mencheta. La primera de ellas, de un Manzanares-Móstoles que terminó 2-0, con 12 años, el 10 de noviembre de 1971. José López Carreño firmó como Jolopca II para Lanza. “Luego me casé y me cansé, porque todo eso lo hacía gratis, sin cobrar nada”, desgrana. En el Cihefe, Pepe López ha encontrado a bastantes aficionados como él, que se dejan las pestañas por los datos y las historias, porque sus muchas horas echadas por las tardes en Ciudad Real han sido, casi siempre, un “placer solitario”, como hacer versos y otras cosas que decía Gil de Biedma. “Sí, la verdad es que sí. Apenas hay gente con la que compartir esto que me gusta a mí”, confirma Pepe, que en otros tiempos, y aun ahora, echa en falta “hemerotecas importantes, como en Madrid, donde uno puede consultar un dato que le falta o curiosear sin más”. Con todo, mucho ha cambiado Internet y la digitalización. “Ahora todo es diferente, más sencillo. Antes, te intercambiabas pines por cartas con otros aficionados. Páginas como todocoleccion facilitan mucho las cosas”, comenta Pepe López, que es, sobre todo, un coleccionista, además de investigador, cuyos artículos pueden leerse en Cuadernos de fútbol, la revista digital del Cihefe, además de los que ha publicado en Lanza.
La colección de José López Carreño se ha ido extendiendo por toda la casa, colonizando espacios, es de suponer que ante la reticencia de los otros habitantes de la misma. “Mi hija está fuera estudiando y le he colonizado la habitación”, apunta con una sonrisa pícara, de esas que te salen cuando no puedes evitar hacer algo. La fabulosa acumulación es variopinta y se esconde por todas las estanterías, los armarios y los huecos de su casa.
La parte principal de una colección que esta pidiendo a gritos espacio, la componen los libros de fútbol. Son más de 1.600 de casi cualquier tema. Pasan de 70 los dedicados al Madrid, del Barça hay 26, del Atleti 33, pero hay un buen número casi de cualquier equipo, del Betis al Sporting, del Osasuna al Oberena, del Manchester al Burgos. Tal vez la mayor parte se dediquen a los Mundiales y las Eurocopas. Ese es el tema predilecto de Pepe López, que lleva una laboriosa estadística de la selección. Tiene casi cualquier dato. En carpetas guarda todos los partidos de la selección, con sus crónicas, estadísticas, fotografías… T guarda registro de todos los de la liga. De todos menos de uno, del que no encuentra una crónica con ficha, un Hércules-Racing que se jugó un 3 de diciembre de 1939 y que terminó 3-1. Casi puede responder a cualquier consulta. Si le dicen una fecha, Pepe puede decirles qué partidos internacionales se han jugado, al menos de las selecciones más importantes, o si les interesa los minutos jugados por alguien en concreto o qué árbitro pitó aquel partido.
“El primer Mundial que recuerdo con claridad es el de México 70. Desde entonces, sigo con todo el interés los Mundiales y las Eurocopas”, recuerda Pepe López, aunque cuando empezó de verdad a “acumular papeles” fue tras el Mundial del 74. Precisamente el primer libro de fútbol que leyó fue el que Pedro Escartín le dedicó al Mundial azteca. “Ahora lo veo y está lleno de errores, pero por entonces era genial tener aquellos datos”, recuerda Pepe López
Entre los libros, los dos primeros que se publicaron en España sobre el fútbol: Football, Baseball y Lawn Tennis (1912) de Alejandro Barba y el Football Association (1914) de José Elías.
Pero los libros son solo una pequeña parte de una colección que incluye más de 3.000 pines, de equipos y federaciones de cualquier lugar del mundo. “Esta es del Xelajú Mario Camposeco. Y todas estas son de Guatemala”. “¿Sí? No sé, son muchas. Lo tengo apuntado”, responde y va a buscar sus “fichas” de catalogación, donde por cuadros y filas se van sucediendo nombres que remiten a territorios lejanos, en los que habitan recuerdos, algunos ni tan siquiera vividos: el CSKA, el Santos, la Italia dominadora… conviviendo con la liga hondureña, el fútbol africano o asiático. “En Europa del Este, el metal debía de estar más barato porque las insignias son más grandes”, bromea Pepe.
Hay, además, banderines, “no demasiados, un par de cientos”, y pósters, de equipos y trofeos., un par de cientos”, y pósters, de equipos y trofeos. Fotos enormes de Carranzas con los colores saturados, el Valencia de la 68/69 y cosas así. Camisetas, no. La afición de José López va más por el papel, comenta él mismo, mientras recomienda libros, descarta otros, aparta algunos para mostrar unas impolutas carpetas blancas con datos diversos.
“Y en el futuro, ¿qué vas a hacer con todo esto”, pregunto. “Mira tú, ¿qué voy a hacer?” Se me ocurren una cuantas respuestas que incluyen secciones en bibliotecas, centros de estudio, mecenas con puro y frac, pero antes de responder, se desliza Pepe a por la carta de Miguel Muñoz, “antes de que te vayas”, y cuando la trae es cuando entiendo que Pepe López, Jolopca dos palitos, no ha ido formando una colección para “entretenerse”, sino que en esas tardes ha ido armando una poderosa máquina del tiempo, hecha con banderines y jirones de Marcas, con pines y álbumes de cromos, que conduce a cada cual al tiempo en el que le era permitido soñar sin compromisos. Y todo eso lo hizo, y lo sigue haciendo, como quien no quiere la cosa, con toda la importancia que tiene, pero sin nada de la pompa y el reconocimiento que parecen perseguir otros, sólo por el hecho de jugar, la actividad más seria a la que puede dedicarse un hombre, aunque no todos lo sepan.