Algo está cambiando en el mundo financiero. Si hasta antes de la crisis, las entidades bancarias copaban hasta el 80% del total de la financiación a particulares y a empresas, en la actualidad, este porcentaje no llega al 60%, cuando en países como Estados Unidos y el Reino Unido este porcentaje está por debajo del 30%.
Esta aparente anglosajonización de las finanzas encuentra su explicación, entre otras muchas cosas, en la consolidación de las nuevas tecnologías como canal preferido de los que buscan fondos y de la cada vez mayor necesidad de obtener una respuesta mucho más ágil de las peticiones formalizadas.
Son estas circunstancias, unidas al cierre del grifo del crédito por parte de las entidades financieras, las que han permitido que los créditos rápidos se consoliden como una fórmula ideal para obtener dinero rápido. Ya no son los bancos los únicos que ofrecen financiación; las empresas de créditos rápidos se han extendido como churros para garantizar que todo aquel que necesite dinero, pueda conseguirlo. En ocasiones, hasta en mejores condiciones.
No son competencia de la financiación bancaria
En realidad, los créditos rápidos no compiten de manera directa con los préstamos tradicionales, ya que mientras los primeros son de una cuantía más bien reducida, con un coste bastante elevado y con un plazo de amortización de menos de un mes (o, como mucho, si permite renovación, de dos meses), los segundos van dirigidos a un cliente potencial que necesita más dinero, a mayor plazo y, por tanto, con un coste mucho más reducido.
Además, las garantías y la finalidad que se requieren en uno y otro caso difieren de manera sustancial. Así, mientras las entidades financieras suelen exigir un nivel de solvencia elevado a sus clientes, además de destinar el dinero a una finalidad concreta, los préstamos urgentes se conceden a un grupo mucho mayor de personas con perfiles financieros diferentes (incluso hay créditos rápidos con Asnef, para gente que figura en ficheros de morosos) y para financiar cualquier tipo de compra, sin ningún tipo de requisito.
En cualquier caso, las finalidades tampoco son las mismas. Los préstamos rápidos van dirigidos a clientes que tienen necesidades puntuales y limitadas de liquidez para, por ejemplo, pagar un arreglo, unas pequeñas vacaciones o, simplemente, para tapar algún agujero. Los préstamos bancarios, por su parte, se constituyen para financiar la compra de un coche, el pago de los estudios de nuestros hijos o la adquisición de una vivienda en propiedad, entre otras muchas cosas.
¿Qué explica la explosión de los créditos rápidos?
Además de la rapidez en la concesión y la flexibilidad en su finalidad, el éxito de los minipréstamos obedece a una serie de factores:
– La tecnología Instantor: los créditos urgentes suelen utilizar la tecnología conocida como Instantor, que permite analizar de forma rápida el perfil de solvencia de cada solicitante para aprobar o rechazar la solicitud de forma casi instantánea.
– Desde cualquier lugar y momento: ¿que estás en el extranjero y necesitas 200 euros? No hay ningún problema, puedes conseguirlos. Solicitar un préstamo nunca fue tan sencillo: tan solo es necesaria una conexión a Internet y un dispositivo con el que acceder a una web, algo de lo que hoy en día todo el mundo dispone.
– Sin cambiar de banco:como las empresas que conceden estos créditos no son exactamente entidades financieras, es necesario tener una cuenta bancaria en la que se abone el importe del préstamo rápido. Además, la devolución se suele realizar mediante transferencias desde una cuenta nuestra a una cuenta de la empresa. Por esta razón, no es necesario cambiar de banco, domiciliar recibos o contratar ningún tipo de producto vinculado al mismo, como sí ocurre con otros productos bancarios.
Nuevas opciones para nuevos perfiles
En definitiva, los créditos rápidos se han posicionado como una alternativa a la financiación bancaria. Ahora bien, hay que tener en cuenta que todavía no están preparados para cubrir la sequía del crédito que han provocado las entidades financieras. Y que sus altos honorarios no los hacen recomendables para su uso habitual, sólo para ocasiones puntuales.
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