Carmen Solís / Lanza
En un primer momento, pensé en escribir un artículo sobre el tema de moda este año para este especial de Navidad de nuestro diario, la crisis. Empecé hablando sobre las “escalofriantes” (como diría el gran Pedro Piqueras) cifras del paro. Intenté analizar a los culpables, llámense Los Mercados, el FMI, Goldman Sachs, Mario Draghi, el Banco Central Europeo, Bruselas, el G20… y a los que intentan solucionar el problema creado antes de que estallara todo hace tres años. Pero nunca me han gustado los números, los manejo bastante mal, casi siempre tengo problemas para llegar a fin de mes. No tengo ni idea de economía, y según están las cosas ahora mismo tampoco quiero tenerla.
Paradójicamente a la situación actual, el tema que domino es el consumo, escribo sobre empresas, vendo sus productos en cada publirreportaje que les hago y alabo la calidad de los servicios que ofrecen en cada frase. Estas fechas, Navidad, son unos días de consumo por excelencia, de excesos en las compras, de sueños, de encuentros, de diversión y de placer. Son fechas, bueno eran, en las que nos permitimos gastar un poquito más en todo. En ocio, en regalos para nuestra familia y amigos, en lotería…pero el escenario de juego ha cambiado, estamos en un punto de inflexión. Como diría una buena amiga “estamos en San Benito y la carroza no pasa”, no avanzamos, consumimos con miedo, estamos aterrados y lo que hace unos años eran fechas de gastos irremediables, ahora se han convertido en lujos inalcanzables para la mayoría y en gastos muy controlados para otros, dividiendo la sociedad entre los que viven el drama del desempleo y los que tienen la suerte de no haberlo perdido todavía.
Pero la llave de la primera puerta, aunque sea una puerta muy pequeña, aunque sea una ventana, la tenemos nosotros, la llave para salir de este Laberinto del Fauno lleno de monstruos que nos atemorizan. La llave está en vencer el miedo, en mover nuestro dinero y en movilizar el consumo para volver a arrancar la máquina de una sociedad que necesita engrasarse para volver a funcionar. Es cierto, la última palabra no es nuestra, la última llave la tienen los de “arriba”, los que nos miran como a fichas dentro de un juego de mesa, los que nos mueven por el tablero según las reglas que ellos inventan, los que en realidad tiran los dados de este Monopoly gigante, los que se han jugado nuestro Estado del Bienestar a la mejor carta y ahora somos nosotros los que sufrimos las consecuencias.
En un primer momento, pensé en escribir sobre todo esto, pero cuando te dan la oportunidad de escribir sobre lo que te apetezca le das muchas vueltas a la cabeza, y piensas, que hay muchas más crisis que nos acechan además de la económica o financiera en este momento. Porque una situación de incertidumbre, de desconfianza y de desinformación nos lleva a crisis más graves. A la indiferencia, a la pérdida de empatía y a pensar en uno mismo sin contar con el grupo ni en trabajar en equipo.
Hay crisis de todo tipo, crisis de valores, crisis personales, crisis de amistad, crisis de los 40 o crisis de los 30 como la mía. La mayoría de la gente, solucionamos los pequeños problemas tomando unas cañas y hablando del tema como si todo se viera de otra forma con unos cuantos grados más en sangre. Una amiga mía decía que, lo que no se pueda solucionar tomando un cubata, no tiene solución, y si no tiene solución no hay por qué preocuparse más. Pero sin excesos claro, porque de un tiempo a esta parte no sabemos si podremos contar con una Sanidad Pública como la que hasta hoy conocemos para curar nuestros excesos el día de mañana.
Todo cambia, el mundo, la sociedad está en continuo movimiento y con ella, nuestras vidas, que giran a la misma velocidad, viendo que lo que ayer te parecía tan importante, o tan atractivo o tan sincero, hoy se ha vuelto oscuro e insignificante, cambiando tu forma de pensar sobre las verdades universales que defendiste a capa y espada en el mismo lugar que hoy te encuentras.
No es que la gente a tu alrededor cambie más que nosotros, todos seguimos un ritmo constante, que en realidad se mueve a la misma velocidad que una pluma que cae desde un punto hasta el suelo atraída por la gravedad. Y, esa gravedad de las cosas, es la que en cada momento le asignamos a cada problema que surge, porque un dolor más fuerte siempre enmascara un dolor leve, y por ende un problema grave, siempre te hará más pequeño el que ayer consideraste que iba a hacer que tu mundo desapareciera tal y como lo habías conocido hasta ese día.
Así que, para esta Navidad, si te encuentras en un estado de crisis, lo mejor es pasar el mal trago acompañado de los que más quieres y más te quieren, compartiendo lo que se pueda, ya sea un Moët Chandon o una copa de Sidra el Gaitero, compartiendo con los que necesitan de tu compañía o de tu ayuda.
Se avecina un año duro, más incluso que este que acabamos de pasar, algunos entraremos a él sin trabajo, otros entraremos a él debiendo dinero, otros entraremos a él sin ilusión, pero sobre todo muchos entraremos a él cabreados, es el mejor mecanismo de defensa y nos aporta algo de esperanza psicológicamente. Ya que el enfado es un estado con un final, se acaba pasando, y es bueno poner fin a las malas situaciones y sensaciones.
Si estás en crisis de identidad intenta volver a encontrarte. Pero sobre todo consigue ser mejor persona cada día. Pide a los Reyes poder mirarte al espejo cuando te levantes cada mañana y tener claro que todo lo que has hecho este año lo has hecho bien, que has tomado las mejores decisiones y que no has dejado a nadie en el camino que en realidad mereciera la pena conservar, seguro que tengas la crisis que tengas, si eres capaz de hacer esto, pasarás una mejor Navidad.
Para otro tipo de dudas, recomiendo algo que a mí me sirve en muchas ocasiones: Escena de Piratas de Caribe: La maldición de la Perla Negra; Norrington le dice a Jack Sparrow; “Sin duda sois el peor pirata del que he oído hablar”. A lo que Jack responde; “Pero habéis oído hablar de mí.”