Desde hace años, en los especiales taurinos de LANZA de los miércoles, venimos dando especial importancia al principal protagonista de la fiesta taurina: el toro. Por ello no es raro encontrarse en estas páginas con cierta frecuencia reportajes de ganaderías tanto provinciales como de fuera de nuestros límites, habiendo aparecido vacadas de gran renombre junto a otras menos conocidas pero igualmente dignas de consideración.
Este invierno nos hemos planteado publicar una serie de reportajes especiales en el que pretendemos hacer un recorrido por los principales encastes del campo bravo español, señalando sus orígenes y principales características tanto morfológicas como de comportamiento, e ilustrando los textos con fotografías de las ganaderías más representativas de cada encaste, y que hemos ido recopilando en los archivos de LANZA en los últimos años después de recorrer no pocos miles de kilómetros en las visitas realizadas a las vacadas en cuestión.
Y para empezar esta serie que tendrá continuidad los miércoles durante todo este invierno, si bien alternaremos otros reportajes, hemos elegido el encaste al que pertenece la que pasa por ser, a buen seguro, una de las ganaderías más respetadas por el aficionado y conocidas por el no aficionado: la de Victorino Martín.
El encaste Albaserrada
Aunque no podemos decir que el encaste de Albaserrada sea exclusivamente Victorino Martín, ya que ahí están igualmente las vacadas de Adolfo Martín y –en menor medida- la de José Escolar-, si ha habido una ganadería señera en los últimos veinte años del siglo XX, ésa fue la del popular “paleto de Galapagar”, un carnicero que se hizo ganadero de reses bravas empezando desde abajo y, con no poco esfuerzo, algo de suerte, y mucha inteligencia, se convirtió en el ganadero más admirado de aquellos años, y si me apuran, también de los que llevamos de nuevo siglo.
Sin embargo, a pocos escapa que la vacada insignia del encaste Albaserrada no atraviesa su mejor momento. Antes, hace no mucho más de cuatro o cinco años, su nombre siempre figuró en la nómina de ganaderías triunfadoras de la temporada española y francesa. En la actualidad, cuesta más trabajo ver una corrida completa e interesante del hierro de la A coronada. A veces sí se lidian ejemplares sueltos de nota, pero es mucho menos usual encontrarse con corridas completas, aunque con excepciones, como por ejemplo el año pasado la corrida que se lidió en la feria de Abril de Sevilla u otra lidiada en Madrid.
A pesar de lo dicho, nadie puede dudar de que se trata de una de las ganaderías insignes del campo bravo español, y que sus pupilos han dado –y darán todavía- muchas tardes de triunfo. En esta primera parte del reportaje de los miércoles de LANZA dedicado a este encaste hablaremos de los orígenes de esta rama de vacuno de lidia.
Orígenes
Sin querer ahondar demasiado en su fundación, sí diremos que los orígenes del encaste de Albaserrada se remonta a 1912, cuando el Marqués de mismo nombre compra una porción de la ganadería de su hermano, el Conde de Santa Coloma. El Marqués muere en 1920 y la vacada pasa a manos de José Bueno, más tarde a las de su viuda, Juliana Calvo, posteriormente la heredaron los hermanos Escudero Calvo, y en último término, entre 1961 y 1965, acabó en poder de Victorino, Adolfo y Venancio Martín, quienes culminaron con éxito la tarea de recuperar la ganadería.