El pasado 2 de abril Moral de Calatrava acogía la celebración de un festejo taurino con un atractivo añadido: el debut en público de Carlos Aranda, un incipiente torero daimieleño de catorce años que el año pasado fue seleccionado por José Miguel Arroyo “Joselito” para entrar en un grupo de elegidos que disfrutarían de una beca de estudios en un centro de alto rendimiento en Guadalajara. Pero no son unos estudios al uso, sino con un añadido. Se trata de cursar el año escolar correspondiente, alojarse en una residencia de estudiantes, y formarse como torero.
Esa formación incluye, además de las clases lectivas de enseñanza secundaria, tres horas de estudio y tres horas de entrenamiento taurino por la tarde. Se cuida, por tanto, la formación integral de los ocho alumnos becados, quienes tienen procedencias tanto de dentro de España como de fuera, ya que hay tanto españoles como un mexicano y un francés.
Aquel debut en público generó una riada de elogios con respecto a este aprendiz de torero. Los que estuvieron presentes, entre ellos un muy buen aficionado como es el daimieleño Juan Moya, hablaban de naturalidad, de desparpajo, de elegancia, y lo cierto es que las fotos de aquel día tienen enjundia.
Parece que este becerrista pudiera regenerar la ilusión de los aficionados ciudarrealeños, ya que la ilusión, aunque siempre presente, sube y baja, como todo en esta vida, y no viene mal que de vez en cuando surja algún revulsivo que avive la llama. Y en LANZA queríamos ver torear en directo a Aranda. Así que asistimos a un reciente tentadero que tuvo lugar en la finca Pinos Bajos, cerca de Fernán Caballero, donde pasta la popular ganadería de Víctor y Marín. Y allí, efectivamente, pudimos apreciar la calidad del toreo que interpreta este Carlos Aranda, a quien le pudimos ver cosas muy interesantes, como por ejemplo una gracia natural que muchos desean y pocos poseen. Por supuesto hubo deficiencias corregibles y totalmente lógicas, como por ejemplo una tendencia a no bajar la mano que el propio Aranda reconoció y que está intentando corregir, o la sensación de que la embestida de las vacas más que conducida era acompañada. Aún así, la impresión con la que abandonamos Pinos Bajos fue la de encontrarnos con un muy prometedor proyecto de torero que puede llenar muchas tardes de toros en nuestra provincia y fuera de ella y que, a pesar de su corta edad, parece tener las cosas muy claras y la cabeza bien amueblada. El tiempo será quien confirme o derribe esta expectativa. No obstante, ojalá tengamos que seguir hablando de Carlos Aranda muchos años. Será buena señal.
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