Dice nuestro diccionario, que eufemismo es: “manifestación suave o decorosa de ideas cuya recta y franca expresión sería dura o malsonante” y el DLE me ha resuelto el afán de decir algo de vez en cuando en Lanza. ¿Cuál es el eufemismo del que quiero hablar? ¿Cuál es la recta y franca expresión oculta por el eufemismo al que me refiero?
El eufemismo que he elegido, se llama libertad de expresión y lo que oculta es tener que decir: fulano, perengana, hacen lo que les da la gana. No veo yo que resulte duro o malsonante, al contrario, esta afirmación sin tapujos forma parte de las muchas expresiones españolas englobadas en el dicho de “al pan pan y al vino vino”. Aunque ahora se dice así, pero no se extrañen si con el tiempo pasan a llamarse “elementos básicos de la nutrición mediterránea”. Es decir, que cuando un hijo se dirija a sus padres disimulando sus responsabilidades con explicaciones confusas éstos le contestaran: cuéntanos lo esencial en base a los “elementos básicos de la alimentación mediterránea”, lo cual –efectivamente- quitaría mucho morbo al asunto. Otro eufemismo sutil.
La mayoría de la gente no necesita disimular casi nada pero, ya que tenemos este argumento de la libertad de expresión que nos da importancia metafísica, usémoslo. Recurramos a lo que nos convenga, pero avisando; porque puede ocurrir que unos quieran deleitarnos con su libertad y otros no queramos. Ahora bien, si un artista anuncia su libertad diciendo por ejemplo: les muestro mi obra que da un pelín de asco, o mi collage de fotos camufladas que reflejan algo que no es cierto, o mi aportación a la mitología que es una reproducción de venus con defectos físicos evidentes, etc… los necesitados de emociones fuertes irían presurosos a las galerías de arte contemporáneo y los que llamamos arte a otras cosas iríamos a los museos clásicos y a los anticuarios. Y todos contentos.
Otras opciones de libertad
Caben otras opciones de libertad, como por ejemplo: engrandecer, achicar o tergiversar algo o a cualquiera por el mero gusto de hacerlo. Pero a alguien que no conoces, porque ni siquiera te has puesto a su alcance, resulta más visceral que deseo de fama en las redes sociales. Ese muchacho que difundió por internet su cara coronada de espinas aclarando que no se explicaba tanto alboroto si ni siquiera tenía mucha idea de quién era el suplantado, no está en sus cabales.
Yo no le hubiera sometido a un juicio al uso, le hubiera pedido al Defensor del Pueblo que le obligara a pasearse por zonas concurridas con un letrero en la solapa que dijera “soy un imbécil, libre de hacer lo que me de la gana”.
Es absolutamente necesario que cuando los de expresión liberada vayan a separarse de lo que se entiende en general, se expliquen para lo que doy otros ejemplos: aquellos directores de orquesta, intérpretes de ópera, afinadores de instrumentos, etc… que se sientan libres de cambiar una nota por otra, o un compás por otro, que dejen constancia en el programa de lo que pensaban hacer y digo pensaban porque supongo que se quedarían sin admiradores. Y aquellos expertos en cirugía plástica que se les ocurra poner la nariz de sus pacientes como la de las Señoritas de Aviñón, que se lo digan previamente a las interesadas porque a lo mejor no les gusta y los hacen ir a urgencias.
No perdamos el humor porque es un consuelo que hayamos tenido coetáneos como Forges que nos han hecho reír y sonreír a todos sin coartadas.