Un curioso caso sucedido en Ciudad Real se desarrolló posiblemente entre los siglos XV y XVIII. Fue el proceso de los pleitos de las parroquias de Santa María del Prado y de San Pedro Apóstol por la primacía de la procesión del Corpus Christi, que se celebraba organizado por el Concejo desde la Edad Media, concedido por los privilegios de los reyes de Castilla.
En efecto, Ciudad Real se unía al regocijo de la Iglesia votando celebrarlo como carga pública. Pero pronto surgirían discordias entre la parroquia de San Pedro Apóstol, el Concejo y la propia parroquia de Santa María del Prado, por errónea interpretación de aquellos privilegios, que tantos problemas llegaron a originar en siglos pasados, empeñadas ambas en realizar sus respectivos desfiles procesionales. Citamos que en 1738 hubo de intervenir Roma para solventar el impopular y debatido caso.
Para hacernos una idea, debemos considerar que la festividad del Corpus era celebrada entonces con una importancia tal que superaba incluso a la popular festividad patronal de la Virgen del Prado, aunque tanto aquella como ésta constituían parte de los votos del Concejo. Pero hacía tiempo, la parroquia de Santa María del Prado ostentaba el título de “la Mayor” y no era este un privilegio gratuito, sino fruto de viejos pleitos. La iglesia de San Pedro alegaba siempre “…que ninguna de las tres parroquias de Ciudad Real tenía razón de “ser la primera”, porque fueron fundadas al mismo tiempo”…
Entablados los pleitos entre estas dos parroquias, fue resuelto momentáneamente organizando la procesión con salida de Santa María del Prado, pero dirigiéndose directa a San Pedro, donde se celebraba una solemne misa, para proseguir las dos parroquias con sus estandartes unidos y desfilando por las calles de la ciudad. No obstante, se prolongaba excesivamente esta parada en San Pedro, que las autoridades eclesiásticas decidieron poner en conocimiento del Vaticano este enquistado caso parroquial de Ciudad Real. Roma decidió finalmente “que desfilará una única procesión con su salida y organización desde la parroquia de Santa María”.
También esta celebración planteó problemas de origen profano, surgidas en el siglo XVI por el gremio de barberos, que por vieja costumbre debía ejecutar unas danzas durante la procesión del Corpus del año 1530, pero estos barberos se negaron a ello, desconociendo nosotros las causas. Pero volvamos hasta las procesiones del Corpus del año 1738. que se celebraban al mismo tiempo, por lo cual el arzobispo Bernardo Froilán de Saavedra, informó el veinte de mayo de ese año, al cardenal Guadagni, que se debía prohibir definitivamente.
Desde antiguo, Santa María del Prado siempre señalaba su antigüedad y como la tradición marcaba que la reina Doña Berenguela y su hijo Fernando III, “mandaron que esta ermita se llamase de Santa María del Prado, y que fuese parroquial, y en ella hubiese administración de sacramentos…” Es presumible que el templo o ermita de entonces tuviese la primera categoría de parroquia en tiempos de Villa-Real.
Sabemos que la sentencia primera del controvertido caso del Corpus Christi fue dado en Roma el siete de septiembre de 1743. En el documento firmado por el cardenal Antonio Rufo, de la Santa Iglesia Romana, designado expresamente por el papa, dice: “…en presencia de Nos, entre la Venerable Iglesia y el clero de Santa María del Prado, singular Señora y Protectora de la plaza fuerte de Ciudad Real y Restauradora de cada uno de los reinos de Castilla de una parte, y entre la Venerable Iglesia de San Pedro de la misma plaza fuerte de Ciudad Real…” En esta sentencia, Roma da definitivamente zanjado el largo pleito en el que se advierte a ambas partes que “la sentencia es definitiva y no podrá ser recurrida”. Razonada o no la sentencia fue favorable a la iglesia de Santa María del Prado, siendo papa en aquel tiempo Benedicto XIV.
José Golderos Vicario es miembro numerario de la Real Asociación Española de Cronistas Oficiales
