Alberto Garzón (IU) se ha confesado a si mismo, como lo hace Angel Garó en Sálvame, con las preguntas que le van a hacer en estos días y un ensayo de respuestas que alguien -¿él?- ha filtrado a los medios de Comunicación adelantándose a un debate que no le gusta.
Anuncia por escrito que la alianza electoral de Izquierda Unida con Podemos no es, como se pensaba, un embarazo que debe progresar y que, un año después, IU es menos IU aunque tenga más escaños en el Parlamento. La evidencia de esa mejora de parlamentarios no se ha correspondido con un respaldo a sus iniciativas por parte del resto del Podemos de Iglesias y se han visto reducidas a bien poco. Lo dice el propio Garzón al mismo tiempo que sostiene que el modelo de Podemos desde Vista Alegre II no es su modelo de organización y, sin mencionarlo, ve cómo se aleja esa idea inicial de una izquierda social que confluye e influye.
En todas las familias, grandes o pequeñas, hay un líder y así se le denomina en política para poder entendernos. Garzón lo es en IU y lo era cuando le advertían de que IU iba a una confluencia de cartón piedra y plasma, que perdería votos por los cuatro costados y que los problemas financieros no se resuelven en trincheras ajenas. Dejó de escuchar. Dejó que se marcharan y no le importaron ese millón de votos supuestamente destinados a IU que no llegaron en las elecciones inmediatas a la alianza. Posiblemente Garzón dejó de ser líder el día que no escucho, no después.
Podríamos preguntarnos en qué momento el “programa Anguita” de la confluencia destinado a Podemos e Izquierda Unida se fue separando del plan, o, también, si Garzón ha descubierto que Vista Alegre II ha consagrado en silencio a un nuevo califa que lidera en nombre del PCE que sostiene -aún hoy- a Garzón. Ha tardado en reaccionar, llevado de la cortesía, mientras ha podido. Parece que es ahí donde más le duele al dirigente de IU: ver que Podemos no ha conseguido, ni con el apoyo de IU, aprovechar las penurias orgánicas y políticas del PSOE y que su quinta esencia (la IU que fue) no ha tenido ocasión de hacerlo ni protagonizar el intento.
Más que un lamento, la autoconfesión de Alberto Garzón es un mea culpa en público sin esperar a que su organización le ponga la penitencia, por si es más dura que su traición. Le urge recuperar un poco de espacio político, de la estima que su organización despertaba, incluso cuando los seguidores del PSOE no estaban dispuestos a taparse la nariz con el voto. Pero el tiempo corre contra Garzón, más que contra IU, que podrá reposar, nuevamente dividida, en la nube de la izquierda imposible.
Aurelio Romero Serrano (Ciudad Real, 1951) es periodista y escritor. Ha publicado dos libros de poemas (*Siempre hay alguien” y “Nòmada”) y la novela “Si pudiese hablar de ti” (2015), basada en la guerra civil y posguerra en Ciudad Real y la provincia de Córdoba. Prepara la edición de su segunda novela “Espérame ayer” y de la obra “Recuentos. Versos y prosas”, compuesta por poemas y relatos cortos de los dos últimos años.