Las conocidas como “gambas duende” son pequeños invertebrados de agua dulce. Se trata de crustáceos branquiópodos anostráceos (sin concha) que presentan unas características sorprendentes. Por ejemplo, surgieron hace millones de años y mantienen unas estrategias muy curiosas para garantizar su supervivencia en condiciones extremas, como es la falta de agua, siendo animales acuáticos.
Así, su vida puede durar unas horas o unos pocos días. En ese escaso tiempo, machos y hembras se aparean –también hay casos de partenogénesis-y la hembra deposita los huevos, también conocidos como “quistes”, que pueden aguantar muchos años sin eclosionar. Eso explica que puedan aparecer en pequeñas charcas alejadas de ríos y arroyos en los momentos propicios.
En realidad eligen estos hábitats estenoicos por no tener prácticamente enemigos en ellos. Una parte de su éxito y supervivencia a lo largo de millones de años se encuentra en la particularidad de que no todos los huevos eclosionan a la vez, de manera que, ante una situación como la vivida la semana pasada, unas lluvias suficientes para formar charcos temporales pero que se secaron muy rápidamente, sigue habiendo huevos con posibilidad de eclosionar con las condiciones propicias.
El pasado mes de mayo de 2016 encontré a estos curiosos invertebrados en un charco que llevaba siguiendo bastantes días ya que había una puesta de sapo corredor (Epidalea calamita). Durante unos días vi que había otros animales. Hice algunas fotografías con dificultad debido a que el agua presentaba una turbidez considerable, las que luego supe que eran gambas duende no dejaban de moverse, son pequeñas, de hasta dos centímetros, y una parte mayoritaria de su cuerpo es prácticamente translúcido, con una coloración difícil de seguir con el objetivo macro.
En las fotografías se apreciaba la existencia de machos y hembras. Las hembras son fácilmente reconocibles por presentar un órgano, el ovisaco, como una placenta casi transparente en el que porta los huevos, mientras que los machos tienen una cola de un color anaranjado más visible. En el ovisaco se puede ver el fenómeno de la luminiscencia, con una preciosa coloración azulada. Son animales filtradores y que se alimentan de materia orgánica en descomposición. Nadan boca arriba, y con los once pares de patas se desplazan y crean una corriente de agua que les permite que llegue el alimento a la boca. Sus ojos compuestos, vistos muy aumentados gracias a las fotografías macro, se ven como separados del cuerpo, pedunculados. Además cuentan con otro ojo naupliano o medio.
Crustáceos branquiópodos
Después de unas cuantas búsquedas infructuosas en internet pedí ayuda al doctor en Ciencias Biológicas Máximo Florín Beltrán, de la UCLM. Tras comunicarme que se trataba de crustáceos branquiópodos volví a la búsqueda y encontré tanto imágenes como noticias muy interesantes y artículos científicos al respecto.
Contacté entonces con el investigador principal de uno de los artículos encontrados, Juan García de Lomas Latín, que identificó el género y la especie, tratándose de Branchipus schaefferi. Además, la identificación fue confirmada por una de las máximas autoridades en este grupo animal, el experto Miguel Alonso, autor del volumen de Fauna Ibérica del CSIC, “Crustacea branquiopoda”, de 1996. Era, efectivamente, una gamba duende.
La “Branchipus schaefferi” es una especie de amplia distribución, abundantemente citada en la península Ibérica pero en la mitad norte, siendo la de Piedrabuena la primera cita de la provincia de Ciudad Real. El género “Branchipus” está formado por siete especies de distribución paleártica, de las que dos se pueden encontrar en España. Una de ellas es endémica.
Este año de 2017 en Piedrabuena, estas gambas duende ya han eclosionado dos veces, que sepamos, la última la semana pasada, aunque no llegaron a su pleno desarrollo en esa ocasión.
Este año de 2017 en Piedrabuena, Ciudad Real, estas gambas duende ya han eclosionado dos veces, que sepamos, la última la semana pasada, aunque no llegaron a su pleno desarrollo en esa ocasión. Si lo hicieron a finales de marzo. Por cierto, la puesta de sapo corredor tampoco prosperó. Al día siguiente, a primera hora de la mañana, con la salida del sol, ya había unas hormigas retirando los restos de las pequeñas gambas duende.
Sorprende prácticamente todo lo relacionado con estos animales que pasan tan inadvertidos. Pensemos en un charco pequeño, de poco más de un metro cuadrado y unos seis o siete centímetros de profundidad en los mejores momentos, en mitad de un camino de tierra que, dependiendo de las lluvias, suele pasar la mayor parte del año seco. Sobre el charco pasan animales y vehículos a motor.
En cuestión de unas horas, lo que parecía inerte se llena de vida. Allí “aparecerán” (eclosionarán de los huevos de décimas de milímetro), además de las gambas duende, otros animales entre los que hay más branquiópodos también increíbles. La vida nos sorprende en cada rincón. Y a veces un simple charco con aspecto de sucio se revela tan interesante y rico como un prístino y recóndito paraje.
