Durante el último año este periódico ha entrevistado a más de medio centenar de alcaldes de Ciudad Real, en su mayoría de las localidades más pequeñas. En estas conversaciones con los máximos representantes municipales han relatado la actualidad de sus pueblos, como las últimas obras realizadas, las previstas para los siguientes meses, cuáles eran sus necesidades y su situación económica.
Un repaso general que ha servido para analizar la evolución de los municipios de la provincia y su camino futuro. En este punto un mismo fantasma inquieta a todos: la despoblación. En el transcurso de las entrevistas con los alcaldes, en pocas ocasiones introducían la despoblación entre los problemas de sus municipios. Pero cuando ante la pregunta directa sobre esta problemática se cernía sobre sus figuras un inmenso pesar. Una gran preocupación ante un problema evidente que se vive día a día en sus municipios, a la que suman la trágica sensación de impotencia de no disponer de soluciones.
Es poco lo que los ayuntamientos de los municipios pequeños pueden aportar para parar la despoblación. De sus escasos recursos económicos algunos consistorios tratan de ofrecer ayudas a la natalidad, rebajas en el IBI o reducciones de impuestos para facilitar la instalación de empresas que creen puestos de trabajo. Y es que, como coinciden todos los alcaldes, la primera parte de la solución consiste en facilitar trabajo. Si hay empleo hay motivo para permanecer en el pueblo.
La despoblación es una problemática que sobrepasa a los ayuntamientos y, por este motivo, los alcaldes reclaman al Gobierno acciones encaminadas a frenar la despoblación de la España rural. ¿Cómo? No saben qué responder, aunque una de las claves es el empleo. Es esencial para parar una bola de nieve que hace tiempo comenzó a rodar y que cada vez es más difícil de detener.
Y es que en la actualidad, casi la mitad de los pueblos de la provincia, 42, tienen menos de mil habitantes. A mediados del siglo pasado, sólo cinco municipios de la provincia contaban con menos de un millar de vecinos (Cañada de Calatrava, Caracuel de Calatrava, Navas de Estena, Valdemanco del Esteras y Villar del Pozo, sin contar con Ruidera, Llanos del Caudillo y Arenales de San Gregorio, que en aquella época no eran pueblos independientes).
La tendencia de la despoblación rural, lejos de parar, aumenta. En los últimos veinte años, los 42 municipios que ahora tienen menos de mil habitantes han perdido un 22 por ciento de su población y ahora sólo tienen 21.638 vecinos. Si en 1996 estos municipios representaban el 5,7 por ciento de la población de la provincia, en 2016 bajó hasta el 4,2 por ciento.
Si nos remontamos al fin de su época de esplendor habría que hablar de los años 60. Entonces estos 42 municipios representaban en 10,6 por ciento de la población de la provincia, que por entonces tenía 80.000 habitantes más que en la actualidad.
Desde entonces el goteo de población en los pequeños municipios ha sido constante y siguiendo el mismo denominador común: la emigración para la búsqueda de empleo. Un éxodo que ha cambiado el panorama de los pueblos, que han visto como poco a poco cerraban sus tiendas de ultramarinos, las mercerías, bares, se quitan líneas de autobús y, lo que más preocupa a los alcaldes, el cierre de las escuelas, lo que supone su verdadera sentencia de muerte cerrando la puerta a la llegada de las nuevas familias.
Pero este panorama desolador podría ser mucho peor. En las distintas entrevistas con los alcaldes aseguraron que su supervivencia estaría ya muy comprometida de no ser por la ayuda de la Diputación Provincial. Una institución cuyas ayudas a través de sus distintos planes les permiten invertir en sus municipios, realizando obras necesarias y creando empleos.
Paralelamente detectan la intención del Gobierno regional de apoyar a los pueblos, consciente de la acelerada evolución de la despoblación, y esperan que este apoyo continúe aumentado y que, del mismo modo, también se implique aún más el Gobierno central.
Tampoco olvidan los alcaldes la importante ayuda de la Unión Europea con sus programas de ayuda, como los fondos Leader o los Focal, entre otros, que también han sido esenciales para promover infraestructuras y favorecer la creación de empresas.
Este apoyo de las distintas administraciones está siendo fundamental para que los pueblos de la provincia traten de mantener su compostura y reduzcan la velocidad de una despoblación que no para. Sin embargo, eso, no para y desde las zonas rurales lanzan un ‘SOS’ ante unos años que son vitales para su supervivencia como núcleos de población.
En esta coyuntura, el catedrático de Geografía de la UCLM, Félix Pillet, lleva años abogando por una reorganización de los municipios pequeños y que éstos pivoten en torno a las grandes localidades de la provincia (Ciudad Real, Puertollano, Alcázar de San Juan, Tomelloso, Valdepeñas…).
A su juicio es prácticamente la única manera de que estos núcleos rurales puedan sobrevivir. El catedrático subraya su apuesta por potenciar los “núcleos urbanos rectores” más importantes, es decir, aquellos que tienen más de diez mil habitantes y, a partir de ahí, intentar dar solución a los problemas de los numerosos núcleos rurales (en España casi el 70% de los municipios tienen menos de 2.000 habitantes).
Pillet aseguró que el problema de la despoblación se conoce desde hace tiempo y se ha ido arrinconando. Sin embargo ya no se puede arrinconar más, ha llegado el momento de comenzar a dar pasos, porque este fenómeno se irá agudizando.
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