Aprovechando el tiempo de reflexión al que invita la Cuaresma -a los creyentes- como paso previo a la celeebración de la Semana Santa, me detengo en esta ocasión también en la comarca de Calatrava a propósito de los días festivos que tenemos por delante. Si la pasada semana era Miguelturra protagonista por lograr que su Carnaval fuera declarado de Interés Turístico Nacional, ésta me invita a acercarme a la proyección que ha logrado la Ruta de la Pasión Calatrava, ahora que empiezan a conocerse ya detalles sobre su próxima celebración.
Desde su declaración como fiesta de interés regional, en 2007, esta ruta ha ido avanzando en una sucesión de acuerdos en el terreno político, social y religioso que convergieron años después, en septiembre de 2016, en la declaración de interés nacional de la que hoy disfruta.
Este reconocimiento vino a coronar los esfuerzos de una comarca en la que gracias al trabajo y la generosidad de todos incluidas las localidades que ya disfrutaban de un reconocimiento de interés regional, como son Miguelturra y Calzada de Calatrava que no dudaron en sumar esfuerzos a la causa, dieron forma a lo que con el tiempo ha sido una ruta singular que se articuló en torno a diez poblaciones que dibujaron un recorrido comarcal, único en este tipo de distinciones turísticas de carácter nacional.
Como saben, la Ruta de la Pasión no basa sus cimientos solo en el apartado religioso. Los aspectos culturales, gastronómicos y estéticos le van a la par y también la definen como tal, gracias al trabajo desarrollado durante muchos años que se ha sumado a las aportaciones de las hermandades y las cofradías de la comarca. Está claro que cada una de éstas cuenta con elementos propios de su localidad pero todas disfrutan de una singularidad común como son los ‘armaos’, a los que se une el uso de las mantillas, las teatralizaciones de la pasión de Cristo -los “prendimientos”- o el juego de las Caras.
Presumo que no ha debido ser fácil conformar la Ruta de la Pasión Calatrava, como tampoco debió serlo ahormar en su momento las distintas sensibilidades de cada uno de los municipios para ponerlas al servicio de todos y en beneficio de la comarca.
Es precisamente lo tienen en común estos diez municipios lo que ha hecho que la ruta sea singular pero, entiendo, que ha debido ser necesario mucho diálogo para lograr el consenso necesario que posibilite sumar sin renunciar a las características propias de cada hermandad o de cada pueblo. Y aquí radica, también, la grandeza de esta ruta, imprescindible hoy en la Semana Santa ciudarrealeña.
Tejido asociativo y político de los integrantes de la ruta
La ruta calatrava no solo ha sabido lograr acuerdos entre hermandades y cofradías sino también con el tejido asociativo y político de los municipios y ya saben que el consenso, el aceurdo, no es fácil en un tiempo, como el actual, más propicio a la bronca y el escándalo. Recuerden en este sentido la reciente polémica que se suscitó en el último pleno celebrado en el Ayuntamiento de Ciudad Real por la eliminación de la subvención de 5.000 euros para bandas de música de la Semana Santa, -a pesar de que no se ha recortado la subvención nominativa a las cofradías-.
La polémica relacionada con la Semana Santa se está arrastrando toda esta legislatura y recientemente ha llegado hasta provocar una “burla despreciable” hacia la figura de la alcaldesa de la capital, y eso sin tener en cuenta la ofensa a los sentimientos religiosos que la burla pueda suponer. Aún así, no creo que el cofrade de a pie respalde este tipo de actuaciones tan alejadas del espíritu que representa la Semana Santa, prueba de ello puede ser el respaldo que muchos de ellos dieron a la primera edil ciudarrealeña el pasado sábado durante la presentación del cartel, acto en el que, por otro lado, se escucharon mensajes muy conciliadores como el que pronunció el consiliario, Fernando García-Cano.
“No es de nadie ni se puede apropiar nadie de manera partidista lo que es de todos como la Semana Santa”, decía mientras lamentaba el daño que hacen en la opinión pública los “falseamientos de nuestras auténticas relaciones” basadas en el cariño, puesto que “si no fuéramos capaces de esto estaríamos haciendo de la Semana Santa un gran cuento”.
No sé si el modelo calatravo, al que me refería, alejado de disputas territoriales y políticas podría ser exportable pero no tengo duda de su rentabilidad y apoyo popular cada Semana Santa. Los esfuerzos por incrementar las visitas a la comarca no excluyen, además de los actos religiosos, la puesta en marcha de otro tipo de actividades que contribuyen a su difusión y a atraer ese turismo de interior por el que tanto se está luchando desde distintos ámbitos, públicos y privados
Estamos en tiempo de reflexión. No lo desperdiciemos.