Hace más de veinte años, a mediados de la década de los noventa, que tuve la suerte de conocer a Ana Luisa Segoviano López -sor Ana Luisa- ya que coincidimos uno de aquellos veranos acogidos, en la Borgoña francesa, casi al pie mismo de los restos de la Abadía de Cluny, por la Comunidad Ecuménica de los Hermanos de Taizé.
Hoy, en este 2017, casi un cuarto de siglo más tarde y con motivo del Día del Domund que celebra este domingo la Iglesia Católica, el destino ha querido que contacte de nuevo con ella. Y ella en Perú, y el firmante en Ciudad Real, nos hemos saludado, hemos recordado hermosos momentos,… y porque no podía ser de otro modo, hemos hablado -aunque con la “frialdad” de los correos electrónicos- de las Misiones, de su misión.
Me contaba Ana Luisa -que nació en Alcázar de San Juan en 1941- que hay fechas inolvidables a pesar de los 76 años que su DNI la hace tener, porque desde luego que no los aparenta, como 1963, cuando llega al noviciado trinitario de Valence, en Francia; o 1966, cuando allí mismo hace los votos temporales; o 1971, en que a la sombra casi del Torreón del Gran Prior, en su pueblo, hace los votos perpetuos, o… Su misión. Una misión Ad-Gentes que comienza en Gabón, en 1968, y que la hace pasar, practicando el bien, por Colombia, en aquel olímpico 1992, o por España, colaborando con los grupos diocesanos, en nuestra tierra, de Animación Misionera, los “GAM”, o por el africano Camerún, o por Perú,… ¡hasta que Dios quiera!
“Sé valiente. La Misión te espera”, es el lema del Día del DOMUND de este año. “…Sé valiente, comenzaba a responder Ana Luisa, por escrito, con un icono de sonrisa…, estas palabras también resonaron en mí, decía ella, hace ya más de 50 años y como Abraham me fui de mi tierra un poco a la aventura, soñando con otras gentes, con otros lugares, para poder compartir la misión ad-gentes. Compartir ilusiones, alegrías, alguna pena, pero dominando siempre, como dice el Papa Francisco, la alegría que se nos regala de anunciar el Evangelio.”
“¡Es bonita la misión!”
A veces, le comentaba yo a Ana Luisa, no acabamos de entenderos a los misioneros, a las misioneras,… ¿qué tal la experiencia? “¡Es bonita la misión!”, decía como respuesta Ana Luisa sin tomarse apenas tiempo para pensar, “sobre todo cuando se empieza de casi cero y ves el grano crecer y dar fruto. Sobre todo en Perú, donde es una nueva evangelización, el compartir la fe, es una misma iglesia aunque con realidades diferentes, y por encima de todo, Cristo que vive en las comunidades cristianas”.
Yo no sé a ustedes, amigos lectores, pero a mí y a unas horas bastante altas de la madrugada, aquí en España, me impresionaban las palabras, la claridad de pensamientos y de sentimientos de sor Ana Luisa.
Y me acordaba de otras palabras del Papa Francisco: “¡Hoy es tiempo de misión y es tiempo de valor!”, y le preguntaba a nuestra alcazareña casi universal cómo cree ella que andamos por aquí de valor y de espíritu misionero. Le doy a “enviar” y con diligencia me contesta: “La verdad es que yo creo que sí hay espíritu misionero en nuestra tierra. Lo del valor ya es otra cosa. Tal vez falta tiempo para la escucha, tal vez testigos entusiastas que nos den el empujón, tal vez.” Y me pregunto yo, al leer sus palabras, ¿seremos capaces, algún día, de no tener que recurrir tanto al “tal vez”?
“La misión es el mar y la Iglesia el barco que avanza por él”
Doy un trago al bote de refresco sin cafeína que tengo sobre la mesa de mi habitación. Descanso un poco de la pantalla del ordenador y mirando la revista “Iluminare”, leo unas palabras del director de Obras Misionales Pontifi cias, Anastasio Gil. Las siguientes: “La misión es el mar, y la Iglesia el barco que avanza por él.” Yo me forjo mi opinión, pero quiero saber lo que al respecto piensa Ana Luisa. Le pregunto y me responde: “Desde luego tenemos que empezar por escuchar al hermano, a la sociedad a la que somos enviados. Se habla de inculturación en el apostolado. Creo que primero tenemos que saber en el mar que navegamos, luego conocer al hermano que navega junto a mí compartiendo el timón, y luego dejar de imponer nuestras “magnífi cas ideas” al otro. Ese creo yo, apostilla Ana Luisa, que debe ser el rumbo de los misioneros de este siglo”.
Me miro el reloj. Ella dice que también se lo está mirando. Hay que seguir trabajando, comenta, y me pide que vayamos concluyendo. Le propongo que se imagine a todos ustedes, amigos lectores, reunidos, e irrumpe: “¿Qué deciros, paisanos manchegos?, que ojalá y oigáis la invitación del Señor con la alegría que procura la fe. Salgan a buscar, como dice el Papa Francisco. A veces perdemos las ovejas y sólo se nos ocurre abrir la puerta de la iglesia, a ver si vuelven”. Luego, lo propio: Buenas noches, buenos días, saludos y hasta otra.
