Andrés Peláez es quizá la persona que más años lleva vinculada al Festival Internacional de Teatro Clásico de Almagro como director del Museo Nacional del Teatro que, automáticamente, le convertía en miembro del Patronato del certamen dramático, uno de los órganos de gobierno de su Fundación.
En la mayoría de las ocasiones ocupando un discreto plano pero absolutamente implicado en el desarrollo del certamen dramático, ha asegurado en una entrevista con LANZA que tiene muy gratos recuerdos de muchos años.
“Creo que, de todos los que tienen alguna responsabilidad actual en la gestión del Festival de Almagro, soy el más antiguo ya que he estado 33 años. He conocido el festival en septiembre, su paso a julio, y a casi todos sus directores, unos con más luz y otros con menos” recuerda Peláez.
En todo ese tiempo, el ex director del Museo Nacional del Teatro se encargó de que el centro museístico fuera el complemento perfecto para el Festival Internacional de Teatro Clásico de Almagro gracias en parte, según ha recordado en una entrevista con LANZA, a las exposiciones que comenzó a organizar y comisariar en el año 1989.
“Desde 1989, con un montaje centrado en el Siglo de Oro como no podía ser de otra manera, el Museo Nacional del Teatro ha aportado importantes exposiciones que la mayoría de las veces han tenido que ver con la propia programación, de forma que era una extensión que brindaba otra lectura de los clásicos. El museo ha sido siempre el complemento a las actividades organizadas desde el Festival Internacional de Teatro Clásico de Almagro” insiste.
Multitudinarias exposiciones
Aunque la celebración del Festival de Almagro no era el momento en el que más personas pasaban por el Museo Nacional del Teatro, “debido a que hace mucho calor en julio ya la gente no salía hasta que no había anochecido, cuando ya habíamos cerrado”, lo cierto es que no ocurría lo mismo con las exposiciones que cada año eran multitudinarias.
En concreto, la mayoría de las muestras solían sumar en solo un mes más de 6.000 visitas, un número que ponía de manifiesto cómo desde el centro museístico se hacían “los mayores esfuerzos para organizar las mejores exposiciones temporales de las que disfrutaban los miles de visitantes que pasaban por ellas cada año”.
Andrés Peláez recuerda que han sido muchas y muy variadas las temáticas de las distintas exposiciones centrales del Festival Internacional de Teatro Clásico de Almagro si bien no duda en aseverar que, para él, la más importante “por la importancia de las piezas, por la novedad de lo que se exponía y por la extraordinaria repercusión que tuvo” fue la dedicada al Misterio de Elche en 1998 y que permitió al gran público acercarse a este drama litúrgico cuyo origen se remonta a la Edad Media y que Peláez no duda en calificar “como la madre de todas las óperas“.
Por otra parte, Andrés Peláez ha reconocido también que el Festival de Almagro tuvo también su especial repercusión en el Museo del Teatro, ya que el primero ha supuesto una “extraordinaria justificación” para el centro museístico “de forma que nadie pusiera en duda ni por un momento que Almagro debería ser nuestra sede”.
Anécdotas
Más de tres décadas de implicación en el Festival de Almagro deja anécdotas y recuerdos agradables, “aunque quizá algo menos los últimos años porque ya estaba un poquito cansado y me molestaba más el calor y la incomodidad de los espacios”, cuenta con su habitual ironía.
Sin embargo, de estos años recuerda momentos divertidos como el supuesto milagro de un Niño Jesús que se exponía en el Museo Nacional del Teatro, procedente de la cofradía de los actores, y que estaba sentado sobre una columna de mármol en la que se giraba.
“Se corrió la voz de que el Niño se giraba hacia la puerta y acudió mucha gente en masa, pero luego no era nada milagroso sino más terrenal: una dilatación porque la columna tenía un pequeño desnivel hacia un lado y los cambios de temperatura producían ese giro”.
También recuerda con una sonrisa cómo en el Museo del Teatro se exhibía una escultura dedicada a Lohengrin -ópera romántica de Richard Wagner- “y todo el mundo creía que era Jesucristo, por lo que acababan santiguándose al pasar ante él”.
Pero, sobre todas por la emotividad que se vivió, Andrés Peláez se queda con una anécdota de julio de 2006, cuando el internacional diseñador Elio Berhanyer volvió al Corral de Comedias, medio siglo después, y no pudo evitar llorar sobre sus tablas.
“Elio regresaba, 52 años después, a un espacio que se inauguró en 1954 con el estreno de ‘La hidalga del Valle’ de Calderón y dirigida por Gustavo Pérez Puig. En aquel montaje, el vestuario era de un apenas adolescente y desconocido diseñador” explica Peláez, quien recuerda que “lloró él, lloré yo y lloramos todos, hasta el presidente de Castilla-La Mancha que entonces era José María Barreda. Fue tremendamente emotivo y no lo olvidaré”.
Futuro del Festival para Andrés Peláez
Cuestionado sobre cuál será el Festival Internacional de Teatro Clásico de Almagro tras este 40 cumpleaños, asegura que no lo sabe porque dependerá de los directores que el certamen dramático vaya teniendo “ya que cada uno deja su impronta”.
No obstante, sí tiene claro la necesidad de que el certamen dramático apueste por producciones propias porque “mientras que sea un festival que no produzca siempre estará a expensas de las subvenciones públicas”.
En este sentido, y para justificar esa dependencia de las administraciones, recuerda Andrés Peláez los malos momentos que vivió el Festival de Almagro siendo presidenta de Castilla-La Mancha María Dolores de Cospedal “en la medida de que a ella no le interesaba nada”.
Asimismo, aprovecha para concluir reclamando “más apoyo por parte de las administraciones manchegas porque quienes más han arrimado el hombro han sido el Ministerio de Cultura y los diferentes alcaldes de Almagro que siempre lo han defendido a capa y espada”.