Si quienes llevamos algunos años cubriendo o disfrutando del festival Internacional de Teatro Clásico de Almagro cerramos los ojos, nos resulta sumamente fácil recuperar una imagen profundamente sentimental: La de quien fuera director del certamen dramático entre las ediciones de 1997 y 2004, Luciano García Lorenzo, sobre una bici de lunares por las calles de Almagro para comprobar que todo estuviera perfecto antes de la función.
En una entrevista concedida a LANZA, el que ha sido hasta el momento el director que durante más ediciones tomó las riendas del Festival Internacional de Teatro Clásico de Almagro -ya que Natalia Menéndez está a punto de batir ese récord- achaca aquellos paseos nocturnos a la pesadilla recurrente que tenía de que pudiera pasar algo en las gradas que le obligaba a comprobar cada día que estuvieran bien. “Afortunadamente sólo era una pesadilla y nunca pasó nada” se congratula.
Pero, seguramente, también tenga mucho que ver con el perfeccionismo, en el mejor sentido de la palabra, que siempre ha mostrado García Lorenzo, algo en lo que quizá influyó el hecho de que fuera un académico nombrado para dirigir un gran espacio teatral.
“Yo provenía del mundo académico más que del mundo del teatro, pese a que había asesorado a la Compañía Nacional de Teatro Clásico y a otras compañías del país” recuerda este incansable investigador de nuestro teatro, que reconoce que quizá “esa anomalía” fue la que posibilitó una mayor atención durante su mandato a la parte parateatral con la organización de numerosos congresos, seminarios, talleres y muchas publicaciones científicas y de divulgación en esa época.
A García Lorenzo se le puede recordar por numerosos avances en el Festival de Almagro, entre ellos los esfuerzos por aumentar la internacionalización del certamen dramático -lo que supuso no sólo traer muchas más compañías del extranjero como los japoneses Ksec Act con La vida es sueño 2002 sino también incorporar algo sin lo que hoy no se concebirían los espectáculos extranjeros: los sobretítulos-, pero también se le recuerda por trabajar en atraer nuevos públicos, especialmente niños, a través de la potenciación del teatro infantil en el centro y en los barrios.
Aportaciones que se complementan con otras como aquellos innovadores “Trasnochando”, las actuaciones teatrales o parateatrales que tenían lugar cuando acababan los montajes en los escenarios principales y con lo que conseguimos que el público se quedara hasta más tarde, o los diálogos del fin de semana en el Parador con directores, actores, adaptadores… A los que asistían personas muy interesadas por el teatro.
Sin embargo, y a pesar de que insiste en que tiene infinidad de recuerdos buenos de esa época de la que también conserva numerosos amigos que en algunos casos no tienen nada que ver con el mundo del teatro, también le quedaron cosas pendientes que no consiguió, entre las que cita Luciano García Lorenzo la colaboración privada, “pese a que lo intenté muy activamente tanto con empresas y entidades locales como nacionales e internacionales. No lo logré, pero me alegro de que hoy en día ya se haya solventado este capítulo”.
Descubridor de talentos hoy consolidados
Además, hoy en día, ya se puede asegurar sin temor a error que uno de los grandes aciertos de Luciano García Lorenzo como director del Festival Internacional de Teatro Clásico de Almagro -y con repercusión no sólo para el certamen dramático sino también para la historia reciente del teatro clásico español- está el ‘buen ojo’ que demostró para confiar y apostar por jovencísimos talentos a los que entonces nadie conocía pero de los que hoy todos los amantes del buen teatro han oído hablar: Eduardo Vasco, Ana Zamora, Yolanda Pallín, Darío Facal…
“Aposté por una nueva generación y el tiempo ha demostrado que no me equivocaba porque todos ellos, y podría citar más, hoy son importantes en el panorama del teatro clásico español” apunta García Lorenzo, quien no deja pasar también la oportunidad de destacar el magnífico equipo de profesionales que lo arropó en aquella etapa “porque había cosas que se me escapaban al ser más académico” recuerda, al tiempo que señala que con los únicos que no se llevó bien fue “con quienes abusaban de las entradas institucionales sin entender que buena parte de la financiación del certamen dramático llegaba a través de la taquilla. Y era especialmente doloroso cuando, además, luego no iban y quedaban sillas vacías mientras que había público que se había quedado sin poder entrar”.
Anécdotas
García Lorenzo, quien asegura que le gustaría que se le recordara porque algunos de los niños de entonces sean hoy espectadores de teatro, tiene mil anécotas relacionadas con su etapa al frente del certamen dramático. Así, a bote pronto, recuerda la noche que se fue por la carretera de Valenzuela y, tras pinchar, tuvo que volver andando, con la bici a cuestas: “lo pasé bastante mal por el calor, pero siempre me he contado riéndome”.
Sin embargo, y más allá de anécdotas, Luciano concluye la entrevista recordando que “lo bueno” que tiene el Festival de Almagro ha sido siempre su continuidad, aunque sin perder de vista siempre que el espectador y las circunstancias sociales, culturales y económicas cambian.
“Creo que lo que nunca se debe perder de vista es que es un Festival de teatro clásico, lo que no quiere decir que tenga que ser un festival conservador, pero sí respetar al máximo que se trabaja con textos escritos hace siglos. Eso no supone que haya que cerrarse, y yo no lo hice, a interpretaciones que puedan hacerse de esos textos agregando las posibilidades que los nuevos medios técnicos pueden aportar a la puesta en escena” rememora.
Unas nuevas interpretaciones que, insiste, siempre estén guiadas por una misma premisa: rigor, rigor y rigor. “Nunca hay que traicionarse como director y dejarse llevar por cuestiones que pueden ser inmediatamente rentables pero que no lo son a medio y largo plazo. No hay que hacer concesiones por captar público o salir en la prensa, sino ser muy serios, llevar lo que se cree mejor y apostar por la calidad”, concluye no sin antes desear, al menos, otros 40 años de éxitos al Festival Internacional de Teatro Clásico de Almagro en el que tanto aprendió y al que tanto aportó.