El general Aguilera, los artistas Ángel Andrade, Manuel López-Villaseñor, Gabriel Miró, escritores como Francisco García Pavón y Juan Alcaide, el político en el gobierno de la República, Cirilo del Río, el abogado y pedagogo José Castillejo o el arquitecto Miguel Fisac, son sólo algunos de los nombres de los alumnos más prestigiosos de toda la provincia de los miles que han pasado por el Instituto de Educación Secundaria Maestro Juan de Ávila a lo largo de sus 175 años de historia.
En el año 1813 se redacta el informe –‘Informe Quintana’- que hablaba de reordenar toda la enseñanza en España con la idea de crear un sistema educativo similar al que existe en la actualidad. De este informe se extrae la idea de que cada provincia tuviera un centro que no sólo fuera de Secundaria, sino que también estuviera dotado de biblioteca pública, de gabinete de historia, jardín botánico, etc. Gracias a este informe y al impulso del General Espartero, entonces regente del Reino de España, en 1843 se funda Instituto de Segunda Enseñanza de Ciudad Real, el único de toda la provincia de Ciudad Real en aquellos años.
Pero la primera ubicación de este instituto no se establece donde se ubica hoy día (ronda Calatrava), se instala en el Convento de la Merced, que a consecuencia de la desamortización de Mendizábal había quedado para uso de la Administración Central. Ahí permaneció hasta el año 1967, fecha en el que se traslada a su actual ubicación, según explica el actual director del centro, Alejandro Casado.
Sin embargo, no fue hasta 1941 cuando el instituto pasó a denominarse como ‘Maestro Juan de Ávila’, a petición del profesorado del centro, justo cuando el instituto celebraba el centenario del real decreto para crear un instituto en la capital provincial.
El edificio de la nueva ubicación desapareció en el año 2005 para dar paso a la construcción del instituto que conocemos hoy día y que se inauguró al comienzo del curso 2005/2006.
Una de las curiosidades que más destaca el director es el aumento de la formación en estos 175 años, pues el año de su fundación, cuando era el único instituto de secundaria de la provincia, apenas eran 80 los alumnos matriculados, mientras que hoy giran en torno a 1.000. Otra curiosidad que destaca es que hasta el año 1864, 41 años después de la apertura del centro, no se matriculó ninguna mujer, mientras que a día de hoy el número de niñas y niños está equiparado.
Alejandro Casado asegura que este 175 aniversario es un punto y seguido a la trayectoria del instituto y “continuar siendo un centro de referencia para la ciudad. El nombre del instituto está muy unido a la capital y pensamos que debe seguir siendo así”.
Museo Julia Muela
Quizá lo más sorprendente de este instituto sea su museo de Ciencias Naturales, que lleva el nombre de Julia Muela. Nada más abrir su puerta nos encontramos con una urna transparente que contiene un cocodrilo de grandes dimensiones disecado, una de las piezas que más impresión causa a los alumnos, asegura el profesor Javier Vacas, uno de los responsables del museo. El museo atesora decenas de especies disecadas, sobre todo aves, pero también mamíferos, invertebrados y animales difíciles de ver en nuestro país, e incluso en nuestro continente, como un ornitorrinco.
El profesor explica que el museo recoge el diferente material didáctico que ha utilizado el instituto a lo largo de su historia. Vacas destaca que el museo tiene un importante valor histórico, puesto que estas colecciones ya no se pueden hacer al tratarse, en su gran mayoría, de especies en peligro de extinción: cigüeña negra, grullas, avetoro, águilas reales e imperiales, etc., que servían de manera diferente para estudiar las ciencias naturales.
El material más antiguo del museo se remonta a finales del Siglo XIX y los animales de esa época están disecados “por los mejores taxidermistas de España, los hermanos Benedito”. Éste se ha ido renovando poco a poco con el paso del tiempo. De hecho, la última adquisición fue la de un águila imperial, cedida al museo por el SEPRONA.
Además, el museo también posee instrumentos de laboratorio, material antropológico, material didáctico con láminas antiguas y modelos de anatomía humana, animal y vegetal, también de finales del siglo XIX y principios del XX.
Biblioteca Alfredo Róspide
Otra de las joyas que encontramos en el instituto es su biblioteca, la cual lleva el nombre de Alfredo Róspide y atesora más de 20.000 volúmenes. Su fondo antiguo está formado por unas 5.000 obras, provenientes, en su gran mayoría, de la donación que hizo Manuel Clemente y López del Campo al instituto en el año 1912. De todas las obras que donó, la más antigua data del 1745, que es una edición en latín del Concilio de Trento.
El instituto comienza su andadura con un presupuesto total de 81.000 reales de vellón, de los que 11.000 fueron destinados a la adquisición de libros para una biblioteca que no partía de cero, pues también heredó los archivos de su antigua sede, el convento de la Merced, sin embargo, todos esos archivos heredados permanecen en unas instalaciones de la Diputación Provincial, según detallaron dos de los responsables de la biblioteca, los profesores Beatriz Crespo y Pedro del Real, por lo que el más antiguo de la biblioteca sería la edición latina del Concilio de Trento de la que hablamos.
A parte de la biblioteca, este espacio también atesora la documentación que ha ido surgiendo a lo largo de la historia del instituto. El más antiguo de este tipo es un libro de cuentas del año 1962, 19 años después de su fundación, “que nos dan mucha información, como el sueldo de los profesores, el material de oficina, los gastos de personal…”, señala la profesora Beatriz Crespo. También existen libros de matrículas de todos los alumnos que han pasado por el instituto y que recogen los expedientes de todos los alumnos que han pasado por el centro.
Estos libros de matrícula no recogen quién fue el primer alumno, ya que no hay datos anteriores a 1862, lo que sí recoge es quien fue la primera mujer que se matriculó en el instituto, que fue Consuelo Daimiel Cabañero, en el curso 1863/1864.