Si uno observa el toreo con ojos exclusivamente centrados en lo lúdico –lo cual es perfectamente lícito y natural- la conclusión será más o menos positiva, en función del entretenimiento que los festejos taurinos hayan provocado en el espectador o espectadora en cuestión. Sin embargo, si esa mirada ahonda en la propia disciplina como expresión artística y, por tanto, dotada de una técnica particular, a pocos escapará que el toreo actual se encuentra en un momento clave. Decisivo.
Como bien apuntaba José Luis Ramón en su editorial publicado en el semanario 6toros6 el pasado martes 13 de diciembre, hoy día a los toros se les están haciendo cosas que no tantos años atrás resultarían casi impensables. Los toreros se han dado cuenta, afortunadamente, de que la Tauromaquia, en su plasmación en la cara del toro, es mucho más amplia de lo que se nos había mostrado en los últimos lustros, y de la mano de toreros como El Juli, quien en su etapa inicial se preocupó de desempolvar numerosas suertes de capote fundamentalmente, poco a poco se han ido incorporando vistosas variantes al repertorio de la torería andante, desembocando en la actual prolija diversidad tanto capotera como muletera.
Ahí está el ejemplo más clarificador, personificado en Alejandro Talavante, torero de corte eminentemente clásico que, no obstante, incorpora a su repertorio variantes poco vistas que paulatinamente van adoptando muchos otros toreros. Ahí está el caso de la ya casi popular “arrucina”, traída hace tres temporada de su –y nuestro- querido México, a la que esta temporada se ha dado una vuelta de tuerca más, ejecutándola de rodillas en tandas en redondo y, yendo un paso más allá, en el inicio de faena esperando al toro en los medios. Impresionante.
Y, llegados a este punto, cabría preguntarse ¿Hacia dónde camina el toreo? ¿Dónde vamos a llegar? Nadie lo puede saber a ciencia cierta, aunque todo parece indicar que la senda iniciada por Paco Ojeda hace treinta años, con su “parón” y personal poderío frente al toro, ha sido superada para buscar horizontes más lejanos. Eso se llama evolución. ¿O el toreo es otra cosa? Seguiremos hablando…
