Los asesinaron en Valdepeñas, en Alcázar de San Juan, en Herencia, en Daimiel y en Carrión de Calatrava, donde los dejaron tirados en fosas comunes en las que se trataba de borrar su memoria. Sin embargo, con el paso de los años y en la mayoría de casos sin conocimiento de sus familias, acabaron enterrados en el Valle de los Caídos por capricho de Franco quien, cuando se construía el monumento, tuvo la idea “peregrina” de que pudiera ser un espacio de concordia, para lo que enterró allí a las víctimas del bando franquista que quisieron, pero también a estas víctimas del bando republicano que sirvieron“para rellenar el Valle de los Caídos con muertos del otro bando”.
Así lo recuerda Julián López quien, desde su punto de vista como investigador -desprovisto del apasionamiento de quien es familiar de los allí enterrados-, reconoce que el Valle de los Caídos es un tema complejo pero que” necesita una revisión” debido a que, en la actualidad, está completamente connotado: Aunque pueda haber allí enterrados muertos del bando republicano, en la cripta están Francisco Franco y José Antonio Primo de Rivera, además de que es un monumento hecho con el trabajo forzado de los republicanos vencidos y de una estética claramente franquista.
“La mayoría del país quiere que este monumento nacional sea otra cosa diferente, que no simbolice el poder de una dictadura franquista, y eso implica quitar algunas cosas, comenzando por la presencia central de Franco y Primo de Rivera, y poner otras para que realmente sea un monumento de concordia” afirma López.
Opciones para el Valle de los Caídos
En este sentido, el director del CIEMEDH cree que habría que saber quienes son todos los muertos que están allí y si las familias quieren que sigan; tras lo que debería decidirse si se quiere que continúe siendo un mausoleo, “aunque con reconocimiento igualitario a todos los muertos”, o no, “lo que implicaría la exhumación de todos los muertos que hay allí -algo complicado- y hacer un monumento memorialista sobre lo que significó la guerra y la posguerra”.
Hay una tercera opción, remarca Julián López, que pasa por combinar ambas cosas, es decir, que siga siendo un mausoleo sin que destaque ninguna presencia ideológica y reconociendo el trabajo y el dolor de los republicanos que lo construyeron, y hacer allí también un museo de la memoria analizando los símbolos que hay que pueden permanecer, los que hay que eliminar y los que hay que introducir.
“Pero lo que está claro es que no deben pasar muchos años más para actuar sobre el Valle de los Caídos porque es un anacronismo. Los extranjeros que vienen no entienden cómo un dictador y el líder del partido fascista que sustentó la rebelión pueden ocupar el lugar central de un monumento nacional porque no hay que olvidar que, aunque lo gestione la iglesia, es patrimonio del Estado”, finaliza.