El magistrado José María Torres, que ha presidido esta semana en la Audiencia Provincial el juicio con jurado por el conocido como ‘crimen de Socuéllamos’, condenó hoy a veintidós años de cárcel por asesinato y robo con violencia, a los dos hombres Gheorghe Ghise y José Antonio Villar, a los que el tribunal popular ha encontrado culpables de ambos delitos.
Por matar a Marcelina García, de 74 años, la noche del 27 de julio del año 2006 en su casa de la población de Socuéllamos, el juez ha condenado a diecisiete años de prisión a los considerados autores (uno menos de lo que pedía la fiscalía) y a cinco años para cada uno por el robo con violencia (el móvil del crimen) en casa de la anciana. En el caso de Villar, seis meses más de lo que solicitó en principio la fiscalía.
Para Raquel Cano, la ex compañera sentimental de José Antonio Villar implicada, la condena es sólo por robo con violencia, como decidió el jurado, y ha sido de tres años y tres meses de prisión, justo el tiempo que lleva en la cárcel como presa preventiva por estos hechos.
En libertad
De hecho Cano fue puesta este viernes en libertad, como adelantó en declaraciones a Lanza su abogado, Francisco Ramírez. Antes de emitir la sentencia y en vista de la condena el magistrado dictó un auto de libertad provisional para la joven, de 27 años, del que a última hora de la mañana ya tenía información el juzgado de Alcalá de Henares del que depende la prisión de Alcalá Meco, en la que ha estado interna estos años.
Raquel Cano y José Antonio Villar fueron detenidos a principios de octubre del año 2006 en su pueblo, Socuéllamos, meses después de que la Guardia Civil apresara al inmigrante rumano Gheorghe Ghise, del que se encontró una huella en la cinta adhesiva con la que fue maniatada Marcelina García.
La declaración de Ghise, que en septiembre les culpó directamente en el robo y en lo que vino después, y otros indicios, cómo que Villar había sido tractorista de la anciana y conocía la casa en la que fue asesinada, además de que alojó al rumano en su casa dos días antes del asesinato, pero lo negó en un primer momento, fueron determinantes en su procesamiento por los hechos.
El tribunal popular formado por nueve ciudadanos anónimos (ocho mujeres y un hombre) considera probado que Villar y Ghise, que se conocieron en Herrera de la Mancha medio año antes del crimen (ambos estuvieron allí poco tiempo por otros hechos), se pusieron de común acuerdo para dar un ‘golpe’ en casa de Marcelina García, viuda septuagenaria y de una de las familias más ricas de Socuéllamos, que vivía sola.
El 27 de julio sobre las diez y media la noche la anciana fue empujada al abrir la puerta de su casa por una o varias personas, “y ya en el interior, en el porche inmediato a la puerta, la persona o personas que entraron, tras atarle las manos a la espalda, la golpearon repetidamente en la cabeza causándole, a consecuencia de tales golpes, la muerte prácticamente inmediata”. Tras ello, el cadáver fue movido y colocado boca arriba con la cabeza apoyada en una escalera, y con una vela encendida y una botella de agua al lado, en lo que se relaciona con un ritual funerario rumano.
El jurado entiende que “el ataque a Marcelina fue de forma súbita e inesperada para ella, lo que el o los autores buscaron de propósito, no pudiendo defenderse de manera eficaz en forma alguna”, dice textualmente el fallo.
Después del crimen, los autores registraron el interior de la vivienda y cogieron diversos objetos que no han aparecido, entre ellos, doce monedas de oro antiguas de tamaño mediano, una moneda de oro antigua pequeña, una cubertería de plata con ribete de oro de 36 piezas, un cuchillo de oro y un tenedor de oro, objetos que no se han recuperado, y que no se han podido valorar correctamente.
Se supone que los autores Ghise y Villar abandonaron la casa antes de la 1.30 horas del 28 de julio.
El tribunal popular considera que “en los hechos no intervino directamente Raquel, pero se quedó en el exterior de la casa Marcelina para ayudarles en los que hiciera falta, aunque no condujera el vehículo, y luego ayudó a guardar los objetos del robo”, pero se supone que “sin saber en ese momento” que habían matado a la anciana.