José Antonio Villar y Raquel Cano, la pareja de Socuéllamos a la que Gheorghe Ghise, el principal acusado, implica en el robo y asesinato (esto último no lo reconoce) de la septuagenaria Marcelina García el 27 de julio del año 2006, se quedaron hoy sin coartada tras la intervención de las personas a las que supuestamente saludaron en el parque del pueblo la noche del crimen.
Tanto José Antonio como en menor medida su ex pareja Raquel, que no dio los nombres, han declarado y mantenido en el juicio que el 27 de julio por la noche, como al parecer tenían por costumbre veraniega, fueron a tomar algo a una terraza del parque y saludaron allí a unos conocidos, en concreto dos matrimonios que declararon ante el jurado que eso no pasó en julio, sino días después, en la feria (alrededor del 9 de agosto) cuando ya había sido asesinada Marcelina aunque ni Raquel ni José Antonio estaban relacionados en ese momento con su muerte.
Uno de los testigos recordó incluso que el 27 de julio era jueves, porque esa noche llegaron unos amigos de Valencia con los que estuvieron tomando algo y porque le quedaban pocos días para coger vacaciones.
El dato no prueba que Villar y Cano acompañaran a Ghise a casa de la anciana, nadie les vio, pero arroja dudas sobre la veracidad de una versión en la que abundó Raquel, que declaró esta mañana.
No sabe nada
Raquel Cano, de 26 años, asegura que no tuvo nada que ver en el crimen y que ni siquiera pensó que lo pudiera haber cometido Gheorghe Ghise, el amigo rumano de su pareja, José Antonio Villar, que entre el 26 y el 28 de julio estuvo en Socuéllamos para buscar trabajo y se alojó en su casa.
Cano, madre de un niño de apenas un año en 2006 y en trámites de divorcio en esas fechas, llevaba tres meses de relación con José Antonio Villar y no conocía de nada al rumano, con el que su pareja había compartido módulo en la prisión de Herrera de La Mancha.
El 26 de julio por la mañana Ghise se presentó en su casa mientras José Antonio Villar estaba en el trabajo. Según dijo vio a un chico “bien vestido, correcto”, que le dijo que era amigo de José Antonio y, tras confirmarlo por teléfono con él, lo dejó entrar y quedarse.
Lo que ocurrió desde entonces hasta el 28 por la mañana, cuando está confirmado que Ghise se fue de Socuéllamos a Brazatortas (se alojó en un hostal) y de allí con sus hermanos a Villanueva de Córdoba, y cuando fue encontrado el cadáver de la anciana, es tan impreciso según su relato como el de Villar. Al parecer el rumano entraba y salía de la casa con libertad, mientras ellos se dedicaban a lo suyo: él a trabajar y ella a cuidar a su hijo pequeño y al de José Antonio, de un matrimonio anterior; por la noche se iban al parque, pero sin su huésped.
La noche que fue asesinada Marcelina, como dice José Antonio, Raquel vio que los dos hombres discutían y que el rumano llegó a su casa con la camisa manchada de sangre -se supone que de Marcelina- y les dijo que tuvo una pelea. La visita se fue al día siguiente, el mismo en el que ella se enteró de lo de la anciana, pero no lo relacionó con el amigo de su novio hasta que el 6 de octubre la detuvieron en plena calle varios agentes de la Guardia Civil y empezó un pesadilla que para ella no se ha acabado todavía: lleva desde entonces en prisión.
A la Guardia Civil no le resultó especialmente complicado dar con al menos una de las personas que participaron en la muerte de Marcelina García. En la cinta adhesiva con la que fue maniatada la anciana se encontró una huella de una persona con antecedentes, Ghise. Este dato les llevó a seguir su pista hasta Córdoba y detenerle, en principio junto a varios de sus hermanos, que luego salieron en libertad.
En la cartera del rumano aparecieron varias direcciones, una de ellas la de Socuéllamos de José Antonio Villar, el único vínculo que podría unir a Ghise con esa población. Villar fue interrogado y admitió que conocía a Ghise de Herrera, pero no que estuvo en su casa justo cuando asesinaron a Marcelina. El rumano cambió luego su primera declaración y contó su participación en el robo y la de la pareja.