Miguel Ángel Martínez es parlamentario europeo desde 1999. Antes, desde 1977, fue diputado socialista por Ciudad Real. Ahora, ocupa una de las vicepresidencias del Parlamento Europeo y es portavoz de los vicepresidentes socialistas de la Mesa de la Cámara. De la presidencia española, que acabó el 30 de julio, dice que ha sido “razonablemente satisfactoria”.
PREGUNTA.- ¿Cuál es el balance de la presidencia española de la UE? ¿Qué destacaría, alguna sombra?
RESPUESTA.- La presidencia se ha producido en unas condiciones excepcionales y excepcionalmente difíciles. Excepcionales porque nunca antes se había tenido que arrancar con un nuevo tratado, el del Lisboa, con unas bases jurídicas y políticas nuevas, que suponen transformaciones de calado. Y, por otra parte, por algo que se ha dicho menos, porque la Comisión Europea no ha estado nombrada hasta el mes de marzo. Por lo que se ha transformado en una presidencia de cuatro meses en los que ha funcionado con la normalidad exigible. Dentro de esas condiciones, creo que el resultado es valorado como notablemente satisfactorio.
P.- ¿Qué puntos concretos destacaría?
R.- Se ha puesto en marcha el Tratado de Lisboa, aunque sin que se remate en ningún punto definitivamente, como ocurre cuando se pone en marcha algo. Ahí están las nuevas instituciones funcionando, la presidencia estable, el “ministerio” de Asuntos Exteriores de la UE. A ello se han unido una serie de medidas que han representado las prioridades españolas. Prioridad territorial: América Latina. En temas sectoriales, la directiva de atención médica transfronteriza, la directiva de transplantes, que son temas puntuales pero que identifican una presidencia, como todos los temas de igualdad de género.
P.- La presidencia española, ¿ha sido una buena palanca ante la entrada en vigor del Tratado de Lisboa?
R.- Lo que sería poco razonable es pensar que en seis meses se van a realizar todas las transformaciones, todas la reformas, importantísimas, que prevé el tratado. Yo creo que lo que sí se ha hecho es embocar todos los temas. El tema más formal era el de crear el servicio diplomático de UE y ahí está creado. En todo caso, para mi, lo más principal del Tratado de Lisboa es que el Parlamento Europeo pasa de tener competencias en un 30 por ciento de los temas a tener competencia en un 80 por ciento de los temas.
P.- ¿Eso en qué se traduce?
R.- Eso quiere decir que, por primera vez, ha habido una serie de decisiones, de directivas, en las que el Parlamento Europeo, antes, no hacía más que opinar y ahora decide. En esta etapa, el Parlamento ha reaccionado con una gran flexibilidad a una actitud de gran flexibilidad de la presidencia española para consensuar. Había una serie de medidas que, normalmente, traían unas largas discusiones y, ahora, se han empezado a aprobar cuestiones importantes con la codecisión de la Cámara, que también ha ganado es responsabilidad.
P.- ¿Esto marcará el inicio de una nueva etapa en la UE?
R.- No sólo se ha apuntado un nuevo camino, sino que también se han formulado unas maneras de actuar que, desde luego, se van a seguir por parte de la presidencia belga, sino que tendrán también su seguimiento por parte del Parlamento Europeo, manteniendo esa voluntad de acordar los temas y no estar en un tira y afloja permanente, que hacía que las decisiones tardaran mucho.
P.- ¿La situación de crisis económica ha hecho que la UE empiece a trabajar de manera más coordinada durante estos seis meses?
R.- La actividad de la presidencia española, del Parlamento, de todos los países, ha estado dominada por la angustia que produce una crisis que a todos nos afecta de una manera tremenda y ante la que era muy difícil tomar decisiones. Con la tendencia, además, de países muy gordos, como Alemania, de tirar para adelante por su cuenta y decidiendo medidas con la perspectiva que, luego, los demás las seguirán. Medidas que estaban muy fundamentadas en función de los intereses de ese país o de alguno otro granden. En este campo, creo que se han dado una serie de pasos, que son los primeros jalones, que también marcan un camino absolutamente decisivo. Las resistencias a unas decisiones conjuntas se han roto, y no las ha roto la presidencia española, las han roto las propias circunstancias y la propia necesidad imperiosa de avanzar juntos. Pero, en todo caso, ahí estaba una presidencia española al timón de la operación.
P.- ¿Qué cambio ha supuesto esto?
R.- Hasta ahora, el problema que había era que muchas veces se apuntaba tal o cual medida, pero se decía, si los otros no las aplican, nosotros tampoco. A partir de ahora, cuando se tome una medida, los especuladores no se van a cebar con nosotros en conjunto, se van a cebar con aquellos que no tomen las medidas. Ahí ha estado uno de de los esfuerzos importantes de España. Yo creo que durante la presidencia española una de las cosas que destaca es que no se ha jugado de farol, que se ha jugado como país grande, importante, como país doctorado ya en cuestiones europeas. País que no está para hacerse la foto con fulano o con mengano. Hay quien ha criticado que no ha habido cumbre UE-EEUU, pero en este semestre se han firmado acuerdos que son más importantes que la foto de Zapatero con Obama. Uno de ellos ha sido la transferencia de datos para la lucha contra el terrorismo, al que se había dicho que no en presidencias anteriores.
P.- ¿Se han empezado ya a caminar hacía una gobernanza, como se dice ahora, europea en lo económico?
R.- Claro se han dado pasos, ya lo decía antes, a lo mejor son sólo pasitos. Lo que tampoco necesitamos nosotros es engañarnos ni engañar a nadie. Hubiera sido impensable que en seis meses se hubieran solucionado problemas que llevan pendientes décadas. Se han dado pasos y pienso que son irreversibles. También hay que tener en cuenta que hay una serie de países a los que les cuesta mucho, todavía, alinearse, naturalmente, haciendo concesiones a otros países más pequeños y es verdad, también, que hay parte de las opiniones públicas, en países grandes, que dicen ya está bien. En Alemania, la opinión pública, te dice que ya hemos sacrificado nosotros mucho en beneficio de otros que, a lo mejor, no hacen sus deberes. En este aspecto, España ha tenido que escuchar a los alemanes, no faltaría más, y a otros países importantes, pero también decirles que ellos también necesitan de la UE. Además de convencer a los europeos, también hay que lograr que otros, como EEUU, Brasil, India o China, también tomen esas medidas, porque no basta que en Europa la cosa avance, hay que ir a una gobernanza económica mundial, porque es el ámbito mundial donde se están jugando también los intereses de los europeos.
P.- El hecho de que la presidencia rotatoria española haya coincidido con la puesta en marcha de la presidencia permanente, ¿ha hecho más compleja la ya de sí completa gestión de la UE? ¿Cómo se puede interpretar esta primera experiencia?
R.- Ha habido una serie de críticas al decir que con la presidencia permanente se pensaba que la rotatoria podía quedar muy difuminada. Todo depende cómo se entiendan las cosas. Nosotros hemos luchado por el Tratado de Lisboa, hemos creído que la UE necesita de un “ministro de Asuntos Exteriores” y que necesita un presidente estable. En este aspecto, hemos hecho algo que nos ha valido un gran respeto por parte de nuestros socios. No hemos andado “gilipolleando”, dando codazos para estar en la foto, en primera fila. Hemos jugado con una gran lealtad, con la lealtad de lo que decía antes, de un país doctorado, poniendo a estos nuevos cargos, de forma deliberada, por delante, entendiendo que la manera de defender los intereses de España está en que funcionen esas instituciones que nos hemos dado, porque esa es nuestra confianza. Que, en el mundo actual, los intereses de España se defienden a base de que las instituciones europeas funcionen como hemos creído que deben funcionar.
P.-Antes de la presidencia española, hubo un acuerdo con el PP para llevar a cabo una línea de trabajo consensuada. Al final, el PP ha criticado la actuación del Gobierno, ¿qué opinión le merece?
R.- Estoy muy mayor para andar sacando las cosas de quicio y arrimar ascuas a una sardina que no necesito. El PP, durante los seis meses de presidencia, ha actuado de una manera razonablemente silenciosa. Es verdad que, el día siguiente de acabar la presidencia, se ha desencadenado lo que no podía dejar de desencadenarse. Estos es algo un poco grotesco, innecesario y para nada beneficioso para España.
