Antropológica y socialmente, el origen de la saeta está muy discutido por falta de pruebas documentales, al igual que ocurre con el flamenco, en el que se entronca. Buscando bibliografía, y según una de las teorías más extendidas, la saeta popular procedería de los cantos litúrgicos de la Iglesia, influidos por los cantos primitivos cristianos, los de los almuedines y los de los judeo-hebraicos.
En concreto, se les atribuye una raíz árabe relacionado con las llamadas a la oración de los almuédanos de las mezquitas andalusíes complementada por cantos judíos -salmodias sefardíes- y estructuradas por los cantos procesionales cristianos de los misioneros franciscanos en los siglos XVI y XVII, quienes llamaban saetas a “los avisos y sentencias que en forma de coplillas recitaban o cantaban por las calles en determinados momentos de sus misiones”.
Esta visión del parentesco entre la saeta y determinados cantes religiosos orientales ha sido recalcada por la etnografía comparada y finalmente de ahí procedieron las llamadas saetas de frailes, que incitaban a la devoción y a la penitencia (del pecado mortal, exhortativas y penitenciales) y los llamados romanceros de la pasión, que dieron lugar a la saeta llana, vieja o popular.
Estas saetas populares tenían como finalidad buscar el arrepentimiento, y por eso se llamaban penetrantes, hasta que entre 1800 y 1840 la saeta pasa a ser un canto popular, aunque fue a partir de 1880 cuando esta saeta popular se transforma en la saeta flamenca. Poco a poco la costumbre de cantarlas se extendió por el pueblo llano que la aflamencó, adoptándola a su propio estilo para expresar profundos sentimientos. De esta forma la saeta se transformó hasta quedar en la forma actual, una copla de cuatro o cinco versos octosílabos cantada por martinetes o seguiriyas, palos que por su “jondura” casaron bien con el tono de la pasión de Cristo.
Sin embargo, más allá de los aspectos técnicos, formales o históricos, los saeteros conciben la saeta como una forma más de oración con la que demostrar la devoción que sienten por la Virgen y su Hijo.
Así lo explica Mª Cinthya Moyano Cofrade en una entrevista con Lanza, cuando recuerda que comenzó a cantar saetas hace entre 7 y 8 años, aunque en su caso sólo lo hace en Ciudad Real y a los titulares de su hermandad -la Flagelación- o a otras “pero que sean cercanas porque tengo que sentirlo. Para mí la saeta es un rezo cantando. Cada uno reza como considera y a mi suele apetecerme así”.
Pero, al mismo tiempo, agrega que también es su forma de hacer penitencia el Miércoles Santo -en el que también sale de nazarena- entonando espectaculares saetas en dos lugares muy concretos y significativos: El Pasaje de la Merced, donde pone el alma en su saeta a nuestro Padre Jesús de la Bondad -rememorando que fue el primero que atravesó ese lugar en una procesión- y al final de la estación de penitencia, al llegar al guardapasos, donde le canta a María Santísima del Consuelo.
“Prepararme y cuidarme para hacerlo lo mejor posible es parte de esa penitencia. Y no lo hago por lucimiento personal, sino por respeto y amor a mis titulares que son los que, al final, me están acompañando todo el año”, indica esta saetera ciudadrealeña que, además, es camarera de la Virgen del Consuelo.
Para María Cinthya Moyano, los momentos en los que interpreta una saeta son muy especiales ya que, indica, se aísla del resto del mundo y en ese momento es como si desaparecieran los cientos de personas que hay alrededor para quedar ella sola con Jesús o con su Madre.
“En ese instante, mientras me siento arropada por mi gente, se me pasan por la cabeza mil cosas de todo un año pro las que pedir pero, sobre todo, por las que dar gracias. Es un instante único en el que se agolpan muchas emociones, sensaciones, pensamientos… Y casi todas bonitas”.
Lo único “menos bueno” son los nervios, inevitables no por cantar en público -ya que María Cinthya Moyano canta con Mazantini- sino por hacerlo delante de las imágenes de su Cristo y su Virgen. “Me produce un respeto enorme cantar ante Ellos, que son quienes me acompañan desde que me acuesto hasta que me levanto por lo que los nervios vienen de pensar que la emoción le pudiera quebrar la voz. En el fondo, es como cuando haces algo importante ante tus padres o tus seres queridos”.
Aunque reconoce que no tiene ningún maestro ni maestra, ni admira a nadie en especial “porque, al final, cada uno la lleva a su campo y la hace un poco suya”, sí reconoce que es “muy difícil de cantar” por lo que hay que “escuchar muchas y encontrar donde te encuentras más cómoda”.
En el caso de esta saetera, casi se podría decir que no fue ella quien decidió serlo, sino que lo decidieron por ella todos aquellos que la conocían, sabían cómo cantaban y la devoción que tiene por sus titulares.
“La gente de la hermandad me decía que por qué no me animaba un año, que probara… Y aquí sigo siete años después, cantando a Jesús de la Bondad y la Virgen del Consuelo, además de a otras como Nuestra Señora de la Esperanza porque soy muy amiga de Carlos Galiano -Hermano Mayor”.
Y sigue porque, reconoce ella misma, ha vivido “muchos buenos momentos dentro de la Hermandad” pero también fuera “cuando costaleros que llevan 25 años te dicen que han vivido uno de sus mejores momentos cofrades en el Pasaje de la Merced mientras escuchaba ‘hace 25 años que tú por aquí pasaste. Tú fuiste el primero y por eso éste es tu pasaje’, el martinete último de la saeta. Eso te llega al corazón”.
De momento no le ha cantado a otras advocaciones de Cristo o de la Virgen, “no por nada, insisto, sino porque me da mucho respeto. Sin embargo tengo amigos en el Cristo de la Piedad, en Longinos, en el Nazareno… Y lo dejan caer sin agobiar”, bromea.
Sin embargo, y como se define que es muy Mariana de forma que la Virgen es la Virgen independientemente de su advocación, reconoce que no le importaría cantarle a la Dolorosa de Santiago, “porque hay tradición familiar”; pero tampoco al Cristo de la Piedad porque tengo una vinculación más personal y, de forma subjetiva, influye en la decisión que se tome “pero siempre desde el respeto”.
Además, en el caso de esta ciudadrealeña, se escribe sus propias saetas, aunque en ocasiones coja la última parte de alguna; algo que le guste a sus compañeros…
“De manera habitual escribo la saeta nueva en función de lo que me ha ocurrido ese año, de si tengo un sentimiento especial, de si es alguna efemérides o me ha ocurrido algo importante porque, como te decía al principio, es una oración en la que te expresas. Por eso cada año hago algo distinto y personal para quienes les rezo ya que la saeta no es folclore, es más profundo”, concluye María Cinthya Moyano.
Dos décadas
Más tiempo lleva orando con música el cantaor flamenco de Moral de Calatrava Roque Barato, quien coincide con Moyano Cofrade en que se trata de un cante muy complicado “y hasta que he logrado llevarlo a mi terreno me ha costado años. Ahora ya sí la domino porque empecé a cantarlas hace 20 años por lo menos”.
Para Barato, conocido artísticamente como ‘El Torres’ lo más difícil de cantar una saeta es, al creer en Dios, “verlo venir por una calle y cuando se para a un par de metros de ti tienes que cantarle mirándole el rostro. Ese momento es muy complicado porque tienes que intentar que la emoción no te quiebre para poder terminarla. Porque no hay que olvidar que la saeta es el quejío del pueblo, el lamento por lo que están sufriendo la Virgen y su hijo”.
Pero, además, en el plano más técnico, Roque Barato nos explica que “la saeta en sí no es cómo se empieza, sino cómo se termina: yo normalmente la empiezo por seguidilla y la acabo por martinete, y en el cambio hay que tener mucho cuidado porque como lo empieces un poco alto, no la acabas”.
En este aspecto, reconoce que hay muchos tipos de saeta, si bien suele cantar dos: la que empieza por seguidilla y acaba por martinete que ha explicado ya y otra pro cabal, “que a veces se acompaña por guitarra, pero esta no es la habitual que se canta al aire libre sino que se da más para sitios cerrados en recitales de saetas”.
Respecto a la inspiración, ‘El Torres’ reconoce que es la propia fe, si bien explica que maestros de la saeta hay muchos y él mismo se relaciona con maestros de Sevilla y Córdoba, especialmente esta última donde “voy a tener el honor de cantarle al Cristo del Esparraguero”.
No obstante, Barato sí quiere poner en valor el auge que tiene la Semana Santa de la provincia de Ciudad Real, “que no tiene nada que envidiar porque la gente demuestra cada vez más pasión y eso se refleja en todo, desde las procesiones hasta la música y las saetas”.
Finalmente, y respecto a qué imagen le gustaría cantarle una saeta algún día, reconoce que al Cristo de los Gitanos de Sevilla, al que tiene devoción, “aunque no es fácil porque hay muchas solicitudes”.
No obstante, y excepto el año pasado por cuestiones de salud, el Jueves Santo por la tarde lo tiene reservado para su pueblo, Moral de Calatrava.
“Allí estoy orgulloso de poder cantarle a la Virgen de la Soledad y al Cristo de la Humildad, al que este año, además, le he escrito una saeta. Es especialmente emocionante cuando lo veo llegar hasta el balcón desde el que le canto, sin buscar lucimientos, y mirándole a los ojos. Se emociona uno porque, si eres creyente, es imposible lo contrario”, acaba.
Tipos de saetas y leyendas
La saeta, en tanto a que en el fondo es un rezo personal de quien la canta, tiene tantos tipos como saeteros hay, si bien la estructura general distingue, al menos, tres tipos de saetas según un estudio del profesor sevillano José Francisco López -que recoge varias referencias-: las derivadas de las tonás; las emparentadas con las seguidillas gitanas; y los recitales salmodiados con evidente influjo de los cantos litúrgicos de la Iglesia en los Oficios de Semana Santa. Asimismo, también hay otra clasificación, desde el punto de vista flamenco, que distingue las saetas por ‘seguiriyas’, por martinetes y carceleras.
Respecto a las leyendas generadas sobre el nacimiento de las saetas, este mismo estudio recoge dos curiosas; una de ella es la que nacieron de los cantos de los conversos a Cristo o la Virgen empeñados en demostrar públicamente su recién adquirida fe.
Pero hay también otra con mayores dosis de ‘romanticismo’ según el profesor que se refiere a que nacen durante el ajusticiamiento por la Inquisición de Fernando el de Triana, ya que su madre, en el momento del ajusticiamiento, hace un canto con tal pasión y dramatismo que los asistentes a este auto de fe solicitaron que se repitiera.
