La cuestión catalana, con el referéndum inconstitucional del 1 de octubre, la Declaración Unilateral de Independencia, los cortes de carretera, la aprobación del impopular artículo 155, los ex consellers encarcelados, el ex president en huida y los “porrazos” de las Fuerzas del Estado ha invadido la actualidad política.
El ciudadano tiene veinticuatro horas al día noticiarios, debates, declaraciones y tuits sobre el “desafío catalán”, y también español, quizás el mayor de la Democracia. En este colapso informativo, qué mejor que profundizar en las raíces de este problema que tiene un siglo y medio de historia.
Lejos de ironizar, la charla creó el poso necesario para comprender los factores que han influido en la situación actual y puso sobre la mesa asuntos como la necesidad de “culminar en la construcción de un estado federal”, a través de una reforma constitucional que implique al Gobierno, el Congreso y las Comunidades Autónomas como poderes del estado.
El reconocido historiador y sociólogo Santos Juliá profundizó este viernes en el décimo curso de la Escuela de Ciudadanos de Manzanares ante una Casa de Cultura abarrotada sobre lo que el catalanista Francesc Cambó llamó a principios del siglo XX “el pleito catalán”, un nacionalismo que tuvo sus ecos románticos en el siglo anterior, pero que ha acabado en un frente secesionista.
Los orígenes del catalanismo político
De forma muy académica y con un importante nivel de detalle, Santos Juliá inició su viaje histórico en 1892 con las Bases de Manresa y siguió en 1906 con el manifiesto elaborado por la representación catalana en el Congreso. Fue la primera vez que hablaron de regiones como nuevas unidades político-administrativas del Estado y agentes “regeneradores” de la “España moribunda” tras la caída del imperio colonial.
Las trabas existieron y las reclamaciones no llegaron al objetivo último, pero en 1914 Cataluña constituyó la “mancomunitat”, una unidad administrativa, y no política, propia de la región, que presidió el “padre del catalanismo político”, Enric Prat de la Riba. Esta institución era susceptible de extenderse, aunque no hubo otras, y duró hasta el golpe del “cirujano de hierro”.
Ahora bien, Santos Juliá analizó la evolución del catalanismo en estos años y los efectos que tuvo la I Guerra Mundial y la aparición del concepto de Estado-nación. Si Enric Prat de la Riba defendió la nación catalana dentro de un Estado español, Francesc Cambó defiende en 1918 la “autonomía integral”, porque “la vida interna de la región la debe resolver la misma región”.
La ebullición del nacionalismo y las autonomías en la II República
El nacionalismo político florece, reclama ocupar un espacio dentro de la estructura del poder del Estado y no sólo propició manifiestos en Cataluña, en Euskadi o Galicia, los pueblos históricos de España, sino también en Andalucía, Aragón o Valencia. “Castilla piensa que es España, la matrona de España, por eso aquí el movimiento regional no tiene casi cabida”, añadió.
Naciones, realidad nacional o comunidad nacional están sobre la mesa, y no necesariamente como conceptos reñidos con ser regiones de España. Con el crecimiento de las ciudades, la transformación social, el cenit de la Generación del 27, Juliá señala que en los años 30 hablar de nación es una cuestión política, ligada a un programa político.
Así, y pese a la proclamación de la republica catalana dentro de la república federal de España por parte de Francesc Macià y de la restauración simbólica de la Generalitat en abril de 1931, la Constitución de la II República no cumple con todas las expectativas de los catalanistas, aunque hay conquistas.
De forma parecida a la Constitución del 78, la República reconoce la posibilidad de que “las provincias limítrofes con características históricas, culturales y económicas comunes puedan constituirse en región autónoma”. Incluso, desarrolló mejor las competencias del Estado central y las regiones que la carta marga actual.
La II República definió un “Estado integral”, que, a pesar de los debates generados en torno a este concepto, según Juliá, “es un Estado capaz de integrar todas las diferencias regionales”, que aceptaría variaciones de competencias, aunque todas las regiones tuvieran el mismo límite. Cataluña llegó a desarrollar en estos años su propio estatuto y hubo plebiscitos en Galicia y Euskadi en el mismo sentido.
La evolución de un Estado “tendencialmente federal”
Tras la etapa negra del Franquismo, la Constitución del 78 instaura un Estado “tendencialmente federal”, inspirado en las regiones autónomas de la República y que reconoce una vía más rápida para Cataluña, País Vasco y Galicia. Cataluña es la región que “plantea de forma más decidida la autonomía en la Transición”, pero el objetivo del Estado “es la equiparación competencial.
El resultado, y aquí en parte está el quid de la cuestión, es que el desarrollo de los estatutos en las diferentes regiones ha incluido una fuerte carga de programas y competencias, “España se ha llenado de políticas identitarias que antes reclamaban las naciones, pero que ahora están por todas partes”, de manera que el país ha caminado hacia un Estado Federal sin serlo.
La evolución federal llega al colapso con la renovación de los estatutos realizada entre 2006 y 2010, bajo su punto de vista, “un intento de reforma de la constitución por la puerta de atrás”, y la “desafortunada” sentencia del Tribunal Constitucional contra el Estatuto Catalán supone el “punto de ruptura”, en un momento en el que las relaciones del PP y el PSOE están “viciadas”.
La crispación impide que esta reforma constitucional de la que ya habló José Luis Rodríguez Zapatero en su investidura no llegue a nada y el último estadio lo marca la actualidad: “los partidos catalanes defienden Cataluña como nación y su derecho a decidir”, ya no quieren una reforma de la Constitución, sino romper las relaciones.
La solución: Reforma constitucional y estado federal
En un momento en el que Santos Juliá considera que “el frente nacionalista se ha roto”, tras la “actuación teatral” de la DUI, la “huida” de Carles Puigdemont, el paso atrás de la presidenta del Parlament Carme Forcadell y el encarcelamiento de los ex consellers, que bajo su opinión, ha contribuido a “agravar más el problema político”, la única vía es impulsar la reforma de la Constitución.
La “única fórmula”, para “no llevar siempre esto a cuestas”, es la reforma de la Constitución y Santos Juliá defendió, pese al chirrido que produce en algunos sectores de la población, que “debe culminar en la construcción de un estado federal”, basado en la autonomía de los pueblos y en la solidaridad. Y aunque haya mayoría independentista en el Parlament tras las elecciones de diciembre, Juliá opina que es la solución, porque “una mayoría no basta” para una operación de ruptura definitiva.
Asimismo, profesor de la Escuela de Ciudadanos advirtió que en la redacción de la nueva Constitución, que debe emanar del Congreso, también tienen que jugar un papel las comunidades autónomas, como “poderes del Estado con capacidad de iniciativa”. El artículo VIII de la Constitución del 78 exige una “reforma total”, ya que está centrado en normas procedimentales y tiene una vaga distribución de competencias.
El profesor Santos Juliá concluyó que “un problema con esta larga historia, no se resuelve a base de porrazos, ni a base de saltarse a la torera los acuerdos que se han tomado entre todos”, y la recuperación del acuerdo entre PP y PSOE puede allanar el camino para no acabar en “catástrofe”.
