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28 marzo 2024
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      Cristo de la Luz de Daimiel en el Vía Crucis / Ayuntamiento de Daimiel
      La Hermandad de la flagelación tampoco pudo salir en procesión / Elena Rosa
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      Las Penas suspende su estación de penitencia / J.M. Beldad
      El mal tiempo impide la salida de Medinaceli y la Virgen de la Esperanza / J.Jurado
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Villar del Pozo

Villar del Pozo
Carlos Muñoz de Luna

Villar del Pozo es un pueblo de Ciudad Real que nos ha gustado siempre por su bello topónimo, por la fonética de su nombre, por la semántica de lo que representan sus términos de villar (lugar poblado) y de pozo (manantial de agua). Todo ello nos lleva a pensar en la importancia del agua: de las fuentes, de los manantiales, de los pozos, de los veneros en nuestros pueblos y evocamos muchos parajes y paisajes que se quedaron gravados en la memoria prístina de nuestra infancia. La Peñuela, Casa de las Fuentes, Pozo Hondo.
Los topónimos con el nombre eufónico de Villa o Villar abundan en la extensa  geografía de España, también abundan los que llevan el término de Pozo o Pozuelo. Ciudad Real llevó el nombre de Pozuelo Seco de Don Gil. Pozo Lorente, Pozuelo y Pozo Cañada son municipios de Albacete.
Villar del Pozo es un pueblo pequeño pero con una historia grande. Así nos lo cuenta don Inocente Hervás en su Diccionario Histórico Geográfico de la Provincia de Ciudad Real: “La Orden del Hospital, dice la R. Academia de la Historia, concedió fuero al Villar en el año 1228”. Desde aquellos años en que se producía la repoblación de la provincia de Ciudad Real, el Villar ya tuvo sus fueros, aquellos que le servían para regirse y gobernarse en concejo.
Las crónicas tuvieron en cuenta estos lugares de la Mancha: “D. Fernando III el Santo, añade el Sr. Antequera, hizo donación de Argamasilla de Alba a D. Ordoño Álvarez el cual la poseyó 24 años, vendiéndola juntamente con Villar del Pozo en el año 1520 a D. Fernando Ruiz, comendador mayor de S. Juan en 1.400 maravedís vulgares”. Villar del Pozo estuvo vinculada a Villa Real (Ciudad Real), desde sus orígenes: “D. Alonso X el Sabio, en su Carta puebla de Villarreal otorgada en Burgos a 7 de febrero del año 1255 dice: “E dó a esta villa sobredicha que haya por aldeas é por término… Villar del Pozo… con todos sus términos yermos é poblados”.
Al pensar en Villar del Pozo nos gusta evocar la literatura de los pueblecitos de España. Azorín fue uno de nuestros escritores que más ahondó en el espíritu de nuestros pueblos, muchos libros suyos nos descubren el alma de España: Castilla, La Ruta de Don Quijote, Los Pueblos, España, Una hora de España, El Libro de Levante, Valencia, Madrid. Pero el libro que nos hace evocar un villorrio o un villar es “Un Pueblecito” (Ríofrío de Ávila). Hemos leído este libro de alegría y de melancolía a la vez y hemos sentido por contraste y por semejanza el latido espiritual de Villar del Pozo, tan lejano a su vez y tan cercano a este pueblecito abulense.
Azorín le ha dedicado este libro a Antonio Machado y nos presenta un cuadro del otoño de Madrid y de los pueblos de España: “En el otoño se celebra en Madrid la feria de los libros. En el otoño… Han pasado los días ardientes del verano. Ha quedado un cielo azul  -un poco pálido- y un ambiente gratamente fresco. Los higos comienzan a amarillear. Se recogen las frutas en las anchas cámaras campesinas allá en los pueblos, allá en las llanuras y montañas, han de esperar el invierno colgadas con vencejos de largas cañas, colocadas en blandos lechos de paja”.
Estas son las horas dulces del vendimiario de la Mancha. Los días recogen el sosiego de la estación de los frutos y las cosechas. El escritor nos interroga: “¿No hay en el aire una resonancia, una cristalinidad que no había en el verano?” Nos habla de los viejos libros madrileños, de los cipreses del Jardín Botánico y de “la perspectiva luminosa, infinita, de la llanura manchega”.
También en Villar del Pozo se ha sentido todos los otoños esta transparencia del aire y esa elocuencia de su historia: “Y en el año 1302 D. Frey Fernán Núñez, teniente de comendador de la baylía de Consuegra, reclamaba del concejo de Villarreal la entrega de Villar del Pozo”. Y agrega el cronista: “No debió estar muy propicio el concejo de Villarreal a desprenderse de su aldea, puesto que la Orden debió de insistir en sus reclamaciones, y hasta el siglo XIV no la vemos incorporada a sus dominios”.
Villar del Pozo era apetecido y reclamado. “Por donación o compra recibiría la Orden de San Juan al Villar, porque no de otra manera se adquiría el señorío en aquel tiempo; mas no cabe en lo posible, que sin pertenecer a la Corona de Castilla, Alfonso X la incluyera entre los términos de Villarreal. Del mismo modo la Orden de S. Juan hasta no tener sobre ella quieta y pacífica posesión no le daría el fuero de Consuegra, que ya hemos visto hizo general a todas sus villas de Castilla”.
Mientras don Inocente Hervás escribía su Diccionario Histórico Geográfico de Ciudad Real, don José Martínez Ruiz, “Azorín”, vagaba y divagaba por los libros viejos de Madrid: “El volumen que hemos encontrado en la feria de los libros se titula: “Sentimientos patrióticos o conversaciones cristianas que un cura de aldea, verdadero amigo del país inspira a sus feligreses. Se tienen los coloquios al fuego de la chimenea en las noches de invierno. Los interlocutores son el cura, cirujano, sacristán, procurador y el tío Cacharro”. Este título es muy largo, aunque nos subyuga por su encanto. En aquellos tiempos (1791) los amigos se juntaban en los pueblos alrededor del fuego para charlar y comer.
Las coplas populares han dejado un reflejo fiel de estas tertulias junto al lar: * “El día de San Antón / en la casa de Anguarina / se juntaron cuatro amigos / a comerse una gallina. * El tío Pelús que lo sabe, / con el viento de una mona, / no preguntó si podía / y se presentó de gorra”. Las coplas terminan así:*  “Entre el Guacho y su mujer, / el tío Pelús y el Huevero / se comieron la gallina / sin costarles los dineros”. Así escribía poesía mi bisabuelo Miguel Franco, coetáneo de Hervás y Azorín, en el Viso del Marqués a finales del siglo XIX.

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