Belén Rodríguez
Poblete
Cuando Olga Casero comentó en su pueblo, Alcolea de Calatrava, que estaba haciendo un curso de pastoras algunas personas le dijeron, “ah, pero de eso había cursos”. En la finca Villadiego de Poblete y entre balidos de ovejas, Casero relata divertida esta anécdota en la última práctica del curso para cualificarse en el manejo del ordeño mecánico y lactancia artificial del ganado en el que ha participado este mes con otras dieciséis mujeres de Alcolea (excepto la más joven Beatriz Espinosa, que es de Piedrabuena) y que refleja muy bien la opinión general sobre el pastoreo: no se necesita estudiar.
La realidad es otra. “Yo no me imaginaba que esto iba a ser así. Pensé que a lo mejor tenía que pasarme horas al sol, salir con las ovejas…pero lo que he visto no tiene nada que ver con el concepto que yo tenía. El ordeño es duro, hay que echar horas, pero al fin y al cabo lo único que se hace es manejar botones”, “ya me gustaría que alguno de esos que se ríen contestaran las preguntas del examen que nos han puesto”.
Su testimonio ejemplifica bien lo que dicen los veterinarios Francisco Barrientos y Enrique Lozano, “el sector ganadero necesita mano de obra cualificada. No es fácil encontrar un pastor que sepa desarrollar el ordeño mecánico y el trabajo de la nodriza de forma correcta”.
El problema añadido al ganadero es el de los horarios y el sacrifico que supone estar pendiente del ganado todos los días del año. Ahí es dónde arranca el proyecto ‘bolsa de pastoras’ con el que estos veterinarios que tienen su propia empresa, Nutevet, se plantaron en ayuntamientos como el de Alcolea de Calatrava, Calzada y Valdepeñas, los primeros en mostrarse receptivos con la iniciativa que financia el Ministerio de Agricultura con fondos europeos, para desarrollar la idea de formar a mujeres desempleadas en un sector que precisa mano de obra.
¿Por qué mujeres?, “nos dimos cuenta de que cuándo había mujeres trabajando en las explotaciones ganaderas, aunque fuera sólo cuatro horas, la explotación a nivel técnico y sanitario era mucho mejor que donde no estaban ellas”.
A partir de ese momento vieron la posibilidad de preparar a mujeres que estén dispuestas a trabajar en principio a tiempo parcial o por horas, para cubrir vacaciones, bajas, etc, “y que puedan echar una mano en momentos puntuales para esta u otra tareas”.
Nutevet constató que “el ganadero está deseando que haya un grupo de personas que se puedan dedicar al ordeño” y dan por hecho que una vez concluidos los cursos “llamarán a las mujeres”.
Es lo que espera Ana Belén Chico, otra de las cursillistas. Empleada en ayuda a domicilio, se apuntó a la bolsa por “curiosidad”. Nunca había trabajado en el campo, ni había visto una ordeñadora “en mi vida”, apostilla, pero después de lo que ha aprendido estos días no se lo pensaría dos veces si la llaman, “confiamos en que esto tenga salida”.
Con el apoyo de organizaciones agrarias como Amfar y Asaja, los veterinarios Francisco Barrientos y Enrique Lozano dicen que para que la bolsa sea mucho más efectiva “necesitamos del apoyo institucional a modo de exención fiscal u otro tipo de incentivos para los ganaderos que las contraten. Es normal que los primeros meses de trabajo no se tenga la misma soltura que cuando lleven más tiempo”.
A María Teresa Céspedes, técnico auxiliar de enfermería (cuando se apuntó al curso estaba en paro) le encantaría que la llamaran. “El trabajo con las ovejas me ha gustado. Nunca había trabajado en el campo y me gusta conocer experiencias nuevas. Lo que quiero es trabajar porque nos hace falta y lo mismo me da en un sitio que en otro”.
Beatriz Espinosa, de 23 años y vecina de Piedrabuena, es la más joven de este grupo de “pastoras”. Tampoco pensaba que se podría dedicar a trabajar en el campo. Con estudios de ESO y en el paro se inscribió en lo del pastoreo también por curiosidad, “estaba cansada de la misma rutina, del mismo tipo de cursos. Esto de pertenecer a un bolsa de pastoras está bien. Quiero trabajar en lo que vaya saliendo”.
En cuanto a la experiencia práctica reconoce que al principio le costó un poco porque “es difícil tratar con animales, impone un poco y tienes que saber cuándo están nerviosos”, pero como sus compañeras admite que ya se ha familiarizado y que no le importaría echar unas horas en esto.
María Ángeles Bermejo, auxiliar de enfermería en el paro (ha estado trabajando cuatro años en Poblete) explica que ha hecho el curso “por tener una iniciativa nueva”. Cambiar la enfermería por la ganadería no entraba en sus planes hasta que se enteró en el Ayuntamiento de Alcolea del curso y se dijo, ‘¿por qué no?’, “el trabajo con el ganado no se puede comparar para nada, son totalmente diferentes, pero se pueden hacer las dos cosas, no lo descarto”.
En el grupo también está Ioana Rosioara, inmigrante rumana afincada en España desde hace doce años. Ella también viene de la sanidad, era médico pediátra en su país aunque desde que llegó a España sólo ha trabajado cuidando a personas mayores con Alzheimer y en el trabajo doméstico. Lo de las ovejas, “siendo de Bucarest jamás había estado cerca de ninguna”, dice, no lo había pensado pero una vez metida en el curso está encantada, “mi objetivo es trabajar y salir adelante”, y no le parece mal esta opción de la ganadería.
Barrientos y Lozano que han sido los monitores de las futuras pastoras elogian su interés y sus capacidades. “La experiencia en la práctica está resultando mejor de lo que creíamos, tanto aquí en Alcolea como con los otros grupos de Calzada y Valdepeñas”, e insisten: “Queremos que muchas de las que se han formado sigan interesandose por la ganadería y pertenezcan a la bolsa de trabajo del medio rural”.