Los últimos años en la escena taurina han venido marcados, en gran medida, por varios episodios trágicos. Los más sonados han sido, sin duda, las muertes de Víctor Barrio e Iván Fandiño en 2016 y 2017 respectivamente. Sin embargo, por desgracia, no han sido los únicos que han dejado su vida en los ruedos. El Pana o el novillero Renatto Motta, en Sudamérica, también dejaron sus vidas por la acción de reses de lidia durante las dos últimas temporadas.
No obstante, hubo otros nombres que bordearon la tragedia pero, afortunadamente, lograron esquivarla. Quizás el caso más redundante fue el de Saúl Jiménez Fortes, torero malagueño que en 2015 dejó plantada a la muerte, por partida doble, primero en Madrid, y tres meses más tarde en Vitigudino. Para quien no esté al tanto de las circunstancias en las que se produjeron lamentamos advertir que no haremos mención a las mismas en estas líneas. Baste decir que fueron dos cornadas sumamente desagradables, como todas lo son, por otra parte.
Después de navegar al lado del empresario Nemesio Matías durante tres años, Fortes decidía a finales de 2017 cambiar de apoderado e iniciar una etapa al lado de Nacho de la Serna, novillero con picadores en su momento, responsable del área de prensa de Taurodelta durante su etapa al mando de Las Ventas, además de hijo de José Ignacio de la Serna, todo lo cual le dota de una amplísima cultura taurina, como el arriba firmante ha podido observar en directo en más de una ocasión.
Hace algunos días –el cuándo exacto es, creemos, lo de menos- Fortes acudió a tentar, precisamente, a la emblemática finca Hato de Garro, en pleno Valle de Alcudia, para enfrentarse a dos becerras de origen Veragua de la familia De la Serna. Allí, en una mañana soleada y fría, Fortes puso de manifiesto su personal concepto taurino, basado de manera inquebrantable en el valor seco y el aplomo. Sin embargo tuvimos la impresión de atisbar una ligera variante en su planteamiento, pues su cintura se quebraba con mayor intensidad a la hora de conducir las embestidas, dotando a la ejecutoria de un gusto más acusado.
Allí, en presencia de profesionales como Antonio Sánchez Puerto, Manuel Amador o Luis Miguel Villalpando, se formaban los clásicos y clarificadores corrillos en los que se comentaban las peculiaridades de cada becerra y la se analizaba la respuesta ofrecida por los toreros encargados de su lidia (Fortes y Rubén Pinar), en los que una vez más, se hizo notar la calidad y nobleza de las vacas veragüeñas, para no desentonar con las cualidades de su criador.
El 2018 será un año decisivo en la carrera de este sincero y audaz torero malagueño, que torea con la misma templanza y verdad con la que habla. Sin una palabra de más, ni de menos. Sin un alarde gratuito. Ojalá la suerte le sonría. Como le vimos sonreír en Hato de Garro.