Plaza de toros de Socuéllamos. Algo menos de media entrada.
Se lidiaron seis toros de Toros del Ojailén, desiguales de presentación, oscilando entre el tercero, más terciado, y el astifino y ofensivo sexto. De gran clase segundo, y con calidad y bravura el cuarto. Manejables primero y tercero. Más deslucidos quinto y sexto.
El Cid: oreja y dos orejas con aviso.
Daniel Luque: dos orejas y silencio.
Fortes: dos orejas y oreja.
Los tres toreros salieron a hombros. Vicente Ruiz “Soro” recibió una placa de reconocimiento por parte de la Asociación Cultural Taurina de Socuéllamos.
Antonio Ordóñez decía que cada temporada había cuatro o cinco tardes -más o menos- en las que un torero debía salir a la plaza dispuesto a triunfar o morir. Fortes parece tener el rango bastante más extenso pues, según lo visto en su trayectoria -y ayer en Socuéllamos, un pueblo- cada tarde expone al máximo. A escasos días de su encerrona en Málaga inició faena a su primero de rodillas, toreándolo en redondo con ajuste y largura. El toro, el más chico del nobilísimo encierro de Toros del Ojailén, tuvo son pero escasa duración, por lo que el tramo final del trasteo fue un arrimón feroz. Disposición y toreo, rematado deficientemente con la espada.
No pudo redondear frente al bronco y muy astifino sexto, con el que se puso con la misma verdad aunque sin eco. Lo despachó a la primera de una gran estocada.
El Cid se las vio con un primero bis -el titular fue devuelto por inválido- que tuvo tanta calidad como fuerzas medidas. Bien con el capote, tuvo mérito la faena de muleta pues el toro se mantuvo, a media altura, permitiendo un toreo aseado. Mató al segundo viaje. Pero donde pudo disfrutar en plenitud fue con el magnífico cuarto, un toro que por el pitón izquierdo se iba tras los vuelos hasta el final. El de Ojailén, bravo, respondía mejor cuanto más se le apretaba por abajo -con temple, eso sí-, llegando a producirse una tímida petición de indulto, que a la postre no llegó, incomprensiblemente, ni a vuelta al ruedo póstuma, aunque el ganadero Enrique Gallego diera la vuelta al ruedo con el torero sevillano.
Daniel Luque demostró tener un oficio y una confianza apabullante. Tanto que la extrapola frente a sus enemigos y los minimiza. Su primero tuvo una gran clase, lo que le permitió torearlo a gran nivel tanto con capote -en el recibo a la verónica como en un quite-, como por momentos con la muleta, yéndose tras la embestida con plasticidad. Pero pronto decidió adueñarse por completo de los terrenos propios y ajenos, apagando el ya mermado ímpetu de su oponente al final del trasteo. Incluso llegó a morder el pitón derecho del toro en uno de sus desplantes. Lo mató de estocada entera trasera y desprendida.
El quinto, segundo del lote del torero de Gerena, no tuvo poder y se defendió feamente. Y feamente acabó también con él de pinchazo y bajonazo.
Toque de atención de la ganadería ciudarealeña, sobre todo por su nobleza y calidad en los toros mencionados. Alguien dirá que podrían haber embestido los seis, claro, pero esa ya habría sido demasiado. El arriba firmante firmaría -valga la redundancia- ver tres toros buenos por corrida sin dudarlo.