Plaza de toros de Las Ventas (Madrid). Un cuarto de entrada. Corrida del Día de la Hispanidad. Cierre de temporada.
Se lidiaron seis toros de Salvador Gavira, bien presentados. Nobles en general. Muy bueno el segundo, con calidad el tercero. Manejables en general el resto.
Daniel Luque: ovación con saludos y oreja tras aviso,
Sebastián Ritter: silencio tras dos avisos y vuelta al ruedo por su cuenta.
Javier Jiménez: silencio en ambos.
El primer toro de la tarde lució divisa negra en memoria de Victorino Martín e Iván Fandiño.
El festejo de ayer jueves, Día de la Hispanidad, ha supuesto el cierre de temporada en la plaza de toros más importante del mundo; el año del debut de Simón Casas, con luces, aunque algo menos brillantes de lo que vaticinó el productor francés a principio de año. Y es que no se puede luchar contra los elementos.
Daniel Luque mantiene, desde hace años, una especial relación con la provincia de Ciudad Real. Primero “se hizo” torero de Almodóvar del Campo, donde incluso de le llegó a dedicar un libro, escrito por nuestro compañero y amigo Roberto García-Minguillán. Después realizó lo que él ha calificado como una de las mejores faenas de su vida a un toro de José Vázquez en la capital manchega. Y este año ha resultado triunfador de la Feria de la Virgen del Prado, siendo apoderado por el ciudarrealeño Ángel Lillo. Por todo esto, a Luque se le siente, aunque sea levemente, ciudarrealeño.
El festejo sirvió para que Daniel Luque cortara una oreja a su segundo, un toro que apuntó muy buenas formas en el primer tramo de faena de muleta, después de embestir con clase al capote del de Gerena. Ante la falta de repetición Luque optó por aislar los muletazos de uno en uno, con garbo, para, a continuación, con el de Gavira más aplomado, pasar a interpretar sus luquesinas y terminar arrimándose, metiéndose entre los pitones. Tras dejar una media arriba se le pidió -y concedió- una oreja, que aunque protestada, le servirá para renovar su crédito en Madrid.
Antes, en el que abrió plaza, el sevillano-manchego dejó algunos naturales de muy buen trazo, aunque de nuevo sin poder ligarlos, a un toro blando que fue protestado.
Sebastián Ritter tuvo un primer toro de triunfo, que repitió con templada codicia a media altura, sin que el colombiano acertara con las teclas adecuadas. Su segundo también tuvo nobleza y calidad, aunque lo apretó demasiado en un largo inicio que agotó gran parte del fuelle de su antagonista. Ante la falta de acople optó por ponerse bruto. Y nos referimos al torero. Resultó aparatosamente e inevitablemente cogido en la parte final de una faena de muleta sin brillo.
Javier Jiménez anduvo despegado con el enclasado tercero, que se abría descaradamente en el recibo de capote y parte del último tercio. Hubo cierta estética pero no ajuste. El sexto se defendió con un deslucido tornillazo, instrumentando Jiménez un trasteo en el que primó la cantidad frente a la calidad.