Pocas facilidades ofreció la seria corrida enviada a Torralba por los hermanos Lozano, aunque hubo dos que sí se dejaron más, destacando el encastado que hizo quinto, y al que Luis Miguel Vázquez cuajó con mando, garra, y estética. No fue toro fácil, pero el daimieleño no se arrugó y volvió a dar un toque de atención con su toreo entregado y arrebatado. También es verdad que no fue una faena de muletazos al ralentí, como sí ocurrió en Daimiel, sino de derechazos a veces vertiginosos, pues con velocidad enrazada era como embestía por abajo el de Alcurrucén. El torero tuvo el acierto de dejársela en la cara y tirar de él hasta el final, componiendo cuadros de gran belleza.
En su primero, complicado, Luis Miguel sobresalió en varias verónicas metiendo los riñones y hundiendo el mentón, mientras que con la muleta condujo a su oponente algo por las afueras. No obstante, mérito hubo en el aguante del torero al no mover las zapatillas ante las dudas del toro.
Curro Díaz estuvo por encima de su lote. Tampoco dudó al plantar cara a sus dos antagonistas, haciendo un esfuerzo y logrando los mejores momentos con su segundo, ante el que consiguió chispazos fugaces de su personal elegancia. Con su violento primero, poco lucido pudo interpretar.
Luis Bolívar quedó prácticamente inédito en su imposible primero, aunque se desquitó ligeramente con el sexto, un toro que tuvo poco recorrido pero al que el colombiano acertó a retrasar el engaño para poder vaciar la embestida detrás, con pasajes de más temple y otros de menos. Al igual que Curro Díaz, resultó volteado espectacularmente, aunque sin consecuencias.
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