El Museo Diocesano exhibe durante mayo como ‘Obra del Mes’ un cuadro de ‘La Virgen del Prado’ de estilo popular, posiblemente del siglo XVIII, y que pertenece a la parroquia de Santiago de Ciudad Real. Se ha elegido esta pieza con motivo de la conmemoración el próximo 28 de mayo del Cincuenta Aniversario que la imagen de la Virgen del Prado fuera coronada canónicamente por el noveno Obispo-Prior, Juan Hervás y Benet, y ser además el ‘Mes de La Virgen’.
El lienzo, montado sobre bastidor, de gran tamaño (220 x 188 cm), representa a la Virgen del Prado con el Niño en brazos, sobre su carroza. El pintor, cuya autoría es desconocida, representa la venerada imagen de la Virgen del Prado, Patrona de la ciudad, de manera estereotipada, con un esquema triangular, imponente y majestuosa, de pie, rígida, situada bajo el vértice en el centro de la bóveda iluminada con la paloma blanca simbolizando el Espíritu Santo.
La imagen se eleva sobre una composición celestial de cinco cabecitas de angelitos que le sirven de base, de una ingenuidad deliciosa, y nubes, que reposan sobre la rica peana que la enaltece y eleva sobre el mundo.
La Virgen lleva corona imperial (Ella ya es Reina del Cielo y la Tierra y Reina de ángeles y hombres) de plata de gran belleza. Construida en el año 1614, constituye una obra delicadísima y profusa de orfebrería con medallones y abundantes arabescos. Su autor, el platero Tomé Acosta (cordobés). Parecida a una mitra, es casi cerrada, abierta verticalmente por el frente cuya faja o cincho central está adornada de broches y resaltes geométricos, llevando a ambos lados dos figuras finamente cinceladas, y acabada con una esferita dorada rematada por una cruz.
Con el Niño
En el vértice superior, bajo la corona, se ve su rostro de rasgos finos, agraciado y de dulce expresión, enmarcado por una toca blanca ribeteada de finísima pedrería. La Virgen acoge entre sus brazos la imagen del Niño Jesús (siguiendo la iconografía bizantina) también con corona del mismo estilo y decoración. La mano derecha del Niño Jesús está levantada en señal de bendición, mientras su mano izquierda sostiene una pequeña esfera coronada por una cruz -la totalidad de nuestro universo descansa en sus manos-. Ambas imágenes se revisten de ricas telas, de acuerdo con la tradición de la corte. La Virgen con un amplio y bellísimo manto de delicados bordados e incrustaciones de piedras preciosas (ya desaparecido) que, abriéndose hacia la base, permite ver la parte delantera de la túnica. Los tejidos de la túnica y el manto ostentan pequeñas florecillas de colores y ramos bordadas en oro muy fino de realce, guarnecido de encaje de oro fino, propias de la época, de gran vistosidad.
La ráfaga es de plata, con una elegante curvatura en la parte superior, de la que penden numerosas campanitas y rayos en sus extremos.
Deja ver, a ambos lados, el jarrón con flores blancas típico de Nuestra Señora con flores blancas, azucenas como protagonistas (flor mariana por antonomasia, de pureza), que hablan de la virginidad de María Madre de Dios y a su concepción libre de todo pecado; simbolizan además la belleza espiritual de María.
Los ocho varales que sustentan el dosel son de bronce con remates de plata; sobre ellos a ambos lados dos humildes y largos cirios encendidos, símbolo de Dios, el dador de vida y la luz del mundo.
La devoción a la Santísima Virgen del Prado, Patrona de Ciudad Real, se remonta a más de novecientos años.