Muerto Franco, visto que no había franquismo sin el dictador, con la Constitución ya vigente, se impone un cambio en los Estatutos de Lanza. Uno de los primeros en darse cuenta de esta necesidad es Carlos San Martín, el que fuera durante muchos años director del periódico durante el “falangismo recalcitrante de la primera postguerra”, y que pasó un auténtico calvario cuando llegó la democracia. “En lo que me afecta personalmente -dice San Martín-, puedo afirmar, sin lugar a dudas, que, en los siete últimos años de mi dirección, los de la democracia (75 al 82), sufrí más presiones que anteriormente, todo el mundo quería que se informase y opinase a su gusto. Fue la razón más importante para aceptar la jubilación antes de tiempo” (1).
La batalla de los estatutos, un episodio que se suele pasar por alto al hablar de Lanza, fue una de las varias transiciones que vivió el periódico a lo largo de su vida; se saldó con la aprobación en mayo del 84 de los nuevos estatutos, en los que los socialistas optaron por la fórmula de la Fundación de derecho público, y que dio lugar a una batalla legal en la que intervinieron la Asociación de la Prensa, los diputados provinciales del Partido Popular y la Agrupación Provincial Independiente. Hubo transición sin llegar a la ruptura por la que abogaban los puristas. Estos defendían que no se podía transformar un diario que había nacido con la fotografía del dictador y el yugo y las flechas en su mancheta en un vehículo de la democracia.
Con ser importantes los aspectos jurídicos, entiendo que la vida de un periódico puede narrarse de manera más apropiada siguiendo la pista de los cambios tecnológicos y teniendo en cuenta los cambios en la dirección. Cada cambio en la tecnología y en la dirección, que suelen ir aparejados, supone una transición que merece la pena analizar por si se vende una ruptura por transición o una transición por ruptura. El pasado año, cuando Lanza optó por dejar el papel, Isidro Sánchez, historiador por antonomasia de la prensa regional, empezaba así la crónica del acontecimiento: “Hoy muere el diario Lanza, pero comienza una etapa de características diferentes”… ¿Transición?, ¿ruptura? ¿Celebramos el 75 aniversario del periódico o el primer cumpleaños de una nueva criatura? Esa es la pregunta. La respuesta hay que contextualizarla en la historia del periódico.
El franquismo termina con Jesús María Zuloaga, que llegó a la dirección de la mano de Blas Camacho y que cumplió en Lanza la misma función que la UCD desempeñó a escala nacional, la de la transición. Sobre el tiempo que le tocó vivir en Lanza señala que el recuerdo más grato es “comprobar cómo un periódico, consolidado y querido en Ciudad Real, evoluciona en el marco de un régimen democrático y que esa evolución se hacía con la necesaria prudencia, abriendo sus páginas a todos con la sola limitación del respeto a los demás y a la Constitución”. Sobre la redacción dice que “ya contaba con profesionales acreditados”, su misión fue potenciarla “para que las noticias llegaran más elaboradas, directas y con la máxima inmediatez a los lectores”. También señala que inició “la imprescindible reconversión del diario para adaptarlo a las nuevas técnicas de impresión y tratamiento de los textos, etc.”.
Democracia
Dice Isidro Sánchez en la mencionada crónica que si Zuloaga representa la transición, José Antonio Casado significa la llegada de la democracia al diario. Añade que “forma parte en Ciudad Real del proyecto del semanario El Manchego y pasa después a Lanza, primero como redactor jefe y en 1986 como director, tras la marcha de Zuloaga, hasta 1995. Además de dejar entrar la democracia en el diario, cambia del plomo al ordenador, varía la maqueta, hace el traslado de la calle Libertad al edificio del antiguo Hospital e intenta regionalizar el periódico”.
Sobre el tipo de periodismo que practicó, Juan Gómez Castañeda, catedrático de Economía de la Complutense y secretario de la universidad Menéndez Pelayo, crítico taurino del diario Lanza hasta 1996, dice en el prólogo del libro Paisajes provinciales que José Antonio Casado, como director, ejerció “peligrosamente la profesión periodística en medio de una batalla en la que no se dilucidaban las ventas ni la difusión del periódico, sino intereses políticos cruzados en los que al final no se sabía ni cuál era cada bando ni de dónde venían los tiros”. Señala que en la refriega política que marcó los últimos años del socialismo en el poder y la llegada del Partido Popular, su “cabeza iba adquiriendo un precio suficientemente estimable para algunas de las principales escopetas regionales, siempre al acecho para abatir a cualquier ave que osara volar contra la dirección de los vientos marcados por sus intereses políticos, económicos o corporativos; pero siguió haciendo un periodismo crítico y comprometido, tanto más extraño y sorprendente por cuanto no ha tenido precedente alguno en la prensa diaria de estos pagos desde los tiempos de la Segunda República”.
Cuando ya llevaba un tiempo en la dirección del periódico Luis Navarrete, que sucedió a Casado, Jesús Garrido, presidente de la Diputación, dijo que el diario ya no tenía ninguna función social y que, como no tenía función social ni interés público, había que privatizarlo. No lo privatizaría la Diputación sino que delegaría esta función en una empresa privada.
Se presupuestaron 30 millones de pesetas para la operación, nueve para hacer un chequeo a la situación de la empresa, “un foto fija”, y el resto para seguir el proceso privatizador hasta el final. La última vez que se había hecho una auditoría externa para privatizarlo, a propuesta del diputado provincial Licinio Moreno, resultó que el valor de la cabecera no superaba los 15 millones de pesetas, con trabajadores incluidos.
Este último proceso privatizador, después de tres años de legislatura sin haber logrado mover a un solo trabajador del periódico a la imprenta, aunque se hubiera intentado; habiendo incrementado los costes de la plantilla con un director artístico y dos subdirectores; y habiendo disminuido a más de la mitad la venta en los kioscos, se presentaba más problemática que ninguna otra. En tiempos de los socialistas, los populares bloquearon la privatización con todos los medios a su alcance, demostrando que ésta no se puede hacer más que por consenso. No lo hubo y tampoco esta vez hubo privatización. Pero la foto que salió de aquel intento daba una imagen de Lanza endeble y débil. En apenas tres años, había dejado un hueco libre en los kioscos ocupado de inmediato por la competencia.
Cuando destituyeron a Navarrete porque había cumplido su misión, la dirección recayó en la actual directora Laura Espinar, acompañada por Raúl Gratacós en la subdirección. Ambos habían formado parte del equipo de Navarrete, acaso por un pacto para buscar equilibrios en la dirección anterior que no se apreciaron por ningún lado. Las ventas estaban por los suelos y la publicidad había que buscarla con lupa en las páginas del diario. Se había ido deteriorando también la maquinaria, especialmente la rotativa, alma de los talleres, adquirida a buen precio y en óptimas condiciones al iniciarse la tercera etapa del diario. Cuando se jubilaron los viejos maquinistas y entraron en su lugar otras personas que no estaban muy capacitadas para la labor, el deterioro de la offset fue irreversible. Y cuando se quiso reparar, no había dinero para ello.
Última etapa
La nueva dirección no quiso o no pudo recobrar el periodismo crítico que había dado buenos resultados con anterioridad por lo que las ventas en kiosco, aunque aumentaron, no lograron recuperar las cuotas que tuvieron. Tampoco la publicidad repuntó significativamente, a pesar de que volvió el antiguo gerente. Sin ingresos suficientes, también era problemático mantener el personal de los talleres, muy abultado como correspondía a cualquier periódico nacido en la época en la que nació Lanza.
Lanza murió pues por inanición. Nadie asistió a su funeral. La oración fúnebre que podía haberse entonado, no la quiso pronunciar nadie. Nadie tampoco le canto el “De profundis”. Sea. Miremos para otro lado. En su lugar aparecieron dos editoriales titulados “Hacia un periodismo multiplataforma” y “Lanza continúa con su reestructuración para adaptarse a los cambios del sector” que no entran dentro del género periodismo. Hay que clasificarlos, siendo benignos, en el apartado de propaganda. O en lo que hoy se denomina postverdad. Esta ruptura de libro que permitió prescindir de personal de talleres a buen precio, se vendió y envolvió en celofán de transición modélica. Sea. Miremos a lo lejos.
(1) Los lectores pueden ampliar información en los libros de José Antonio Casado “Lanza, cincuenta años de empresa informativa” (Libros on line de Diputación de Ciudad Real); “Paisajes provinciales” (Ediciones Puertollano) y “De la sartén a las brasas” (En preparación).
Nota al margen: No he querido analizar el papel jugado por la Diputación en esta historia para no hacer el artículo más complejo. La mayor lacra ha sido que los presidentes de la Diputación no han sabido elegir a las personas adecuadas para presidir el Consejo de Administración.
* Director de Lanza entre 1986 y 1995