Hay cosas que el dinero no puede comprar. En un mundo donde la cartera intenta camuflar muchos valores, el Viña Albali Valdepeñas ha aparecido como la excepción que rompe la regla, como elemento claro que diferencia muy bien el precio del verdadero valor de las cosas. El ejemplo más claro entre nombres, con ‘N’, y hombres, con ‘H’.
Porque hablar de la temporada 2019/2020 en el mundo del fútbol sala es hablar del Viña Albali Valdepeñas, un club que, a base de hacer las cosas bien, se ha ganado el respeto, el reconocimiento y la admiración del mundo del fútbol sala. Más allá de la pandemia, esta temporada será la de un equipo revelación, que llega para quedarse y que tiene los cimientos bien firmes para aspirar a metas grandes. Sin obligación, claro está, pero con la ilusión, la de una ciudad que destaca por sus vinos y por el fútbol sala.
Son muchos los que indican que el deporte no tiene memoria y que solo se acuerda de los campeones. Pero si muchos de nosotros hemos visto la película de Campeones, pudimos comprobar que es mejor un submarino que un marino y, por tanto, poner el valor un subcampeonato por encima de un campeonato. Y es que el Valdepeñas no ha perdido, sino todo lo contrario. Se ha ganado a pulso el respeto, el reconocimiento y la admiración del fútbol sala, un deporte que cada día rompe todas las fronteras y que es seguido por todo el globo terráqueo. Y ahí aparece ahora el Viña Albali Valdepeñas.
La consagración
Después de una anterior temporada de mucho sufrimiento, en la que el equipo de David Ramos consiguió la salvación en la última jornada, Joan Linares y el técnico madrileño supieron coser a la perfección un proyecto que año tras año iba a dar pequeños pasos hasta consagrarse. Quizá, por los resultados, el proyecto corrió más de la cuenta y aspiró a cotas jamás soñadas.
En una temporada atípica y rara, el Viña Albali terminó tercero en el campeonato regular. Viajó a Málaga para la Copa de España con la ilusión de un niño con zapatos nuevos y se plantó en la final para caer con honor ante un tal FC Barcelona que llegaba a la guerra con ‘bazoocas’ ante un rival con algo más que un tirachinas. Un subcampeonato copero que hizo que Valdepeñas fuera tendencia en medio mundo.
Luego, tras el parón por la pandemia, llegaba un play off exprés por el título que daba la misma oportunidad a todos los equipos en cuanto a preparación, pero con la ventaja de tener el empate a favor por clasificación. A un partido único, el equipo vinatero soñó y se puso el mono de trabajo en lugar de hacer turismo por una ciudad que siempre será recordada: Málaga.
Tras una remontada histórica y marcar cuatro goles en apenas cuatro minutos, el Viña Albali apeó a Osasuna Magna y se plantó en semifinales para derrotar con autoridad a todo un Levante, un coco durante la liga y el equipo más incómodo para los de Ramos. Ya en la final, y tras darle un baile a todo un Inter Movistar, el empate a 3 final no hizo sino recibir la misma medicina que empleó en el partido de cuartos ante Xota. El factor clasificación le daba ventaja a un Inter que se proclamó campeón de liga sin vencer, en tres partidos hasta la fecha, a Valdepeñas.
Sea como fuere, el Viña Albali Valdepeñas ha llegado para quedarse y se ha ganado a pulso la vitola de un equipo grande, un equipo que, con los pies en el suelo y con la humildad por bandera, quiere seguir escribiendo con letras de oro en la historia del fútbol sala y de la Muy Heroica Ciudad de Valdepeñas. Entre otras cosas, porque ‘Valdepeñas nunca se rinde’.