"No es el Tarantino de “Reservoir dogs”, no es el Guy Ritchie de “Snatch. Cerdos y diamantes”, ni por supuesto el extraordinario John Carpenter de "Asalto a la comisaría del distrito 13", pero "Juego de asesinos" tiene sus puntos.
Por algún sitio leí que esta nueva resurrección del musical clásico norteamericano, que siempre he adorado, es una carta de al amor al cine y a la –esto ya es de mi cosecha- horizontal ciudad de Los Ángeles. Lo suscribo al cien por cien. Igualmente lo es a la propia música, al jazz (Thelonious Monk, Bill Evans), a lo mejor de nosotros, a la vida… con sus éxtasis y amargores.
Es “Horizontes de grandeza” (“The big country”/”El gran país” en el original), otra obra magna del genial William Wyler, imponente cineasta tan bueno, o incluso mejor a veces, que el mismísimo Howard Hawks, recuérdense suyas, entre otras muchas, las magistrales “La gran prueba”, “La heredera”, “Jezabel”, “Ben-Hur”, “La señora Miniver”, “El coleccionista”, “Calle sin salida”, “Desengaño”, “Brigada 21”, “La loba” o “Los mejores años de nuestra vida”). Todas sus películas merecen la calificación como mínimo de excelente… y de ahí para arriba. Sucede con otros muchos cineastas del período dorado de Hollywood… Ford, Wilder, Curtiz, Lubitsch, el citado Hawks, Walsh, Wellman, Daves, Borzage, McCarey… la tira.
Continúa el desembarco en el cine español del último lustro de jóvenes y talentosas cineastas. A la formidable Carla Simón de “Verano 1993”, la Celia Rico de “Viaje al cuarto de una madre”, la Pilar Palomino de “Las niñas” o la Clara Roquet de “Libertad”, entre otras, hay que sumar en este 2022 la brillante irrupción de Alauda Ruiz de Azúa. La añada, como bien pueden comprobar, es considerable. Y me dejo algunos nombres más, me he centrado en los nombres que considero más destacados.
Un retrato bellísimo y terrible, doloroso también, sobre ser joven y estar enamorado, sobre sueños, idealismos y estados de felicidad truncados por condicionamientos de todo tipo, sobre los estragos causados por el devastador paso del tiempo y por la acumulación de conflictos, sobre represiones sexuales y prejuicios sociales, sobre sociedades hipotecadas por conceptos económicos equivocados o actitudes ilusorias, erráticas que afectan irreversiblemente a tus congéneres, a los tuyos
Revisé tarde esta espléndida serie británica cuyo antecedente doy por descontado que fue la setentera e igualmente espléndida ARRIBA Y ABAJO (ya saben, las idas y venidas en una gran mansión y los contrastes -o similitudes- entre señores y sirvientes). Pero pese a esa tardanza la disfruté a lo grande igual que la mayoría de sus seguidores/as.
La década de los 80 no pudo comenzar mejor en el terreno de la comedia cinematográfica con el antecedente de la magistral y desternillante LA VIDA DE BRIAN, con varias más memorables, pero con dos especialmente descacharrantes, gamberrotas, desmadradas, paródicas, y tremendamente divertidas: LOCA ACADEMIA DE POLICÍA –ésta ya un tanto avanzada, de 1984- de Hugh Wilson (¡qué decepcionante desinfle posterior!) y ATERRIZA COMO PUEDAS de Jim Abrahams y los ingeniosos y hábiles hermanos Zucker, David y Jerry, responsable el segundo de dos preciosos cuentos de corte fantástico y mitológico: GHOST MÁS ALLÁ DEL AMOR y EL PRIMER CABALLERO.
Hay películas por las que siento un agradecimiento, un cariño, una sorprendente debilidad y las razones no son ya puramente cinematográficas sino de todo tipo. Responden a un estado de ánimo concreto, a un determinado momento de mi vida, a la ilusión que me generan, a méritos artísticos por supuesto.
Si quieren saber quién fabrica la nieve (“antes de que él viniera no nevaba nunca”), si quieren conocer la historia de un bondadoso creador y su extraña criatura; si quieren saber cómo al morirse aquel sin construirle las manos esta tuvo que utilizar cuchillas en vez de dedos; si quieren arrebatarse con una incontaminada, imposible y eterna historia de amor que se eleva por encima de convenciones sociales; si quieren comprobar cómo alguien inacabado puede ser el hombre más perfecto de corazón; si quieren darse de bruces con la pureza del alma en estado inmaculado; si quieren sentir el verdadero calor de un padre por encima de vínculos sanguíneos, si quieren disfrutar de la magia más hipnotizadora… en fin, si quieren disfrutar con uno de los mejores cuentos de hadas (y hados) y uno de los cantos más hermosos a favor de la diferencia jamás filmados, no lo duden, “Eduardo Manostijeras” es su película.
Sentarse a ver “Alcarràs” es como proceder a pelar un melocotón, pero sin atajos, es decir, sin utilizar un pelador o sin tener que calentarlos en agua caliente unos segundos para que se reblandezca. Se trata de arrancar la cáscara con esmero y paciencia, con calma, con sosiego. Así es el cine de la catalana Carla Simón y así lo es este segundo y de nuevo deslumbrante en su sencillez trabajo suyo, tras su brillantísima irrupción hace 5 años con “Verano 1993”.
Pues tengo que reconocer que me ha gustado bastante -dentro de su estilo de terror slasher- la última película del brillantísimo Álex de la Iglesia, que rara vez defrauda, aunque a veces culmine sus trabajos de manera excesiva y desmesurada, pero así es su estilo.
De nuevo el debate entre evolucionistas y creacionistas vuelve a ser puesto sobre el tapete, en el fondo como excusa para contarnos una historia de amor loca, apasionada.
Hacía tiempo, mucho tiempo, casi desde sus comienzos, desde que dirigiera las estupendas “Cosas que nunca te dije”, “Mi vida sin mí” y “La vida secreta de las palabras”, en concreto desde que firmara esta última en 2005, que no me ganaba incondicionalmente para su causa la simpática cineasta barcelonesa Isabel Coixet.